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Eurobasket 2007 | España 82 - Grecia 77

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felipe sevillano

Gasol, Calderón y Navarro abatieron a Grecia. Hoy, final con Rusia

La que se sazona con sufrimiento y angustia suele ser una victoria muy sabrosa. Ésta lo fue en grado inconmensurable. Y en el fondo, ¿qué esperábamos? ¿Ganar otra vez a Grecia con paseíto? ¿Meternos en la final de un Eurobasket sin sudor y esfuerzo? Pues no: esta vez hubo que arrancarles el triunfo en una batalla heróica, cuerpo a cuerpo, a bayoneta calada.

España ya está en la final, a un solo paso del oro. Tenemos la medalla de plata garantizada, pero no nos sirve. Ya tenemos cinco. No queremos la sexta. Porque nuestro equipo ha demostrado que atesora las tres virtudes básicas para aspirar al máximo: cabeza, corazón y coraje. "La próxima vez será diferente", habían anunciado los griegos, tras las palizas sufridas en Japón (70-47) y en este mismo Eurobasket (76-58). ¡Vaya si fue distinto! Grecia buscó la revancha con fiereza, defendió su título de campeón continental hasta el límite de sus fuerzas, pero no pudo con España. Ni por las buenas, ni por las bravas. Ni con pizarra, ni con codazos o agarrones. En esta ocasión le costó muchísimo más a nuestra Selección, pero el resultado fue el mismo: victoria. Sabrosa, sufrida, emotiva victoria.

Es cuestión de tríos. Un trípode mágico (Corbalán, Epi, Fernando Martín) entusiasmó al país en los años 80, logró plata europea en Nantes y olímpica en Los Angeles. Ahora, otro trípode esplendoroso, todavía mejor, nos ha dado oro mundial y se abalanza incontenible hacia el trono europeo. Un gran base, Calderón, un gran alero, Navarro, y un gran pívot, Pau Gasol, fueron ayer los baluartes del éxito, brindaron una lección de corazón, cabeza y coraje a los aficionados de toda España.

Pau Gasol fue un coloso en todas las facetas, puntos, rebotes, defensa, tapones... Infundió seguridad y marcó una vez más la diferencia. Es el gigante que todos quieren y sólo España tiene. Pero esta vez Grecia brilló a tan notable altura que habría sido insuficiente con la gran labor de Pau. Un implacable Spanulis fue la pesadilla de la defensa española a partir del minuto 15, recortando a base de tiros o entradas una diferencia máxima de 11 puntos (37-26), espejismo de paseo. En realidad era la antesala del infierno. Consciente de que con su marcha lenta de paquidermo estaba perdida, Grecia aceleró el ritmo, desenterró el hacha de guerra y en cuatro minutos niveló el marcador (39-39, min. 29).

Transformación radical del escenario. En el inicio del segundo cuarto habíamos vivido el esplendor español, un quinteto en estado de gracia que volaba sobre la cancha y encestaba desde cualquier rincón. Una jugada psicológica (robo de Diamantidis a Cabezas, con falta intencionada de éste) dio paso a un recital griego, con Tsartsaris, Zisis y Vasilopulos complementando al demonio Spanulis.

Grecia tomó el mando en el tercer cuarto (50-53, 52-55) y se temió por el resultado. El partido alcanzó una dimensión alucinante. Navarro tuvo minutos grandiosos, y también Calderón, con entradas de potencia y velocidad inauditas, pero los griegos respondían con fuego a las llamaradas españolas (70-68, min. 37). Fue en el cara o cruz final donde la firme muñeca de los españoles (27 de 28 tiros libres) dictó sentencia. Ahora, la gran final. Atención, Rusia: los reyes del mundo reclaman Europa.