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copa del rey | real madrid 90 - dkv joventut 82

Jaric pone la magia, Llull la dinamita

Excepcional partido del serbio que, con el apoyo de un gran Llull y un inagotable Felipe, lideró a un Madrid que fue superior desde el segundo cuarto pero que se durmió cuando había roto el partido (60-43) y se vio obligado a un último esfuerzo. DKV Joventut lo intentó pero no encontró nunca su tiro exterior, su mejor arma, y vio como la defensa de Mesina secó a Tucker, su jugador franquicia. El Madrid, el Real Madrid de Jaric y Llull, jugará ante el Caja Laboral por un puesto en la final.

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<strong>DESLUMBRANTE JARIC.</strong>
DESLUMBRANTE JARIC.

Quiere el Real Madrid la Copa porque gastó en entrenador y plantilla para esto, para volver a competir y volver a sentirse importante en momentos así. La quiere además porque se ha convertido en una maldición en la casa blanca, donde no entra este trofeo desde la temporada 92/93. Entonces, en La Coruña y precisamente ante Joventut, el quinteto era Antúnez-Simpson-Cargol-Brown-Sabonis. Entonces Llull tenía 5 años y Bullock 16. Así que cree el Madrid que ya va siendo hora y cree con Messina al mando, un tipo que, por ejemplo, ganó siete copas seguidas con tres equipos: Virtus, Benetton, CSKA Moscú.

También quiere el Real Madrid la Copa para salir y flote de cara a la segunda parte de la temporada tras un par de meses demasiado irregulares en ACB y en Europa. Ha perdido en canchas complicadas (de Vitoria a Tel Aviv o Siena) y no pudo ni toser al Barcelona. Malos presagios que quiere curar con un título que le devuelva las sensaciones, o quizá con las sensaciones que le devuelvan a los títulos. Enfrente tenía, en unos cuartos sin sorpresas y con Caja Laboral esperando tras exhibirse ante el anfitrión, a un DKV que también llegaba atribulado y abrazado al espíritu de la Copa que tantas veces da la espalda a la lógica. Ha perdido cinco partidos seguidos en liga y no recuperó a tiempo a Tripkovic, fundamental para su planteamiento de partido: acierto del perímetro a partir de un ritmo de juego muy alto. Esa era la baza, la única, del DKV. Esa y poner velas a Clay Tucker para que soltara una de esas actuaciones suyas que ganan, es literal, partidos.

Sin sus armas, DKV aguantó firme un cuarto y medio de un partido al que le costó arrancar, sin el drama habitual del torneo copero, con una sensación de tanteo demasiado prolongada. Sin meter triples y sin puntos de Tucker llegó el equipo verdinegro hasta el 25-25, amparado en los puntos de Bogdanovic y en las concesiones defensivas de un Real Madrid que tardó en ajustarse atrás. Cuando lo hizo, rompió el choque. De ese empate zarpó con un 9-0 para romper el partido (51-37 al filo del descanso). La defensa apareció para secar la línea exterior de un DKV (Kaukenas, Hansen y Jaric se combinaron para desesperar a Tucker) que, corto en la dirección, se lanzó a una carrera kamikaze de tiro que le condujo de forma irremisible al desánimo. Hacia el descanso no habían pisado la cancha Tomic, Bullock o Vidal. Prigioni, Velickovic o Lavrinovic apenas brillaban. Bastaba el trabajo constante de Felipe, que desequilibró la lucha por el rebote y los triples de Llull y un Hansen que volvió a la rotación y tuvo buenos minutos, como Garbajosa (9 puntos, 8 rebotes).

La figura, sin embargo, fue Jaric. El serbio se marcó un partido sensacional en el que tardó un cuarto y medio en fallar su primer tiro. Terminó con 26 puntos, 5 rebotes, 4 asistencias y porcentajes de vértigo para 34 de valoración. Sobre él gravitó el juego de ataque del Real Madrid, que tuvo buenos minutos ante un DKV que se volvió inconstante en defensa en cuanto su falta de acierto en ataque le dejó sin fe. Abandonado por su tiro exterior (4/24 en triples), sin noticias de su jugador franquicia y con una rotación obviamente más corta que la del Real Madrid, su destino estaba sellado.

Así que al comenzar el segundo tiempo los doce puntos de diferencia en el marcador parecían una brecha menor en comparación con la que asomaba en las sensaciones, en el potencial. El segundo tiempo comenzó con el Madrid vivió a sus anchas hasta el 60-43, máxima ventaja recuperando para la causa a Llull y Felipe y permitiéndose una mala noche de Lavrinovic o Velickovic (2 puntos entre ambos). Pero ahí, con el partido en vías de extinción, cayó el Madrid en un letargo incomprensible, se sintió ganador demasiado pronto y entró en una dinámica de pérdidas y caída de tensión defensiva que resucitó, casi literalmente, a la Penya, que pudo correr y que llevó el partido del correcalles a la épica. Con Jelinek (6 puntos seguidos y vibrante jugando al galope) al mando llegó un parcial improbable de 3-16 que revivió el partido (63-56) y obligó a la bronca de Messina.

En esos minutos en los que el partido se acercó de nuevo al filo llegaron dos faltas seguidas de Tucker, que se puso con cuatro cuando parecía al fin despertar (terminó con 14 puntos, 1/9 en triples), y el rearme defensivo del Madrid, que aguantó en ataque con los destellos de Jaric y el talento energético de un Llull bendecido (29 puntos, 6/9 en triples), que anotó en los momentos comprometidos. Reacción controlada: 67-58 al final del tercer cuarto.

Tuvo este jovencísimo DKV (con todo lo malo y lo bueno que eso supone) el mérito de no rendirse. Le faltó encontrar en algún punto la brújula de la larga distancia, el termómetro que mide su nivel de peligrosidad. Al Real Madrid le bastó un muy buen segundo cuarto, unos porcentajes nobles y un buen tono colectivo respaldado por un inagotable Felipe (10 puntos, 6 rebotes) y dos inconmensurables actuaciones individuales: brutal Llull, deslumbrante Jaric.

Faltaron piezas, en rotación y en acierto, al menos si se piensa en la batalla de mañana ante un Caja Laboral que mandó un aviso de magnitud sísmica en su incontestable victoria ante Bilbao Basket. Pero aparecieron individualidades de oro que dan optimismo al Madrid de cara a unas semifinales en las que, definitivamente y en menos de 24 horas, la Copa entrará en ebullición.