Pocius no cree en fantasmas

liga endesa | real madrid 78 - barcelona 74

Pocius no cree en fantasmas

Pocius no cree en fantasmas

Cinco puntos seguidos del lituano resuelven un partido que el Madrid dominaba al descanso pero que el Barcelona, sin Navarro y con Lorbek muy mermado, equilibró desde la defensa.

El partido necesitaba héroes, el Palacio necesitaba héroes y el Real Madrid, en plena aprensión, necesitaba héroes. Entonces apareció Martynas Pocius y se inventó dos canastas por físico y valor que inclinaron un Clásico de una vibración eléctrica. Un partido en el que cada equipo tuvo su momento y por eso llegó con 72-72 a los últimos noventa segundos. Ahí el Barcelona falló cuatro ataques seguidos y el Real Madrid ganó y evitó una derrota que hubiera sido traumática, tal vez un golpe en la línea de flotación de un proyecto en crecimiento primero exponencial y mucho más sufrido tras la salida de Rudy e Ibaka.

La buena noticia para el Real Madrid es que ganó al equipo que le ha amargado la existencia durante demasiado tiempo, al que ha acostumbrado a ponerle sin remisión ante el espejo de sus traumas y sus deficiencias. La mirada para la esperanza apunta a un segundo cuarto en el que el equipo impuso su velocidad de crucero (30-20) y con un acierto pletórico puso en jaque al Barcelona (48-36 al descanso). La mala, que la hay, es que no supo volar cuando parecía despegar y que estuvo en el borde del precipicio contra un rival que llegaba sin Navarro, la madre de todas las bajas, sin Perovic y con Lorbek muy mermado (-2 de valoración y la primera de sus dos canastas avanzado el último cuarto). Contra un Barcelona sin referentes capitales, que jugó muchos minutos en bonus y que casi no contó con Mickeal en el primer tiempo por faltas. Contra un Barcelona que hizo un 23% en triples y que pasó las de Caín para anotar con fluidez, el Real Madrid llegó al minuto final con todo en el alero. Lo malo es que no lo cerró antes, lo bueno que esta vez superó el temblor de pulso que le mató otra veces, la última en la Supercopa.

El segundo tiempo del Barcelona tuvo mérito. El equipo de Pascual dejó al Madrid en los mismos 30 puntos que había hecho en el segundo cuarto. Equilibró el rebote, forzó una catarata de pérdidas y malos tiros de su rival y pasó de sobrevivir a fluir a partir de una defensa extraordinaria, asfixiante. Apareció Mickeal (14 puntos, 10 en plena remontada), apareció un Huertas hasta entonces espantoso y arrimaron el hombre Ingles y Wallace. Un inicio correcto, un segundo cuarto nefasto y un segundo tiempo de una competitividad intachable dejó el Barcelona. Que perdió.

El Real Madrid, así es el baloncesto, perdió 48-54 durante los parciales primero, tercero y cuarto. En el ritmo de Pascual y con las defensas sudando sangre, arañó puntos gracias a Tomic (16+8) y Suárez (11+5). Ni Llull ni Sergio ni siquiera Mirotic tuvieron, casi siempre bajo control, un gran día. Así que lo mejor fue esa solvencia por momentos sufrida, la dureza mental en los instantes finales y ese segundo cuarto maravilloso: 28-30 pasado el ecuador, 48-36 en el descanso. Veinte puntos visto y no visto, en menos de cinco minutos, a la mejor defensa de Europa. Un éxtasis ribeteado por Pocius y dirigido por Carroll, que anotó tres triples sin falló y rajó a un Barcelona que se tragó demasiados bloqueos hasta los ajustes del descanso. El americano fue Navarro en el partido en el que no estaba Navarro y en el bando contrario al que siempre está Navarro. Sus 16 puntos tuvieron peso. Del primero al último: unos para el despegue y otros, cuatro muy importantes, para desatascar en el arranque del último cuarto al Madrid más dubitativo de toda la noche.

El partido dejó un duelo de estilos. Se esperaba. Dejó un final de infarto y dejó un millón de detalles. Los principales que el Real Madrid supo competir y ganar y que un Barcelona mermado bordeó una remontada improbable. Los dos equipos demostraron que si imponen sus armas son tremendos, un peligro al galope el Madrid, un bulldozer de pesadilla el Barcelona. El partido, en suma, era importante para los dos pero trascendental para el Real Madrid, que ganó y respiró, fuera complejos, en un Palacio a reventar. Un Palacio sin fantasmas.