Ojalá hubiera muchas jornadas como la de ayer en el baloncesto, que falta le hacen, con emoción plena­ y con dos aficiones pendientes de su equipo y del partido del rival, más allá de localismos. El pase del Madrid estaba en manos del Unicaja o de firmar una gesta sin precedentes en sus 55 años de historia europea.

El Bilbao las pasó canutas y los blancos completaron un partidazo en Siena, pero una vez conocido que los hombres de negro habían vencido por cuatro, necesitaban imponerse por 22 en Italia. Y se pusieron 14 arriba ya dentro del último minuto. La hazaña nunca estuvo al alcance, pero la exhibición madridista fue fantástica, de verdad. Cayó eliminado tras firmar su actuación más destacada del Top-16, la mejor de la temporada en cancha contraria junto a la final de Copa. Sensaciones magníficas ante un rival, el Montepaschi, que peleará por su quinta Final Four en los últimos nueve años.

El problema es que justo con la bocina final, el Madrid quedaba eliminado, tercero de grupo por detrás del campeón de la Lega y del Bilbao. Suspenso, descalabro, díganlo como quieran. Por talento y juego el Real debería ser un fijo en cuartos; sin embargo, dos días nefastos le condenaron. Se quedó sin comodines el día que cayó en el Palacio por 19 ante el Siena y se despidió en Miribilla, con aquella derrota por 24, que amenazó con hacer zozobrar el proyecto.

El Madrid es el primero que cae con cuatro triunfos en esta ronda en los últimos siete años. Y se despide con 102 puntos y 132 de valoración ante McCalebb­ y compañía, ante un adversario durísimo, un bloque experto y duro, un grande. El marcador al descanso era espectacular (53-52) y el acierto local en los triples, también: 9 de 13. Quizá faltara defensa en el inicio para soñar con una remontada de ciencia ficción. Matrícula en Siena; suspenso en el Top-16. Barça y Bilbao viven.