El Madrid pasó en unas horas del frío de Moscú a la calidez de Tenerife, pero no le alteró los biorritmos. Distinto rival, actuación calcada. Es posible que la plantilla acuse ahora la fatiga tras la gira NBA y que la semana, después de sumar 10.400 kilómetros por el aire, se le haya puesto un pelín cuesta arriba, y más con la baja de Llull­. Dejó de nuevo los deberes para el final, para unos dos últimos minutos y medio que, eso sí, resultaron antológicos.

La reacción del año. Remontó 12 puntos (82-70) con un parcial de 4-18. Si lo proyectáramos a 40 minutos, los de Laso hubieran anotado 288 puntos. La cifra da la magnitud exacta del sprint liderado por Carroll­ y rematado por Rudy (canasta ganadora) a pase de Sergio. Apoteósico desenlace que tapa bajo la alfombra las miserias blancas (defensa, concentración, ataque estático, juego interior...) y castiga sin hazaña el meritorio trabajo del Canarias, del veterano Guillén y de Saúl Blanco, de un recién ascendido que en vez de verlo ganado pensó que aún podía perderlo.

La espoleta que dio fuego a la reacción la activó Rudy con un triple a la vez que Slaughter recibía una falta. Cinco puntos seguidos. Luego cayeron diez de Carroll en sólo 1:37, con un último triple sobrecogedor para empatar a 86 a 30 segundos de la bocina. Tiempo muerto y Sergio presiona el saque: entre Richotti y Uriz la pierden. Queda un ataque y Sergio bota mientras sus compañeros se abren. Aclarado para que Rudy corte con espacio y reciba del base para encestar de espaldas. Ante el Khimki, falló­; ayer la clavó. Bien jugadas ambas. Saúl respondió con canasta... fuera de tiempo. El Madrid vuelve a presumir de la montaña rusa más vertiginosa de Europa.