Suspenso en italiano

euroliga | mapooro cantú 76 - real madrid 70

Suspenso en italiano

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Muy mal partido del Real Madrid en Cantú, ciudad maldita, que le complica el primer puesto de grupo. Sin Rudy y en un día nefasto de Mirotic, Jayce Carroll no bastó en un ecosistema hostil.

Old habits die hard, dirían los anglosajones: es difícil desprenderse de las viejas costumbres. Y el Real Madrid, este Real Madrid que tantas ventanas está abriendo y tantas cuentas sueña con saldar, sucumbió a su historia negra en Cantú, eterno divorcio con una ciudad en la que nunca ha ganado y cuyo nombre viaja en el eco de la vieja mística de sudor y lágrimas del baloncesto italiano, en reconstrucción tras años demasiado negros. Roma, Pesaro, Treviso, Caserta, Bolonia... el Real Madrid ha rendido en su historia cada una de esas plazas. Pero no Cantú. Cantú resiste en un Pala Desio con el aroma del viejo y salvaje Pianella. Ni siquiera con un visitante de altos vuelos y un anfitrión en la cuerda floja. Ganó Cantú, ganó la historia y ganó, lo pareció durante demasiadas fases del partido, el que más lo deseó.

Juegue bien, mal o regular, al Real Madrid se le presuponen más de 70 puntos. Pero es que jugó rematadamente mal durante demasiados minutos, indigestado hasta la repulsión por un tipo de partido, tan a la italiana, que no va con su estilo de verso libre. Cantú le echó el lazo primero, lo comprimió después y se llevó la guerra de supervivencia de los últimos minutos. Sigue vivo en un grupo en el que Panathinaikos amenaza ahora el primer puesto del Real Madrid, tres derrotas ya a domicilio. La ley de Europa, donde no vale lo que sí vale en la mayoría de partidos de la competición doméstica. Un buen aprendizaje. De aquí a la Final Four, no digamos en ella si llega, el Real Madrid se encontrará más planteamientos como este, hechos además por equipos mejores. Con más talento y más recursos.

Cantú, con algunas bajas importantes, exprimió los suyos hasta alcanzar un triunfo emocionante. Creó un ambiente irrespirable en el que Real Madrid ni corrió ni tiró con comodidad, defendió al límite, evitó los habituales parciales supersónicos con los que el equipo blanco transforma partidos, resistió cada embestida (casi todas de Carroll y alguna de Llull, con Felipe de obrero) y tuvo más acierto en los tiros finales. Con 68-65 y dos minutos por delante cogió dos rebotes de ataque y jugó tres posesiones seguidas, más de un minuto consumido y un triple final de Leunen que dejó el partido pendiente de la estocada, el tapón de Cusin a Llull en la siguiente jugada. Segundas opciones, ataques largos, masticados y pacientes, y tiros decisivos que llovían en el momento oportuno. Así ganó Cantú: 45-30 en rebotes (15-7 en los ofensivos, asunto crucial). Un triple más y mejor porcentaje, también en tiros libres (12/18 del Real Madrid). Muchas personales, ritmo sincopado, defensa y rebote. Una fórmula tan vieja como el propio baloncesto y aplicada a martillazos por Markoishvili (23 puntos, 6 rebotes), Tau (14+5+5 asistencias), Cusin (10+7) y Leunen (11+4). Más energía que talento y más fe que fuerzas pero un triunfo justo: 93-61 en una valoración que hace, a contranatura, justicia a los intagibles. El algodón no engaña.

El Real Madrid salió perezoso y necesitó más de medio cuarto y un 13-0 en contra para anotar su primera canasta de campo. Después vivió entre estirones que parecían bastarle y microsiestas que le devolvía al punto de partida: de 20-10 a 26-26, del 42-35 del descanso a 47-44, de 55-46 a 55-56, su segunda y última ventaja. Y del 60-60 al lento pero inexorable despeñe de un último cuarto en el que Laso no tuvo fórmula mágica. Malos ataques, malos tiros, heroicidades en conserva y despistes defensivos. Rudy y su espalda en el recuerdo, en ataque y en defensa, y Carroll (24 puntos) y Llull (17) como salvadores hasta que Cantú les negó por puro físico la sintonía. Sin ellos y sin Rudy el Real Madrid desafinó: no tuvo, por una vez, el talento suficiente. Sergio Rodríguez dio un par de cal y un puñado de arena y Mirotic se tomó el día libre: 2 puntos, 3 rebotes, 4 personales y una actitud defensiva impropia que agigantó otra vez a Felipe (11 puntos, 10 rebotes hasta donde le llegaron las fuerzas). Hettsheimeir no jugó, Begic fue mantequilla y Slaughter chocó con rivales tan duros como él. Nada por dentro, menos de lo habitual por fuera y la vieja Europa que te exige hasta afearte: derrota, la tercera en nueve partidos. Impensable en España, la realidad en una primera fase dirimida en un grupo, no hay que olvidarlo, de máxima exigencia.

El Real Madrid jugó uno de sus peores partidos de la temporada, con menos rival que en Atenas, y perdió. La lección es transparente, demasiado clara como para que Laso y los jugadores no saquen conclusiones. Europa exigirá mucho, no sólo talento y no sólo rachas formidables de anotación. Fuera del Palacio y fuera de nuestras fronteras, las canchas muerden y la historia es tozuda y orgullosa. Y esa historia se escribe en pistas como esta donde esta vez, otra vez, el Real Madrid suspendió con estrépito.