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La entrevista

Amaya Valdemoro: “Mi nueva vida tampoco está nada mal”

Amaya Valdemoro puso en diciembre el broche a una carrera llena de éxitos. Puro nervio, la eterna capitana decidió que su último partido sería con la Selección y así fue.

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Amaya Valdemoro: “Mi nueva vida tampoco está nada mal”

—¿Tuvo más nervios en la final del Europeo de Francia o en su despedida?

—(Risas) Pues yo creo que más en la despedida. Me temblaban las piernas muchísimo. No dormí muy bien esa noche, pero tenía ganas de ponerle el cierre a una vida, a una carrera.

—Lleva ya unos meses sin jugar, ¿qué echa de menos?

—El baloncesto en general, la rutina, el estar con las compañeras, los viajes... pero me voy amoldando a mi nueva vida, que no está nada mal.

—¿Una vida con partidillos de basket?

—Pues no. La semana pasada jugué una pachanga con amigos y ha sido la única vez en seis meses que he tocado un balón. Pero sí que el cuerpo me pide hacer deporte.­

—Eso le permitirá comer dulces, que he oído que ahora no se priva de nada.

—¡Tengo que parar ya! En el Plus se parten porque siempre llego con un donut, unos donetes... He estado muchos años cuidándome y ahora estoy aprovechando; que me apetece dulce, dulce, que salado, salado. Y he engordado sólo dos kilos.

—¿Cómo se preparó para ser comentarista de la Euroliga?

—No necesité ninguna preparación porque ellos buscan la lectura del exjugador, que podemos dar Loncar o yo. También hay que saber hablar en público y como tengo un poco de morro y no me asustan los micrófonos...

—¿Sale la Amaya jugadora en esas retransmisiones?

—Muchísimas veces. Por ejemplo, cuando digo cosas que no debería como ‘vaya chufa que se ha tirado’. Creo que una de las cosas que me caracterizan es la naturalidad. Aunque intente contenerme, sale Amaya.

—¿Le gustaría retransmitir baloncesto femenino?

—Eso sería maravilloso.

—Otro de sus nuevos retos es trabajar para que el Mundial 2018 sea en España.

—Ojalá, porque se le dará otra dimensión. Sáez en eso es el mejor, es innovador y siempre busca un toque diferenciador.

—Ha tardado en decir adiós al baloncesto. ¿Le picaba el gusa­nillo de seguir algo más?

—Cuando me vine de Turquía sabía y quería que mi último partido fuera con la Selección. Lo que tampoco me imaginaba es que iba a ser en una final europea y colgándome el oro. Ese día lloraba cada dos por tres.

—Todo un campeón del mundo como Gómez Noya dice que usted era La Jordan del baloncesto femenino.

—(Risas). Creo que se pasó un poquillo... Siempre he sido muy ambiciosa y yo quería ser la mejor. Lo he intentado. Para unos lo seré y para otros no, pero sí que estoy contenta del cariño que he recibido. Creo que es positivo que exista el debate de si ésta es mejor jugadora o peor que la otra.

—Este verano consiguieron pleno de oros europeos.

—Ha sido inolvidable y ojalá se repita, pero va a ser difícil.

—Estas son sus primeras Navidades sin baloncesto. ¿Qué le pide al 2014?

—Muchos títulos, salud y alegría, que ahora estamos todos de capa caída. Hay que mirar el lado positivo de las cosas. Yo ya no juego, pero estoy más con mis sobrinas, veo más baloncesto por la tele. Mi nueva vida tampoco está nada mal.