JIMMY BUTLER

De adolescente abandonado a guerrero perfecto de Thibodeau

A Jimmy Butler le echó su madre de casa porque no le gustaba cómo le miraba. Tenía 13 años. Hoy es titular en los Bulls y uno de los jugadores que más juega en la NBA.

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Los Bulls perdieron en Oakland ante unos Warriors que aplicaron su mayor talento y su estilo mucho más pirotécnico, cosa que no habían podido hacer dos días antes los Suns, que entregaron su pista a estos tozudos Bulls de Tom Thibodeau que se resisten a caer en picado y que siguen en zona de playoffs del Este y bordeando el 50% de victorias (ahora 24-25). La segunda lesión de Derrick Rose condujo al traspaso de Luol Deng y al mohín en el corazón de una ciudad cuyo equipo jugó una final del Este en 2011. No hace tanto pero parece que ha pasado una eternidad.

Los Bulls están en proceso de cambio, esperando a Rose y seguramente a Mirotic, agotando los días de Boozer y apoyado en Noah y también, y cada vez más, en Jimmy Butler, un alero de 24 años que se ha convertido en titular indiscutible y miembro de la guardia pretoriana de Thibodeau, un estudioso monástico del baloncesto que tiende a rodearse de sus jugadores de confianza y exprimirlos hasta el límite. Hasta el punto de que desde los despachos se le ha sugerido que debería repensar su distribución de minutos. Difícilmente lo hará. El libreto de Thibs incluye defensa, disciplina, esfuerzo colectivo y más defensa. Un baloncesto a ultranza creado para competir desde la siderurgia y aún más obrero sin los fogonazos de luz cegadora que aporta Derrick Rose. Un baloncesto que saca lo máximo de tipos como Jimmy Butler, hace dos años un perfecto desconocido y ahora uno de los jugadores que acumula más minutos en toda la NBA. ¿Su secreto? No rendirse. Ni en la cancha ni en la vida. Un guerrero: un chico de Thibodeau.

El gran sueño americano

La historia de Butler tiene ese toque de magia a la americana que a veces nos parece prefabricada pero que existe y que, deporte mediante, suele suceder a jóvenes de raza negra y clase social baja. Jóvenes como Jimmy Butler, que se crió en un suburbio de Houston, Tomball. Cuando era un niño murió su padre y cuando tenía trece años su madre le echó de casa porque, lo contó él años después, “no le gustaba la forma en la que le miraba”. Butler malvivió de casa de amigo en casa de amigo hasta que conoció en el instituto a Jordan Leslie, un jugador de baloncesto y fútbol americano con el que trabó amistad. Primero en las canchas, en interminables partidas de ‘21’ y después en casa de Jordan y enganchados a los videojuegos. Hasta que la madre de la familia Leslie, Michelle Lambert, decidió convertir en uno más de la casa a Jimmy Butler, que de repente tenía una familia. Y un futuro.

Cómo y quién es Jimmy Butler lo explica el hecho de que cuando Chad Ford quiso contar en ESPN esta historia antes del draft de 2011, él lo permitió con una sola condición: “No hagas que la gente sienta lástima por mí. Me gusta la vida que he tenido, me gusta los retos que he tenido que superar para ser la persona que soy ahora”. Y ese es Jimmy Butler, tozudo para conseguir que Marquette (la de Wesley Matthews y sobre todo la de Dwyane Wade) se fuera a buscarle a una universidad menor como Tyler. Tozudo para hacerse un sitio en ese draft de 2011 (número 30: Chicago Bulls). Y tozudo, como una mula, para pasarse su año de rookie metido en el gimnasio, jugando poco y entrenando mucho. Esculpiendo un físico privilegiado y reafirmando a martillazos una mentalidad a prueba de cataclismos: un chico de Thibodeau.

En su segundo año, la NBA descubrió finalmente a Butler. Una lesión de Luol Deng le dio la titularidad el 19 de enero de 2013 en un partido ante Memphis Grizzlies en el que sólo descansó… 17 segundos. En los siguientes cuatro partidos volvió a superar los 40 minutos en pista, promedio que también batió (40’8) en playoffs. Como sophomore demostró que se trataba de un excelente defensor capaz de encargarse de escoltas o aleros y de dejar todavía con la titularidad recién estrenada a Kobe Bryant en 16% y un mundano 31% en tiros de campo. Además, su inteligencia en ataque y su tiro en suspensión mejoraban a medida que pasaban las semanas.

Minutadas propias de gran estrella

Llegó su tercera temporada, la que debía se del repunte de los Bulls y ha sido de la lesión de Rose y la salida de Deng. Pero en unos Bulls detenidos en mitad de viaje, a la espera de coger un enlace entre el ayer y el mañana, Jimmy Butler se ha convertido en una pieza fundamental. Se ha ganado la confianza de Thibodeau con todo lo que eso significa: el pasado 15 de enero batió el récord de la franquicia al jugar 60 minutos en un thriller de tres prórrogas en el que Chicago batió a Orlando. Anotó 19 puntos, cogió 7 rebotes y repartió 6 asistencias. Y aseguró que hubiera jugado una cuarta prórroga que alguien “tendría que haber ido llamando al 911”. Thibodeau lanzó otro envite a los que cree que lleva a la extenuación a sus jugadores: “¿Los 60 minutos de Jimmy? Mi programa favorito de todo lo que puso ayer la televisión”.

Butler promedia esta temporada 12’4 puntos, 4’7 rebotes, 2’2 asistencias y 2 robos por partido. Con más peso en ataque (tira casi el doble) sus promedios han bajado pero ha ganado, en constante crecimiento, conceptos ofensivos e inteligencia a la hora de atacar el aro. Y juega mucho, muchísimo. Promedia 36’7 minutos por partido, una barbaridad que le pone a las puertas del top-ten de la liga. Un selecto club que integran básicamente estrellas y súper estrellas, jugadores fundamentales en sus equipos: Carmelo Anthony (38’8), James Harden (38’5), Chandler Parsons (38), Kevin Durant (38), Klay Thompson (37’9), Stephen Curry (37’8) Demar DeRozan (37.6), LeBron James (37’2), John Wall (37) y LaMarcus Aldridge (37). Un club al que pertenecería Luol Deng de haber seguido en Chicago. Fue el que más jugó la temporada pasada y estaba jugando 37’4 por partido antes de ser trapasado. En Cleveland ha bajado a poco más de 33 minutos. Cosa de filosofía y cosa de Thibodeau. En el extremo contrario, San Antonio Spurs: sólo Tony Parker supera la media hora en pista por partido (31’3).

Otro dato: sólo 33 jugadores en toda la NBA superan los 35 minutos por partido. Butler viaja muy por encima de esa cifra y escala puestos en el ránking de deportistas de hierro. Desde aquellos 60 minutos ante los Magic, ha pasado menos de un mes y diez partidos de Chicago Bulls. En ellos ha jugado 417 minutos, una brutal media de 41’7. En los dos últimos, 44 en Phoenix y 47 en Oakland… La forja de un tipo que nunca lo ha tenido fácil y que no conoce otra forma de vivir que pelear y creer. La marca de un alero cincelado por Tom Thibodeau, de invitado tímido a pieza integral del futuro de Chicago Bulls.