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Wolves: la manada de Love y Ricky, en peligro de extinción

El proyecto, en riesgo si no mejoran los resultados. El equipo es incapaz de solventar finales igualados: ha perdido 13 de 14 partidos resueltos por cuatro o menos puntos.

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Wolves: la manada de Love y Ricky, en peligro de extinción
Brad Rempel USA Today Sports

Sin Love, Pekovic ni Kevin Martin, los Timberwolves perdieron ante uno de los mejores equipos de la liga, Portland Trail Blazers. Hasta ahí, todo normal. El equipo de Adelman, de hecho, compitió a pesar de la precariedad de su roster y llegó con vida al desenlace: 93-98 a poco más de cuatro minutos para el final. Pero perdió y añadió más madera, aunque esta vez tiene excusas legítimas, a su nefasta capacidad para jugar finales igualados. En toda la temporada ha jugado catorce partidos resueltos por cuatro puntos o menos: ha ganado uno, ha perdido trece.

La situación, absolutamente inusual, provoca que los Wolves sean incapaces de alcanzar siquiera el 50% de victorias (24-27 ahora) y se alejen de los puestos de playoffs del Oeste (los cierra ahora mismo Dallas: (30-21). Sumamente inusual: como pierden muchas veces por poco y cuando ganan suelen necesitar un buen colchón tienen un diferencial de puntos que entra de lleno en el top ten de la NBA. Uno que en condiciones normales debería situarle en torno al 65% de victorias. La realidad: 47%.

Una vez, dos o tres, puede ser mala suerte o casualidad. Trece es un problema evidente de ejecución asociado a unos males que empiezan a ser endémicos en la plantilla y que ya no tienen que ver con las lesiones, presentes pero no en la dramática medida de la temporada anterior, con Ricky volviendo tras su operación de rodilla y Kevin Love jugando apenas 18 partidos. El problema tiene más que ver con que los anotadores fiables o no son especialmente proclives a crearse sus situaciones de tiro (Love, Martin) o no pueden jugar cómodos en situación de presión, caso de un Pekovic con los espacios comprimidos por la falta de efectividad exterior de Brewer y Ricky Rubio. Ejecución: eso separa al equipo que bordea el 50% de victorias del de playoffs. Y al simple animador de primera ronda del bloque con aspiraciones y opciones en el fuego real de las eliminatorias. Kobe Bryant, que tantas heroicidades ha hecho en postemporada, acostumbra a quitar hierro al momentum y a las rachas y suele insistir: ejecución, ejecución, ejecución.

Los males de los Timberwolves son claramente localizables y los movimientos del verano han arreglado poco. Es un equipo que no tira bien, a la cola de la liga en porcentaje de tiro (43’6%, entre los cinco peores) y desde la línea de tres (34’3%, también con sólo cuatro equipos por detrás). Y es un equipo con buenos defensores sobre el balón (Ricky, Brewer, Pekovic) pero discreto en conceptos defensivos colectivos. Los exteriores son ladrones no demasiado disciplinados y Pekovic y Love son demasiado discretos a la hora de defender el aro e intimidar. Resultado: ningún equipo pone menos tapones por partido, 3’6. Anthony Davis, el solo, pone casi 3’3 por encuentro.

Los Wolves, en definitiva, no han crecido al ritmo que se esperaba de uno de los proyectos con más futuro de la liga hace no tanto (y quizá todavía). Rick Adelman, el octavo entrenador con más victorias de la historia y el máximo de los que están en activo, estuvo a punto de dejarlo durante la temporada pasada por problemas de salud de su mujer. Siempre ha sido un entrenador al que sus jugadores han seguido a muerte y quizá también algo de eso se está resquebrajando. Un gestor de sistemas difíciles de defender y bonitos de ver, un gran creador de tiros liberados que tiene más dificultades que nunca para encontrar a quien generárselos. Kevin Martin llegó para generar un juego en las alas que brillaba por su ausencia pero la salida de Kirilkenko ha dañado al equipo en intangibles defensivos de forma igual de notable. Ricky no alcanza el siguiente escalón, asunto crucial que pende de su siempre aplazada mejora en el tiro, y Brewer no es el jugador que maravilló en Denver. Pekovic produce a destajo pero en pista no parece siempre el excelente complemento de Kevin Love que es sobre el papel y por las características de ambos. Love, de hecho, se está convirtiendo en un one man show (25’6 puntos, 13’3 rebotes, 4 asistencias por partido) y ya ha advertido que no anda sobrado de paciencia. Fía su continuidad a largo plazo a la capacidad del equipo para estar en playoffs… y algo más.

Y, al fondo, los Lakers. Love es de Santa Monica, jugó en UCLA y es sobrino de Mike Love, uno de los fundadores de los Beach Boys. Y más al fondo, la decisión de los Wolves de no darle un contrato de cinco años y dejárselo en cuatro con opción de salida al cumplirse el tercero… en verano de 2015. Tic-tac, tic-tac… La situación de Love es la espoleta de una granada que puede explotar si los resultados siguen sin acompañar. Sucede a los equipos que no consiguen pasar de aspirar a un futuro brillante a materializarlo.

En la NBA ser clase media no sirve. Se gana o se reconstruye. Y para estos Wolves que eran todo buenas vibraciones y promesas de tiempos mejores (la franquicia no juega playoffs desde 2004), el tiempo se puede estar agotando. Window of opportunity, lo llaman en Estados Unidos. Si el equipo ni siquiera está en las eliminatorias por el título, Love puede ser una patata caliente ya desde el próximo training camp. Y si Love termina saliendo, los Timberwolves cambiarán el registro y entrarían en una de esas transformaciones en la que, de repente, nadie es intocable. Así que los próximos meses serán claves para una manada de lobos hasta hace no mucho llamada a ser una de las sensaciones de la liga y a la que empieza a dar la sensación de que se le agotan los registros. Tic-tac, tic-tac...