Juanma Trueba

Historia de un vicio adulto

Soy japonés. Lo descubrí hace poco. La revelación me sorprendió al contacto con la NBA. Una aclaración antes de proseguir: yo no soy ni un gurú ni un experto; no me confundan con otro, se llevarán una decepción. Para saber de un deporte hay que llegar mucho antes, de niño, de adolescente a lo sumo. Yo me subí al tren de la NBA en marcha, cansado de no poder entrar en conversaciones que me resultaban de lo más interesante. No sé si esto le ocurre a todo el mundo: me gusta oír hablar de asuntos de los que no tengo la menor idea. De toros, de hípica, qué se yo... La diferencia es que con la NBA decidí aplicarme. Corría el año 2003, lo recuerdo bien porque fue la temporada del debut de LeBron James. Su irrupción se había anunciado como el inicio de una nueva era y no encontré mejor momento para incorporarme.

Por cierto LeBron apenas lanzaba a canasta en aquellos primeros partidos. Lucía tan imponente como ahora (o casi), pero, como novato que era, se mantenía en un discreto segundo plano. Más que timidez lo tomé por buena educación. James dedicó un tiempo a observar la Liga antes de iniciar una nueva era. Los campeones suelen ser tipos inteligentes.

En aquella época mi equipo eran los Grizzlies por la única razón de que Pau jugaba allí. La simpleza debería abochornarme, pero no consigo que me avergüence lo más mínimo. Después me hice de los Lakers, por supuesto, pero sin abandonar Memphis porque Navarro seguía allí. Toronto, Portland… soy un tipo con el corazón muy grande. O un japonés en toda regla.

Expliquemos lo de Cipango. Siempre me llamó la atención lo que se decía de los nipones en relación al fútbol. La frase se repetía en cada Intercontinental cuando se disputaba en Tokio: los japoneses no son seguidores de un equipo de fútbol, sino que animan a jugadores concretos y con ellos se cambian de camiseta. Me pareció una aberración insolente e indigna de la que ahora participo. Suele ocurrir con las aberraciones. Especialmente con las insolentes e indignas.

Como en todo harén hay una favorita (hablo de oídas), las tres últimas temporadas tomé la determinación de hacerme de Minnesota (léase de Ricky) y me compré el League Pass. Debo decir que me seducía tanto el talento de Rubio como el horario de sus partidos.

No es por presumir, pero apenas me he perdido encuentros de los Wolves. Mi conocimiento del juego no ha avanzado considerablemente (me lo recuerda Iñako Díaz-Guerra, con evidente desespero), pero siento por Adelman el afecto que se dedica a los tíos segundos y me veo en condiciones de escribir una tesis doctoral sobre la dislocada psique de JJ Barea. También sufro en silencio los porcentajes de tiro de Ricky.

A partir de estos mínimos conocimientos, intentaré hacerme un hueco en el espacio, cada vez mayor y más selecto, que AS.COM dedica a la NBA. Había pensado que ‘El intruso’ sería un buen alias. Pero este texto me ha servido un apodo todavía más descriptivo: un japonés en Minnesota.

Seguiremos en contacto.