BILBAO 73 - REAL MADRID 87

El Bilbao da la cara antes de la huelga pero el Madrid no cede

Difícil y emotivo partido en Miribilla. Felipe Reyes y Sergio Rodríguez destacaron en un equipo blanco que acabó haciendo el pasillo a los jugadores locales.

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El Madrid se presentó en Miribilla con muy buenos modales, afectado por la difícil situación del Bilbao Basket, con jugadores que han sido compañeros de club y de Selección. Amigos. No quería molestar, ni protagonismo, en una jornada reivindicativa de la plantilla y de la afición del Bilbao. “Vengo a ganarte, pero sin ofender a nadie”, era en resumen su mensaje de salida, se leía así en el lenguaje corporal. A jugar sin gestos, algo muy light, distinto. Difícil. ¿Resultado? 16-11 y eso que los locales habían fallado sus nueve primeros tiros de dos. Azorados por el momento, con tensión y deseo, pero sin precisión. Atrás quedaba la imagen de los jugadores abrazados en la presentación. Emocionante. 

Pero a Laso no le gustaba lo que veía, y lo dijo, como siempre, claro y rotundo en un tiempo muerto: “¿De verdad pensáis que el rival no va a jugar este partido, que no os va a pegar?”. Y, luego, se dirigió a Mejri, que acababa de entrar en pista, el primer relevo del quinteto titular. “Da igual que midas 2,20 o 2,60, si no te anticipas y dejas a Gabriel botar y botar, te la va a meter. Es el mejor del mundo haciendo eso”. Alto y nítido, mensaje recibido por Mejri y por un Madrid que reaccionó sin alharacas. Menos cuando el tunecino hizo un mate tras robo poniéndose una mano en la nunca, a lo Karl Malone, por ejemplo, y señalando después a su banquillo. La grada no se lo tomó bien —ni Laso— y Mumbrú le respondió con un triple y el mismo gesto en la siguiente acción. Había ya duelo sobre la pista, deporte, aunque sin Hervelle, que primero cometió una falta fea antideportiva a Rudy y luego se tuvo que marchar al vestuario lesionado. Le cayó encima Gabriel y se dañó la rodilla izquierda (posible esguince del ligamento lateral interno). 

En esta segunda fase del choque, liberado un pelín de las ataduras emocionales, vimos a un Madrid más habitual, sin ser tampoco el de siempre. Firmó un parcial de 0-10 (26-32) con Draper en pista, y también con Slaughter y Dani Díez. El base americano volvía a la acción tras cinco semanas sin jugar (fractura en el pie derecho) y permitió a Sergio Rodríguez pasar temporalmente al puesto de escolta. Por ahí su equipo encontró una vía de anotación. Porque bajo el aro ya estaba Felipe Reyes. Ganaron los tres últimos cuartos. Enfrente, los puntos de Bertans y la conexión Mumbrú-Gabriel. Los locales se revolvían; les faltaba calma: demasiadas pérdidas (16, por 13 de un rival muy alejado también de los dos extravíos de balón ante el CSKA que fueron récord de la Euroliga). Blancos mandaban, pero Los Hombres de Negro no soltaban la goma: 66-71, minuto 35. La incertidumbre la despejaron en un suspiro dos tiros libres de Reyes (gran actuación), una canasta de Sergio y un triple de Draper (66-78). Batida letal. 

Los segundos finales fueron ya sentimiento puro, sin coraza. Aficionados llorando, la plantilla llorando, pancartas en la grada, y el Madrid haciendo el pasillo a todos los jugadores del Bilbao en su entrada al vestuario, en señal de apoyo y solidaridad. Luego volverían a la pista reclamados por la hinchada. Que está con ellos, no con el consejero delegado, Gorka Arrinda, que no apareció por Miribilla. Desde ya el equipo se declara oficialmente en huelga indefinida. El agujero económico es de seis millones de euros y los impagos de hasta ocho meses. Si no hay una solución, no se presentará el domingo 30 ante el Barça. Dos incomparecencias acarrean la pérdida de categoría. Duro.