AS COLOR

El más noble y generoso servidor del todopoderoso

KAREEM ABDUL-JABBAR. El titular de este reportaje no es intuitivo, es la traducción del nombre de uno de los mejores jugadores de la historia de la NBA.

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El más noble y generoso servidor del todopoderoso

El 1 de mayo de 1971, justo el día después de guiar a los Milwaukee Bucks a su primer (y hasta ahora único) título de la NBA, un gigante neoyorquino llamado Ferdinand Lewis Alcindor Jr. cambió oficialmente su nombre católico por el islámico de Kareem Abdul-Jabbar: ‘El Más Noble y Generoso Servidor del Todopoderoso’. Sin entrar en contacto directo con grupos ruidosos de aquellos años, como los Panteras Negras o los Musulmanes Negros, el fenomenal Alcindor llevaba recibiendo enseñanzas islámicas desde 1968 a cargo de Hamaas Abdul-Khaalis, un ‘gurú’ musulmán de la secta Hanafi. La vida tormentosa de Abdul-Khaalis, que en 1973 vio cómo los Musulmanes Negros asesinaban a sus cuatro hijos y dos nietos, apartó al ya Abdul-Jabbar de los Hanafis de Hamaas y le reconduciría hacia la variante musulmana de los suníes.

Hamaas Abdul-Khaalis fue el ‘guía espiritual’ del coloso crecido entre Brooklyn y Harlem en los primeros años en la NBA (Milwaukee) del llamado Lew Alcindor. El vínculo entre Khaalis y su singular discípulo llegó a ser tan potente que el estrambótico Khaalis, suerte de ‘ulema’ o profesor musulmán, tuvo incluso la última palabra en la selección de la primera esposa del jugador (Habiba). Por añadidura, Hamaas también impuso que el jugador vetara la presencia en su boda de sus padres, ‘Big Al’ Ferdinand (policía de tráfico en Nueva York) y Cora Douglas-Alcindor. En 1973, el que ya era Kareem rompió vínculos con Hamaas Abdul-Khaalis; de paso, la decisión de borrar los lazos con su primer mentor islamista condenó el matrimonio de Kareem con Habiba. Pero aún pasaría una década hasta que, ya en Los Ángeles, el fantástico pívot neoyorquino pudiera recomponer la relación con esos padres a quienes había extrañado en su matrimonio coránico…

En 1971, el ya ex Alcindor se asomaba a las páginas de AS Color no por su imponente ascensión desde Milwaukee al Olimpo de la NBA, sino por la adopción oficial de su nuevo nombre: Kareem Abdul-Jabbar. El chico estilizado y monumental que se había revelado al mundo en la Power Memorial Academy (‘high school’) de los años 60, en Manhattan, fue el número uno del Draft en 1969, después de haber renunciado al equipo olímpico de EE UU para los Juegos de México de 1968. Sin entrar en asuntos religiosos, el jugador, entonces ya en la universidad californiana de UCLA, protestó de esa manera contra la ‘discriminación racial de los afroamericanos en los Estados Unidos’. ‘Gran jugador, alto, negro, muy inteligente y en una escuela católica: sin duda, Lewie es una minoría de un solo hombre’, definió en ‘Sports Illustrated’ el entrenador de Alcindor en Power Memorial: Jack Donohue. El mismo Donohue de Holy Cross que fue seleccionador de Canadá y que, según Kareem en su primera autobiografía (‘Giant Steps’, Pasos de Gigante), zahería frecuentemente al chico superclase a cuenta de su raza con frases como ‘estás actuando justamente como un negro (‘nigger’)’. “En cada atardecida de entrenamiento me iba quedando más claro de qué color tenía la piel”, escribió Alcindor- Jabbar en ‘Giant Steps’. Todas esas cosas fueron estampando sobre esa misma piel morena de Kareem un rastro de cicatrices de timidez, asocialidad e introversión que no le abandonaría durante toda su carrera.

En Power y en UCLA, a las órdenes del formidable entrenador John Wooden, Ferdinand Lewis Alcindor Jr. irrumpió con sus coordinados 218 centímetros de altura, poniendo música y movimientos casi de ‘jazz’ a una partitura desconocida en el baloncesto mundial. Wooden le moldeó y perfeccionó el tiro que iba a ser un arma letal, definitiva: el ‘Sky Hook’, el tiro de gancho (‘hook’) que llovía desde el cielo: ‘Sky’. Lew había empezado a trabajarlo en Power: junto a Jack Donohue invertían horas en lo que se llamaba el ‘Ejercicio Mikan’, recuerdo de George Mikan. Cuando aquel ‘Lewie’ de Donohue apareció en UCLA ya como ‘Big Lew’, a las órdenes de Wooden, la Asociación de Universidades de EE UU, NCAA, prohibió las canastas hacia abajo. UCLA ya tenía un soberbio equipo, que encima obtenía armamento nuclear con Alcindor: tres títulos nacionales consecutivos entre 1967 y 1969. Disciplinado por Wooden entre sicomoros, en el Pauley Pavillion del ‘campus’ de Westwood, la elástica sinfonía de Lew Alcindor y su gancho hizo subir al cielo los récords de anotación de UCLA, la famosísima Universidad de California en Los Ángeles: 26,4 puntos de media, 870 puntos en una sola temporada (1967), plusmarca de anotación individual en un partido (61 puntos), media de 29,0 puntos en esa temporada de 1967…

Todo esto llevó a cabo en UCLA Ferdinand Lewis Jr., el descomunal hijo de ‘Big Al’ Alcindor y Cora Douglas. A partir de 1971, en Milwaukee y con el sensacional Oscar Robertson como compañero de equipo, ‘Big Lew’ pasó a ser Kareem Abdul-Jabbar. Peregrinó a La Meca. A través de los años, el ya Kareem borró el doloroso recuerdo de Hamaas Abdul-Khaalis (‘exigía completa lealtad, no permitía la crítica, y el Islam no se trata de eso, el Islam es para que encuentres tu propio espacio’)… y en 1975 regresó a Los Ángeles, que había abandonado cuando se graduó en UCLA (Historia), en 1969. Un multitraspaso con los Bucks depositó en los Lakers al nuevo Kareem Abdul-Jabbar. Wooden, el Sumo Hacedor del ‘gancho del cielo’, seguía ganando títulos de NCAA en UCLA (Lucius Allen, Bill Walton)… y siguió llamándole ‘Lewis’. Pero en L. A. se abrieron muchas ventanas para Kareem Abdul-Jabbar: redescubrió el amor con Cheryl Pistono… y en 1979 iba a verse reamunicionado en la pista con la llegada a los Lakers de un base gigante y asombroso, ese tal Earvin ‘Magic’ Johnson. Se vio perturbado por un incendio que devastó su residencia de Bel Air y arruinó su fabulosa colección de discos de ‘jazz’. La casa se reconstruyó... las cenizas de los discos se disiparon entre el viento de los cañones de Bel Air y las autopistas de L. A. Conduciendo automóviles, Kareem vivía lo que describía como ‘guerra de guerrillas’.

A los 14 años de aquel regreso a Los Ángeles, ‘Back to L. A.’, la ciudad a la que decía que sólo había que ir de visita, Kareem Abdul- Jabbar se retiró del baloncesto profesional como capitán de los Lakers: ‘captain, cap’: su último partido fue el cuarto de la final de 1989 en la NBA, el 13 de junio de 1989 ante los Detroit Pistons, que en esa final liquidaron por 4-0 a unos Lakers sin los lesionados Magic Johnson y Byron Scott. Era domingo, un mediodía bañado de luz blanca en Inglewood y el área de Los Ángeles. En aquel partido, aquel domingo, Kareem jugó 29 minutos y anotó siete puntos, los dos últimos como profesional con un tirito a tablero, a 1:37 del final. Pat Riley le sentó para los restos cuando quedaban 24 segundos de partido, entre la ovación atronadora del Great Western Forum de Inglewood. En el tercer partido de aquella final, Kareem, ya con 42 años, aún había acumulado 24 puntos y 13 rebotes ante los pívots más rocosos y pandilleros de la NBA: Bill Laimbeer y Rick Mahorn, que provocaba a Kareem con el peor insulto: ‘old mother fucker’. Ese mismo Kareem que un año antes, en 1988, ante esos mismos ‘Bad Boys’, chicos malos y pistones de Detroit, había decidido un doblete de anillos para los Lakers (1987 y 1988), con sendos tiros libres vitales en la espesa agonía del sexto partido. Lo hizo como el ganador que siempre fue, el que John Wooden esculpió y el que, en una etapa puntual de los años 70, se dejó aconsejar por Bruce Lee, ‘El Pequeño Dragón’. Filosofaba Kareem: “Si tú estás perfectamente preparado para hacer tu mejor juego, entonces estás haciendo todo lo posible para el triunfo de tu equipo”.

Cuando se despidió de las pistas, Kareem sentenció en una recóndita y desvencijada Sala de Prensa del Forum, en el vestuario de Los Angeles Kings: “Lo que más he odiado siempre han sido los viajes y el despertador (…) ¿llega David Robinson a la Liga? pues que otros se las vean con él. Magic y James Worthy saben lo que tienen que hacer con nuestro equipo, con los Lakers”.

Pero ni Magic ni Worthy iban a sumar un solo anillo más a los cinco que los Lakers amasaron en el relampagueante ciclo del ‘showtime’ y de Kareem Abdul-Jabbar: 1980, 82, 85, 87 y 88. Aquel 1989 y con sus 42 años, Kareem empezó a vivir mucho más como el adolescente tímido que recorría Brooklyn y Harlem cantando al aire de sus ventanas las glorias y los títulos de los Brooklyn Dodgers, en el viejo Ebbets Field, y de los New York Giants de Mel Triplett: este ‘fullback’ de los Giants fue un ídolo del joven Lewis Alcindor, llevaba el 33… y su recuerdo y homenaje fue la razón vital de que el cuarentón Kareem Abdul-Jabbar se retirase con el número 33 en el uniforme. Con ese número 33, Lewis-Kareem firmó el récord de puntos de todos los tiempos en la NBA: 38.387, a media de 24,6 por partido. Ganó seis títulos, los cinco de los Lakers y el de 1971 con los Milwaukee Bucks. Fue elegido seis veces MVP, Jugador Más Valioso de la Liga, y otras dos veces MVP de las finales: 1971 y 1985. En esta última, la que los Lakers ganaron en el Boston Garden, Kareem ya tenía 38 años. Jugó la estupefaciente cifra de 19 partidos ‘All Star’, récord absoluto: naturalmente. Ha escrito libros de historia sobre los avatares y figuras de los afroamericanos estadounidenses y ha superado una peligrosa relación con la leucemia. En 2006, AS tuvo acceso a las oficinas privadas de Kareem en el aún reluciente Staples Center. Era cuando Abdul-Jabbar ajustaba con precisión de relojero los movimientos de otro joven gigante: Andrew Bynum. En aquel despacho del Staples, nos dijo entonces Kareem, entre alitas de pollo y fresas: “Pau Gasol engrandece a los Memphis Grizzlies (…); el baloncesto es un juego de equipo donde cada jugador debe ayudar, en su medida, para que los Lakers ganen más cosas, Kobe Bryant necesita más ayuda como Jordan con Pippen, o Magic conmigo; Bruce Lee era para mí un segundo John Wooden, era un maestro del autocontrol”. Aún tenía el aire del ágil, felino y casi adolescente superclase de Power Memorial a quien Jack Donohue definió como ‘una minoría de uno’. Pero allí, en 2006, y en aquel despachito de Staples, ya habían pasado cinco décadas desde los años de Harlem, Brooklyn y Power. Y Ferdinand Lewis Alcindor Jr. aparecía más que nunca como descargado por un gancho del cielo. El Más Noble y Generoso Servidor del Todopoderoso: Kareem Abdul- Jabbar.