SPURS 104-BLAZERS 82 (4-1)

El rey del Oeste vuelve a la final

Otra exhibición coral de unos Spurs que perdieron a Tony Parker problemas musculares. Los Blazers se quedaron muy cortos ante un equipo liderado por un excelente Leonard.

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El campeón del Oeste defenderá corona y espera rival del dramático (literalmente) duelo que todavía dirimen Thunder y Clippers, los dos mejor posicionados ya en el arranque la temporada para aspirar a usurpar su trono. Es la tercera final de Conferencia seguida para los tejanos, la novena desde que aterrizó Tim Duncan en 1997. Y la alcanzaron después de un día más en la oficina, otra de esas noches de ejecución perfecta y superioridad aplastante que sólo zozobró por la lesión de Tony Parker. El base francés apenas jugó diez minutos en el primer tiempo (no anotó) y se fue al vestuario con molestias en los isquiotibiales. Una amenaza de problema mayúsculo para lo que está por venir que a priori, y según el primer vistazo de los médicos, quedó en susto.

Sin su (hoy por hoy) mejor jugador, muchos otros hubieran pasado por apuros, como mínimo por una pequeña fase de ajuste dentro del partido. Los Spurs no. La preocupante noticia hubiera puesto al menos un poco nerviosos a casi todos los entrenadores de la NBA. No a Popovich, que lleva con los brazos cruzados y el gesto inmutable desde algún punto de la serie ante los Mavericks. Los Spurs ganaron por lógica, un profesor aleccionando en filosofía y biología a un alumno, Portland Trail Blazers, que tomó notas y que cierra una estupenda temporada que Lillard definió tras el partido en una palabra: crecimiento. Los Spurs ganaron por 22 y se han llevado por una diferencia media de más de 21 puntos (y anotando en promedio superior a 113) sus últimos cuatro partidos en el AT&T, el séptimo de la eliminatoria ante los Mavs y los tres que han jugado ante los Blazers. Ocho victorias más en su cubil y serían campeones: tienen ventaja de campo garantizada ante todo el mundo después de su 62-20 de la Regular Season.

El triunfo, además, marca el 109 en playoffs para el trío Duncan-Ginóbili-Parker, en el filo ya de superar al laker Magic-Kareem-Cooper. Historia en movimiento tras un partido con poca historia. Después de tomarse un día libre en el cuarto y permitir una modesta alegría a los Blazers, los Spurs pusieron ritmo de crucero y sacaron de pista a un rival que se sintió siempre inferior: lo era. San Antonio tiró al principio del partido (8-1) y Portland aguantó (19-19, primer cuarto); Tiró en el segundo parcial (45-30) y su rival hizo la goma (51-44 al descanso); Tiró para abrir el segundo tiempo (59-44) y empezó a ver lejos a un enemigo que ya boqueaba; Y tiró en el arranque del último cuarto para dejar definitivamente a años luz a unos Blazers que ya estaban iniciando sus vacaciones: 95-67 sobre el minuto 40. La ejecución sumarísima fue un despliegue en formato clínic, los de Oregon viendo en directo lo que quizá algún día sean: una coreografía perfecta en los dos lados de la pista, presión inteligente en defensa, circulación en ataque y una tonelada de puntos en transición. El 6-18 en pérdidas (3-12 tras el descanso) marcó el vía crucis de los de Stotts porque jugaban contra un equipo extraordinario que les obligaban a equivocarse y les hacía pagar cada uno de esos errores.

Sin Parker y con un Ginóbili discreto que se dedicó a dirigir el tráfico en ausencia del francés, los estiletes fueron primero Duncan (16 puntos, 8 rebotes) y después Mills y un Green que sumó 22 puntos, los mismos que en los cuatro partidos anteriores. Y siempre Leonard, ese héroe silencioso que no da titulares ni demasiados highlights pero al que se le cae el baloncesto de los bolsillos: 22 puntos, 7 rebotes, 5 robos y otra matrícula de honor en aplicación de la doctrina Popovich. Híper concentrado en defensa, inteligente en ataque y con una asombrosa capacidad para asumir el liderazgo que dejó vacante Parker con absoluta naturalidad. Después del paso por el dentista que fue dejar atrás a los Mavericks de Carlisle, esta eliminatoria ha sido un rodaje necesario para un equipo que parece otra vez listo para los grandes retos. Como siempre.

Para los Blazers queda un mal sabor de boca que durará apenas unos días. Han sido sacados de pista por una máquina supersónica que sólo ha dejado a su paso una estela negra y plateada. La que quieren seguir en Oregon, la que quieren seguir en realidad casi todos los buenos equipos. Los Spurs no eran los Rockets y Lillard y Aldridge tuvieron que sudar demasiado cada punto mientras que Batum y Matthews no tuvieron tiros abiertos. Sobre su defensa, todavía punto débil, se cebó Parker durante tres partidos y mientras pudo haber algún atisbo de eliminatoria. Demasiado rival pero una buena experiencia para un equipo al que casi nadie esperaba tan lejos, tan tarde en el calendario. En el año en el que debía crecer y aspirar a playoffs, ha volado por encima de las expectativas con un primer tercio de temporada primoroso y un triunfo en primera ronda para el recuerdo. Suficiente: su quinteto es uno de los más equilibrados de toda la NBA y su banquillo una asignatura pendiente. Pero a partir de un núcleo liderado por Aldridge (26’2 puntos y 10’6 rebotes por partido en playoffs) y la estrella deslumbrante que acompaña cada paso de Lillard (22’9 puntos, 5’1 rebotes y 6’5 asistencias de media en su primera visita a la postemporada: 23 años), todas las miradas estarán puestas en este equipo cuando llegue noviembre. Porque mitad de mayo sigue siendo hora de los que se esperaba y nunca fallan, hora de San Antonio Spurs.