SPURS 112-THUNDER 77 (2-0)

La brecha ya es un abismo

Exhibición para la historia de los de Popovich, que arrasan a unos Thunder sin respuestas y en los que se desconectaron hasta Durant y Westbrook. Green, 7/10 en triples.

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NBA

La paliza del segundo partido fue tan tremenda, tan incontestables la exhibición de los Spurs y la impotencia de los Thunder, que casi la única vía de fe que queda en Oklahoma tiene más que ver con la cabalística que con la realidad. El 2-0 en series de 7 da el pase el 94% de las veces. Con Popovich a los mandos, los Spurs se han visto en estas veinte veces y su balance es de 18-2, claro que (aquí viene un ejercicio de esperanza que ahora mismo parece muy forzado) una de esas dos derrotas fue ante… Oklahoma City Thunder, que convirtió un 2-0 como este en un 2-4 a su favor en la final del Oeste de 2012. También entonces fueron avasallados en el segundo partido (aunque menos: llegaron a perder por veintidós) pero entonces las cosas eran muy distintas. De hecho aquella serie pareció un cruce de caminos que ha terminado en el congelador. Los Spurs jugaron la final de 2013 y tienen cerca el match point para repetir en 2014. Desde entonces Tim Duncan casi no ha envejecido y han crecido mucho Leonard, Splitter o Green. En el otro bando Durant y Westbrook son mejores pero el equipo no. Todavía preguntándose cómo sucedió todo en el traspaso de Harden y sufriendo lesiones cruciales en momentos capitales: hace un año Westbrook, ahora Ibaka.

 Así que el problema para los Thunder está en que aquellos cuatro triunfos seguidos de hace dos años (con más de 18 puntos y 5 rebotes por partido de Harden, por cierto), no son tanto una bala en su crujida recámara como un recordatorio para los Spurs, que de ninguna manera bajarán la guardia: “En las duchas sólo se hablaba de lo que pasó entonces”, dijo Ginóbili poco después de participar en un desmantelamiento quirúrgico y despiadado de los Thunder: 112-77, la mayor diferencia en la historia de una final de Conferencia desde que, precisamente, los Spurs perdieron en 2001 ante los Lakers 111-72 (71 puntos entre Shaquille y Kobe). Otra cuenta saldada con la historia, que tiene a los de San Antonio viviendo en su recibidor: esta es también la primera vez que un equipo amasa una diferencia total de +52 en los dos primeros partidos de una final de Conferencia.

Los Thunder tienen ahora tres días para el descanso y (sobre todo) la reflexión, con el regreso a su pista como última coartada. Las opciones de que esta eliminatoria no se resuelva de forma supersónica pasan por ese tercer partido, peliagudo para un equipo que hará en ataúd el viaje de San Antonio a Oklahoma. Necesita soluciones en defensa y soluciones en ataque: necesita casi un milagro. Y necesita que Scott Brooks deje de jugar los mismos sistemas para Westbrook y Durant y aplique giros copernicanos en la rotación que deben ir más allá de meter antes en pista a Perry Jones o hacer por fin coincidir algunos minutos a Collison y Adams. San Antonio le está pasando por encima con los quintetos pequeños y con los grandes (esta vez probó con Durant de escolta y Jones de alero junto a dos interiores). Popovich está jugando al ajedrez con un Brooks que va siempre tres jugadas por detrás y lo que en el primer partido pareció una diferencia enorme pero con vías para la aproximación, en el segundo fue un abismo universal, casi un agujero de gusano que puso a los equipos en tiempos y lugares distintos: la inercia también es negra y plateada, nada sonríe a unos Thunder que, por cierto, nunca encajaron más de 105 puntos en el 4-0 amasado contra los Spurs en Regular Season. Los playoffs son otra cosa, claro, más allá de la crucial baja de Ibaka.

Este partido quedará como una de las obras cumbre de este maravilloso y eterno proyecto de los Spurs, una historia increíble que se ha narrado a sí misma desde que Tim Duncan debutó en la NBA en 1997, el año (perspectiva) en que se inventó el DVD. En absoluto trance, los tejanos han ganado siete de sus últimos ocho partidos en estos playoffs y lo han hecho por una diferencia media de casi 22 puntos. A los Thunder, sin Ibaka pero mucho más allá, les han metido 234 puntos en 48 horas, 120 de ellos en la pintura. Cuando Brooks intentó candar la zona, se encontró con una lluvia exterior que inundó sus almacenes: Green firmó un tremendo 7/10 en triples (15/21 en los últimos tres partidos) y lideró junto a Parker y Ginóbili un despegue que comenzó en el segundo cuarto y que facilitó un último parcial jugado ya sin titulares: más descanso para Parker (28 minutos), Duncan (28) y GInóbili (menos de 21), más malas noticias para unos Thunder que encajaron entre el segundo y el tercer cuarto un parcial de 67-36 que alcanzó momentos sonrojantes con la diferencia ya por encima de la treintena (91-60).

Los Thunder están en el abismo. Con sus quintetos más defensivos sólo anotan Durant y Westbrook (tramos de casi once minutos sin puntos de ningún otro jugador), con más energía de ataque se deshace una defensa demasiado ligada a lo que sucede en la otra canasta: los grandes equipos no bajan los brazos en defensa cuando el ataque se encasquilla y a los de Brooks les está pasando. Collison lleva en dos partidos 2 puntos y 5 rebotes, Perkins 7 y 13 y Sefolosha ha contabilizado un rebote, todavía sin anotar y con una serie de tiro que está en 0/9. Es un jugador en regresión que abre aún más la herida Harden, cada vez menos stopper defensivo y ya nada fiable en los tiros liberados. La parálisis general se llevó por delante esta vez a Durant y Westbrook, quince puntos cada uno con un horripilante 13/40 combinado en tiros (1/9 en triples). Los dos acabaron absolutamente frustrados y lo exteriorizaron a su manera: el alero desconectándose y el base cargando contra el mundo a ritmo de jugadas imposibles. Cuarenta tiros para treinta puntos de dos jugadores de semejante categoría son una hipoteca decisiva para un Brooks incapaz de encontrar fórmulas imaginativas para que Durant pueda tirar algo más cómodo. En total, los Thunder firmaron una serie de tiro tan mala que su antecedente más cercano en playoffs se remonta a los Rockets de 1998: 39% en tiros de campo, 10% en triples, 50% en tiros libres. Y 14 pérdidas, cinco en ese criminal tercer cuarto en el que los Spurs no sumaron ninguna, firmaron un extraterrestre 75% en tiros y navegaron por un parcial abierto antes del descanso que llegó al 45-16. Una masacre.

Y el caso es que, entre un primer cuarto animoso de Durant y un mal inicio en el tiro de los tejanos, el arranque fue un espejismo sideral: 24-26 en el primer cuarto, 36-36 en el ecuador del segundo y cuando volvió Durant a pista tras su primer paso por el banquillo. A partir de ahí, la demolición resultó histórica. Parker entró en calor y Green puso en marcha en mortero mientras Ginóbili hacía de todo un poco, Duncan jugaba a sus anchas (153 dobles-dobles en playoffs, a cuatro ya de Magic Johnson), Diaw demostraba que es el gran comodín de esta eliminatoria (se vire hacia el small ball o hacia todo lo contrario) y Splitter aireaba su enorme crecimiento como defensor y pasador a las órdenes de Popovich. Todo lo que es San Antonio Spurs se desencadenó en una sinfonía que primero fundió y luego enterró literalmente a los Thunder. Ayudas herméticas en defensa, presión sobre los anotadores rivales y puntos de toda clase y a partir de un juego de pase que lleva a los defensas varios segundos y unos cuantos kilómetros (o eso parece) por detrás. Sencillamente maravilloso, puramente Spurs.

Fue un mal día, uno de los peores, para los Thunder. Pero no fue casual. Todo lo malo que les pasó tuvo que ver con todo lo que hizo bien un rival del que ahora mismo no ven ni la estela. Todo lo que apunto el primer partido apareció en avalancha en el segundo. Ahora mismo es un equipo sin soluciones para las virtudes del rival y sin más arma que dos súper estrellas oprimidas porque ese rival sí tiene soluciones para ellos. El plan de Popovich avanza en formato aniquilación y Brooks es ahora un tipo demasiado pequeño al fondo de un banquillo esmirriado. Queda camino y queda serie y hace dos años con estos mismos equipos se volteó este mismo 2-0. Pero eran las mismas camisetas, no los mismo equipos. Y ahora mismo aquello parece más una rareza de enciclopedia que un vía de escape que sólo podría reabrir un advenimiento más allá de lo divino de Durant. Y, al menos a juzgar por lo visto en este arranque de serie en el AT&T Center, ni así estaría demasiado cerca. Con una enorme vía de agua en la línea de flotación, los Thunder tienen que encontrar un modo de ganar cuatro partidos de cinco a los Spurs. Misión casi, casi imposible. Y más ahora que la brecha parece ya un abismo.