Hace dos meses, la ACB lanzó un jarro de agua fría sobre Miribilla. “Bilbao queda excluido de la Liga”. Sentencia de muerte. Una determinación sin precedentes. Pero cuando empezó a sospechar que le iban a cerrar las puertas de la patronal de baloncesto, la franquicia vizcaína inició una labor de zapa importante con Miguel Cardenal, presidente del CSD. Movió todos los resortes posibles y logró sensibilizar al Tribunal Administrativo del Deporte de que en tres años el club, que arrastra una deuda de seis millones por la nefasta gestión de Arrinda, pondría sus cuentas en orden.

El nuevo consejo cerró acuerdos en tiempo récord. Primero, las quitas con los acreedores, incluyendo Arrinda y su agencia de representación y también Grimau y Gabriel (sólo falta por dar carácter oficial y garantías absolutas de pago en el finiquito). Hay un patrocinador para dos años, la empresa de seguridad digital WISekey, y se va a elevar un monumento a jugadores como Mumbrú (se reunió con la ACB y movió hilos en las más altas instancias baloncestísticas y políticas nacionales), Raúl López y Hervelle, santo y seña de la franquicia. Como Bertans, un recién llegado. Sito Alonso fue capaz de decir no al Baskonia por un ofertón bilbaíno y se la jugó aguardando la fumata blanca. “Merecía la pena esperar”. El segundo elegido, Lapeña, no tuvo esa paciencia y voló.

El Bilbao confirmó ayer la cesión del alero Dejan Todorovic, procedente del Unicaja, para cerrar la plantilla. Dará descanso a Mumbrú y se estrena en la Liga Endesa. El efecto Miribilla seguirá latiendo en ACB. Ante la agonía, un 90% de los socios han renovado su abono y se llegará a los 8.000.