La NBA de Fernando Martín: el mundo perdido

Van a cumplirse 25 años de la súbita desaparición de Fernando Martín Espina, el primer español que jugó en la NBA… y ya han pasado otros 28 desde que ‘Superfernando’ hizo su debut en el Memorial Coliseum de Portland ante los excelentes Seattle SuperSonics que capitaneaba Tom Chambers. De Fernando, ‘FM’ o ‘FM10’ (así gustaba de firmar) se admiraba sobre todo el valor: Juan Corbalán solía decir eso. A Martín se le podían haber aplicado perfectamente aquellos curiosos y alegres versos que Rafael Alberti dedicó al general Ignacio Hidalgo de Cisneros y López-Montenegro, jefe de la aviación de la II República: “Era todo gracia, era/todo valor, todo hombría./Su juventud verdecía/dondequiera que estuviera”. En aquel Portland de 1986 (ciudad en la que FM precedió a Drazen Petrovic, Arvydas Sabonis, Sergio Rodríguez, Rudy Fernández, Víctor Claver…) Fernando Martín pisó un territorio desconocido (literal: uncharted territory), trazando lo que sí cabe definir como ‘una raya en el agua’.

En 1986, Fernando Martín llegó a Portland en plena Era Dorada de la NBA. A las órdenes del oscuro Mike Schuler como entrenador-jefe… pero bajo la guía de Rick Adelman como técnico especialista en hombres altos, Martín promedió 6,1 minutos en pista durante 24 partidos de la campaña 86-87, con 0,9 puntos y 1,2 rebotes de media. Insistió en que su nombre fuera rotulado en las equipaciones de los Blazers con esa tilde en la ‘i’ que inicialmente no se habían planteado coser en los talleres de Portland de McGregor, la firma que tenía la exclusiva de la ropa de juego en aquella NBA: esa fue la primera temporada en la que el ‘logo’ con la efigie de Jerry West se exhibía en el borde superior izquierdo de las camisetas, algo que también acaba de cambiar.

En aquella NBA 1986-87, Martín desembarcaba en plena ‘Era Dorada’ (Golden Era) de una Liga que en aquel momento relucía ante el mundo con nada menos que 20 futuros ocupantes del Salón de la Fama. Iba a ser la temporada final en la Liga de Julius Erving, Doctor J. Pero con y contra el Doctor de los pies alados, las zarpas y los planeos interminables se alzaban y combatían los Celtics de Larry Bird y Kevin McHale, los Pistons Bad Boys de Thomas, Dumars y Rodman, los Bulls de un explosivo Michael Jordan, los Jazz de Stockton y Karl Malone… y los Lakers de Magic Johnson, Kareem Abdul-Jabbar y James Worthy que, en definitiva, conquistarían el anillo en sus finales de despedida con los grandes Celtics de Bird: campeones en 1985-86. Ese tiempo dorado que ya se nos fue estuvo consagrado por demostraciones o shows de este calibre: el 4 de febrero de 1987, en el Forum de Inglewood (que aún resiste en pie) esos Lakers del showtime y de Pat Riley desataron una tempestad histórica sobre los pobres Sacramento Kings, a los que ametrallaron con 29-0 de salida y 40-4 en un primer cuarto con 65,1% de acierto en el tiro, de paso para el 128-92 final. Sin comentarios.

Aquella NBA de Fernando Martín (que volvió a España y al Real Madrid en el verano de 1987, harto de soledades, de la burocracia hermética de Schuler y del cielo húmedo y opaco de Portland…) era otro mundo, un mundo ya perdido se mire por donde se mire. En 1986-87 aparecían 23 equipos en la Liga: hoy son 30, casi un tercio más. A los que vivimos aquella Época Dorada, en los mejores momentos de Joaquín Sabina y Viceversa, nos resulta un poco 'demasié'. Los jugadores (y todo el entorno) ganan mucho más dinero, como es lógico. Se ha producido el consabido desembarco internacional, que arrancó de verdad en 1989. En 1986, Fernando Martín emergía en EE UU como una cabeza de puente, una novedad o fenómeno exótico, casi de feria… y hoy tenemos allí en la NBA casi a una Selección española al completo. ¿No es un poco too much?: de los pabellones o recintos que acogían a aquellos 23 equipos, solo se sigue jugando oficialmente en uno, tal cual: el Madison Square Garden, en Nueva York. En el Arena de San Diego y en el de Los Ángeles aún se dan a veces algunas exhibiciones de pretemporada. También en la Mecca de Milwaukee. De vez en cuando, y si hay pista, a los Lakers les da por hacer un nostálgico entrenamiento en ‘su’ Forum, en Manchester Boulevard. En Oakland, y en solar del Coliseum se alza, casi ladrillo por ladrillo, el Oracle Arena.

Buena parte de los otros ancestrales estadios, arenas o coliseos están demolidos. No existen ya el Omni de Atlanta, el Chicago Stadium, el Boston Garden, el Spectrum de Philadelphia ,el McNichols Arena de Denver, el Kingdome de Seattle (donde se jugó el All-Star Game de 1987, con una audiencia brutal), el Silverdome de Pontiac, el Reunion Arena de Dallas, el HemisFair Arena de San Antonio, el RCA Dome de Indianapolis, el Richfield Coliseum de los suburbios de Cleveland, Ohio (in the middle of nowhere)… ni siquiera el Orlando Arena que albergó inicialmente a un club, los Magic… que ni siquiera existía cuando debutó Fernando Martin. Todos esos recintos fueron condenados por la aparición de los luxury boxes, los palcos para multimillonarios, invitados y corporaciones que tanto dinero dejan. Algunos otros, como el Summit de Houston (y el mismo Forum) se han reciclado para uso de templos y congregaciones más o menos religiosas. En Portland, el Memorial Coliseum de los Blazers de Fernando Martín continúa existiendo como ‘Veterans Memorial Coliseum’, ya con valor oficial de reliquia histórica: en 2007, el Coliseum acogió una final de Copa Davis entre EE UU y Rusia

Ese mundo se ha perdido, se disipa por días entre el océano del tiempo y los palacios de la memoria. Pero el impactante recuerdo de Fernando Martín Espina y de aquellos días del Doctor J, de Larry, Magic, Michael, Kareem e Isiah… aún habita entre nosotros: fueron aquellos días del trueno.