CLIPPERS 98-RAPTORS 110

Enormes Raptors, tristes Clippers

El mejor equipo del Este acelera en el último cuarto y saca de rueda a unos Clippers que no encuentran su ritmo. Lowry ganó la guerra de bases a Chris Paul. Gran Valanciunas.

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Los Raptors son el mejor equipo de la Conferencia Este, ya 23-7 aunque llevan una tonelada de partidos sin un All Star como DeMar DeRozan y después de ganar en la pista de los Clippers, primera cita de una dura gira por el Oeste (ahora Denver, Portland, Oakland y Phoenix). Curioso: cierran paso por el Staples con derrota ante los Lakers y victoria ante los Clippers. Lo que hasta hace unos años era costumbre y ahora suena tan anormal. Los Raptors son un excelente equipo de baloncesto, un ultra efectivo engranaje al que se suele subestimar porque sigue habiendo mucha gente que no se para a pensar en lo bueno que es Lowry, lo mucho que está creciendo Valanciunas o el excelente entrenador que es Dwane Casey. Los Raptors tiene proyecto y estilo y quizá por venir de ese rincón tan al norte (el espíritu de su ‘We The North’) muchos parecen estar siempre mirando para otro lado. Avisados quedan.

En una fría sesión matinal, los Clippers jugaron desacompasados, sin llegar a entrar nunca en calor. Empezaron mal y terminaron peor: de un 78-78 casi al final del tercer cuarto se pasó a un 84-98 en el ecuador del último cuarto. Un 6-20 en poco más de seis minutos que dejó tiritando a un equipo que no da con la tecla y que no se parece al aspirante a campeón que transitó por la última Regular Season hasta que se estrelló contra los Thunder en playoffs. Sin highlights que llevarse a la boca, sin velocidad de juego y con una defensa impropia de Doc Rivers (Toronto anotó 61 puntos tras el descanso). Sin apenas aportación del banquillo más allá de Jamal Crawford y con Blake Griffin (22 puntos, 6 rebotes y 5 asistencias: sólo dos puntos en el naufragio del último cuarto) en versión notable pero no súper. Muchas de las miradas apuntan a Chris Paul, que por primera vez en mucho tiempo no parece el mejor base de la temporada (al menos hasta los playoffs). Unos cuantos que zumban en sus oídos como bólidos, uno de ellos Kyle Lowry: 25 puntos, 7 asistencias. Paul, 10+8 con un 3/12 en tiros que retrató su ratíquico partido, su preocupante lenguaje corporal. Así están los Clippers: 20-11, bien algunos días y muy discretos muchos otros. Con peor aspecto ahora mismo que Warriors, Blazers, Rockets o Grizzlies y presuntamente menos fiables a la hora de la verdad que Spurs o Thunder. En este Oeste, estos Clippers están en problemas.

Durante más de medio partido, a los angelinos les sostuvieron los tiros desde media distancia de Griffin y los triples, que después se esfumaron (de un 9/14 en el tercer cuarto al 12/25 final). Un bloque que parece aburrido, casi saciado cuando en realidad no ha logrado nada. Una extraña y anticlimática sensación de la que sacaron provecho unos Raptors que son todo lo contrario: felices, activos, emergentes. Su excelente segundo tiempo estuvo ribeteado por apariciones decisivas de Lowry (siete puntos seguidos para activar la primera brecha: 68-76), Vasquez (8 puntos en el despegue final: 80-93) y Lou Williams, que había fallado todo hasta que metió dos triples estratosféricos seguidos: 86-101, game over. Los Raptors fimaron un 8/10 en triples en el segundo tiempo, abusando de la débil defensa exterior de los Clippers, perdieron menos balones y ganaron la batalla del rebote con un Valanciunas que cada día más fuerte: 22 puntos, 11 rebotes y un pulso ganado a un DeAndre Jordan que cogió 20 rebotes pero tardó más de medio partido en anotar y acabó con 4 puntos.

La sensación del partido no fue de choque de trenes sino de un gran equipo que ganó cuándo y cómo quiso a otro sencillamente mediocre. Y todo eso sin DeRozan pero con un conocimiento excelente de sus virtudes y sus defectos, una defensa inteligente y un ataque colectivo y paciente. Nada en estos Raptors desentona ni parece accesorio. La mano de Dwane Casey, un técnico todavía infravalorado (¿hasta cuándo?) pero uno de los madrugadores aspirantes a Entrenador del Año. Sin duda.