BILBAO 93 - BASKONIA 75

Vergonzosa trifulca entre equipos en Miribilla

El Bilbao ganó al Baskonia y los jugadores se enzarzaron en una tángana en la parte final. Dejan Todorovic y Shengelia comenzaron la pelea.

Bilbao
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Miribilla asistió a uno de los capítulos más vergonzosos de su joven historia. Ya se registró algo parecido en un partido de la Eurocopa, con Matt Walsh como diana de los golpes. Con 91-75 y 7,2 segundos por desarrollar, Dejan Todorovic iba a ejecutar una sencilla bandeja y Shengeila fue por detrás y le desequilibró un poco en el aire. El primero entonces quiso tomarse la justicia por su mano y le dio un pechazo al georgiano cuando éste, de espaldas, se retiraba por línea de fondo. Empezaron a salir jugadores por todas partes a lanzar mamporros como en una reyerta barriobajera. La trifulca fue ganando una zona en la que se encontraban operarios del Bilbao y aficionados. Un niño se vio en medio del lío. Luego le pidió perdón Shengelia al crío, de Baskonia.

Uno de los hermanos Diop hizo amago de coger una silla y lanzarla a los de Bilbao mientras Dairis Bertans lanzaba puñetazos como en un ring. El exjugador Sergio Sánchez, ahora en la Fundación del Bilbao Basket, entró por medio con poco ánimo de apaciguar. Todos desfilaron a vestuarios. Primero lo hicieron los que originaron el incendio, y se lanzó una botella a Shengelia. Se quedaron cuatro baloncestistas por bando y Colom lanzó dos tiros libres para concluir ese bochorno. “Por el bien del baloncesto mejor no hablar de ello”, zanjó Ibón Navarro. “Me quedo con lo bueno, los que han intentado poner paz. A nadie le gusta esto, se podría haber evitado”, agregó Sito Alonso. “No hicimos nada para que pasara esto”, despejó Mumbrú. Y en la grada, los padres de los Bertans (la madre de negro y el padre de azulgrana) se supone que incrédulos. Ya al inicio hubo algún problema con parte de los 250 baskonistas que llegaron al pabellón. La Ertzaintza tuvo que tomar medidas. Todo ello empañó el homenaje a Mumbrú por sus 200 partidos en la franquicia de Bilbao.

Fue el triste colofón a un partido de claro color local, hasta con el ‘average’. Un tsunami barrió al Baskonia en el derbi de la vergüenza. El estreno del Bilbao en la ACB fue un cataclismo: 57-104. El último referente no le llega al talón, pero ahí estuvo en algunos instantes. Se puso 75-51 tras abrir las compuertas en el tercer cuarto y el equipo vitoriano no pudo poner puertas ante un vendaval de baloncesto. Por ganas, por la forma de atacar el aro, por piernas, los ‘Hombres de Negro’ se dieron el mayor festín contra sus vecinos del sur. El Laboral Kutxa llegó a casa el sábado al mediodía, sí, tras una paliza física en el Abdi Ipekçi, pero no se sostiene una imagen tan patética. Bajó los brazos cuando vio venir la marea y su heterogéneo colectivo pisoteó el orgullo de otras versiones baskonistas que pasearon el escudo por estos derbis con tanta pasión. Frente a ello, los vizcaínos llevaban toda la semana, con un par de días de descanso incluidos tras caer en cuartos de la Copa, afilando sus garras.

El Bilbao superó a su rival en todo. Lo aplastó a placer. Pero el punto más emergente fue el cinco. Marko Todorovic generó de cara al aro lo que quiso. Su repertorio desde el poste alto fue brutal y luego completó de espaldas. Fue aquel Splitter de otras veces, el Scola de tiempos pasados… Los postes de Ibón Navarro (Iverson y Begic) son pesadotes, poco móviles y persiguieron sombras toda la tarde. ¿Y los escoltas? Pues lo mismo. Los locales rompieron desde el uno contra uno y si no contienes el primer movimiento, el esquema se reduce a cenizas a no ser que tires ayudas como un loco.

No hacía presagiar tamaño castigo el amanecer del derbi. James metió esos mates cogiendo el carril central y Colom inventaba sus pases de la nada, aunque no fueron los actores principales. El Baskonia incidió con Begic. El segundo acto fue un barrizal. Cada canasta era levantar un edificio ladrillo a ladrillo. Tras el descanso, desató los truenos Hevelle con un triple. Quiso responder Causeur con dos canastas seguidas, pero la revolución estaba en marcha. Bertans seguía ganando el pulso de los hermanos letones y el Bilbao hizo algo magistral: se trabajó el partido a media pista, no dejó correr jamás a un Baskonia que, con Navarro, se ahoga si su línea exterior no juega en transición, a campo abierto. Trabó Sito el partido, que no encontraba acierto exterior y exprimió los detalles: una pérdida, un rebote ofensivo, un balón suelto… La segunda parte cambió la versión: hubo más acierto de fuera y anotación del perímetro. El Bilbao salió muy concentrado del vestuario y metió la directa.

Por el contrario, el Baskonia apenas aprovechó las segundas opciones a partir del rebote ofensivo. A Bilbao le cuesta coger el pulso cuando entra en escena la segunda unidad, pero cuando controla los partidos desde la defensa todo va engrasado. Sus bases estaban incómodos, amargados. Tuvieron dos o tres opciones de contraataque que tiraron a la basura y lo demás fue toparse con mucha organización defensiva. Hervelle y Marko Todorovic se adueñaron de la escena, y Mumbrú se metió un rato al cuatro para destrozar más con la versatilidad. Las lecturas del juego eran deliciosas para los pupilos de Sito, que tenía porcentajes casi perfectos en el tercer cuarto. Hervelle forzó tres faltas y anotó como un crack. El 71-49 a falta de nueve minutos era terrible. Luego empezó Latavious a agujerear el aro con mates: 75-51. Dejan sentó a Saneme, que es el termostato de este Laboral Kutxa irregular. Aún así, supo maquillar el tanteo, pero no lo suficiente para llevarse el ‘average’ (era de +12). Lo del final es la página más negra de la historia en el baloncesto vasco.