VALENCIA BASKET 93- BARCELONA 73

Gran Valencia, minúsculo Barça

El equipo de Duran puso intensidad, corazón y má talento que un rival que se derrumbó de forma estrepitosa en el último cuarto y que llega a las 8 derrotas en esta Liga Regular.

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El Valencia había perdido dos partidos seguidos de Liga y está en medio de una peliaguda eliminatoria de Eurocopa en la que viajará a Rusia con un punto en contra ante el Khimki (75-76). Sigue sin Lishchuk, reservó a Nedovic y lanzó a un Dubljevic mermado. Así que el Valencia tenía excusas pero las apartó a un lado y compitió, electrificó La Fonteta e hizo lo que se hace para ganar partidos gordos de baloncesto: puso energía, recursos, corazón. Con eso hasta le recuperó el average (como mínimo para darse un gustazo) de la ida (76-57) a un Barcelona triste, sin alma y con un rumbo cada vez más difuso. Un Barcelona que ha perdido ya ocho partidos (17-8), uno más que en toda la última Liga Regular, que ya no fue especialmente brillante (27-7). Y que desde que comenzó a rodar cuesta abajo en la visita a Sevilla acumula un penoso 2-7 a domicilio.

El Barcelona sigue siendo casi incapaz de competir cuando juega fuera de casa en Euroliga y fuera de casa en ACB. Un asunto que, dado su potencial para construir plantillas, debería ser más contexto que coartada. El Barcelona se desangra en los últimos cuartos, sin carburante y sin referentes: 25-13 hoy, a merced del Valencia, pero también 23-13 ante el Granca, 20-13 en Bilbao, 26-10 en Santiago ó 18-31 y 23-30 en las victorias en su pista ante Alba y Fuenlabrada. El Barcelona parece incapaz de hacer todo bien a la vez: cuando anota y ataca con estilo no defiende (28-24 en el primer cuarto), cuando aprieta atrás se queda sin puntos (4/5 en triples en el primer cuarto, 2/13 en los tres siguientes). Cuando circula bien y saca buenas posiciones, falla los tiros. Cuando defiende bien 20 segundos, se despista o comete una falta tonta en los cuatro restantes, al límite de la posesión. Y encaja. Encaja, encaja y encaja. Y así se va erosionando su plan, la defensa mata al ataque y este devuelve señales mortecinas a la retaguardia. Plomos fundidos.

Los problemas, los coyunturales y los estructurales, del Barcelona son conocidos por cualquier aficionado que haya visto apenas un puñado de partidos: falta defensa, intimidación y rebote (esta vez sólo 1 de ataque, 30-17 total) en la rotación interior y falta continuidad en la exterior. Abrines volvió tras su lesión en Las Palmas pero todavía no está, Hezonja ha desaparecido, Oleson trata de reencontrarse, Jackson ya no juega y Navarro llegó agotado al final. Veteranos muy veteranos, jóvenes y muy jóvenes y un ya infaltable enredo de un puñado de minutos que le obliga a jugar cuesta arriba. Esta vez tocó en el tercer cuarto: de 46-50 tras un 0-8 en el minuto 22 a un 65-54 en el 29.

El Valencia, con sus errores y sus altibajos, no dejó nunca de moverse, de esforzarse, de meter ritmo e intensidad, de defender al filo de un baremo arbitral casero… todo lo que tenía que hacer y también más talento que su rival. A cada reacción del Barcelona, que esprintaba en cada estación pero se le cerraba la puerta de cada vagón en las narices, encontró respuestas, casi siempre en los triples (14/28) de Van Rossom, Aguilar (4/4) y Ribas (5/5). O si no de la mano de un Loncar que se bastó en la zona contra esa rotación interior del Barcelona que parece tantas veces, y si miras el talonario resulta intolerable, una colección mal avenida de retales. Esta vez no se salvó ni Tomic. El Barcelona estuvo en partido 33 minutos (71-66) ante un rival que mostraron flaquezas, casi todas con olor a cansancio, en cuanto hilaba un par de buenos minutos. Después se despeñó y terminó desquiciado y desnortado: con la cabeza baja.

Sencillamente ganó el que quiso ganar, el que exprimió sus recursos y remó hasta el final: el que jugó mejor al baloncesto. El Valencia mostró el saludable espíritu Duran con el que irá a por la remontada en Rusia y a asegurar los playoffs, primero, y dar algún susto de muerte una vez allí. El Barcelona pasó sonámbulo por Valencia, obcecado en sus errores, desconfiado y sin plan ante cierto tipo de partidos ni energía para dos choques exigentes fuera del Palau por semana. O eso parece. Impropio, en definitiva.