HOUSTON ROCKETS

Dwight Howard tiene en su casa 50 armas... y 20 serpientes

Colecciona bazukas y ametralladoras multicañón y va a galerías de tiro porque "eso es lo que se hace en Texas". El pívot asegura además que ha aprendido a ser un gran padre.

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Dwight Howard tiene en su casa 50 armas... y 20 serpientes

Diwght Howard toca ya la segunda ronda de playoffs con sus Rockets 2-0 ante unos Mavs consumidos por unos problemas derivados, casi todos, de la mala mezcla y peor solución del experimento Rondo. El pívot, después de otra temporada marcada por problemas físicos (la rodilla, esta vez), ha firmado en los dos partidos jugados en Houston 19,5 puntos, 8,5 rebotes y 3,5 tapones en apenas 25 minutos de media en pista. Camino de los 30 años, ha pasado por un trance demasiado convulso entre su salida de Orlando y su fallida estancia en Los Ángeles. Ahora, sin embargo, asegura que vive una nueva etapa en la que está alcanzando una madurez personal que expone en un excelente reportaje de Bleacher Report. Una madurez que no le impide tener en su casa… 50 armas y 20 serpientes. Es maduro y casi un hombre nuevo… pero es Dwight Howard.

Ahora vive a unos 50 kilómetros de Houston, en un ambiente rural que encaja, dice, con un estilo de vida en el que ya no tiene sitio la vida nocturna. Asegura que allí es más feliz que en el barullo híper climático de L.A. y que frecuenta de vez en cuando galerías de tiro porque, al fin y al cabo, “es lo que hace la gente en Texas”. De hecho tiene en su casa 50 armas: escopetas, semiautomáticas, pistolas y hasta ametralladoras multicañón y bazucas. Su favorita es una pistola Desert Eagle bañada en oro. Una afición en cualquier caso menor que su gran pasión: los animales. Sueña con dirigir un zoo, ha apadrinado a un tigre en la India y le gustaría tener un perrito de las padres. Tuvo un petauro (“una especie de ardilla minúscula que adora el calor corporal y quiere estar siempre pegada a ti”) y ahora es el orgulloso dueño de un pastor alemán llamado Doder… y veinte serpientes. Una de sus pasiones desde que pasaba las horas de niño viendo National Geographic y Animal Planet.

Howard tiene en la entrada de su casa un enorme recinto que le costó 70.000 dólares y en el que tiene una pecera llena de coloridos peces tropicales… y un terrario. Tiene otros dos en su dormitorio, junto a máquinas de hacer pesas y enormes pantallas conectadas a videoconsolas. Tenía tres serpientes: George es una pitón reticulada amarilla que cuesta unos 600 dólares y que con un año mide unos 50 centímetros. En un par de años podría alcanzar los seis metros. Howard suele soltarla por la casa y cuenta que ya le ha despertado por la noche lamiéndole la cara o enroscándosele en el brazo. Mickey y Minnie son dos boas de cola roja llamadas así en honor a Mickey y Minnie Mouse. El macho tiene cinco años y mide tres metros. La hembra tiene cuatro y no llega a los dos metros. Acaban de tener diecisiete crías, de las que a Howard sólo permitirán quedarse con tres por cuestiones de sostenibilidad. Para él son como una familia: “Minnie es muy guapa, tiene unos ojos preciosos. Hasta compré unas cámaras de seguridad de esas que usan con los bebés durante su embarazo. Veía todo lo que hacía. Ahora les gusta estar juntos, unos al lado de los otros. Parece que se quieren de verdad, es genial”.

Genio y figura. Howard también tiene un su casa un piano y una máquina de chucherías que no toca. Ni siquiera su debilidad, los Skittels: “He hecho una promesa con mis compañeros en los Rockets. Cada uno estamos haciendo un sacrificio para ganar en anillo. El mío ha sido dejar las chucherías. Antes me podía llevar a un partido dos o tres bolsas de Skittles, así que está siendo muy duro…”.

Más de allá de estas cosas, sus cosas, Howard transmite una imagen muy alejada de la que ofreció durante algunos años de su carrera. Ha roto relaciones con algunos amigos y familiares que no eran una buena influencia, y que no se gastaban precisamente bien su dinero, y se ha dado cuenta de que no siempre ha manejado sus asuntos de la mejor manera: “En Orlando me comporté mal con la prensa y con mis compañeros. Me fui frustrando con la marcha del equipo y acabó pagándolo con todo el mundo. Gritaba que necesitaba compañeros con los que poder ganar y ni me daba cuenta de que estaba haciendo daño a algunos de los chicos con los que jugaba”. Además, tiene cuatro hijos de entre siete y un año y de madres diferentes: “Les quiero mucho y les cuido mucho. Paso con ellos todo el tiempo que puedo pero voy a mantenerles en el ámbito privado. Sé el daño que hace la gente en las redes sociales, sé las cosas que se dicen… no quiero que les insulte a ellos la gente simplemente porque me tenga manía a mi, no quiero que les digan ciertas cosas en el colegio…”.

También sale al paso de quienes creen que no se toma el baloncesto en serio por sus sonrisas y gestos durante los partidos. “Para mí es una válvula de escape. Si tuviera que estar totalmente serio todo el rato, explotaría. Jugando contra tipos como Kevin Garnett ves que lo que quieren es sacarte del partido mentalmente, golpearte donde más te duele con sus comentarios. Sé que no es nada personal, es su forma de jugar. Mi respuesta es sonreír, no darle importancia, pensar en la siguiente jugada…”.

Finalmente, Howard explicó el trabajo de su fundación, D12 Foundation, que hace una notable labor social con el propio jugador muy implicado: “No me gusta cómo se desarrollan las cosas, como transpira nuestra sociedad. Cada vez hay más odio hacia ciertos grupos sociales… mira lo que pasó en Ferguson, por ejemplo. Quiero ayudar, hacer lo que esté en mi mano. Quiero transmitir a la gente que puede hacer más de lo que cree, que no tienen que sentirse superada por los pensamientos y los comentarios negativos. Yo mismo he hecho cosas mal hechas, me he comportado mal desde un punto de vista moral. He aprendido de ello y he avanzado. Sólo quiero ser feliz con los míos, mi familia y mis amigos, y conmigo mismo. Estoy viviendo una nueva vida”.