WARRIORS-CAVS (1-0)

“Curry, eres el mejor, pero por favor: no vengas a mi instituto”

Carta abierta de un profesor que no quiere que la estrella de los Warriors visite a sus alumnos. "El problema no es lo que dices sino lo que no puedes decir".

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“Curry, eres el mejor, pero por favor: no vengas a mi instituto”
EZRA SHAW AFP

En las horas previas al arranque de la final de la NBA, las televisiones estadounidenses agotaban sus historias sobre la subida a los altares de la liga de Stephen Curry y el legado de LeBron James. Las Finales tienen, claro, una alta cuota mediática que comparten con el resto de deportes estadounidenses, el escándalo de corrupción de la FIFA y un batiburrillo en el que caben desde los grandes titulares de Roland Garros a algunas pinceladas de la final de la Champions que jugaban el sábado Barcelona y Juventus.

Para el entorno mediático, y para la gran mayoría de los aficionados, la historia de Stephen Curry es la del chico perfecto que vive un año perfecto con un equipo perfecto. El brillo deportivo de sus Warriors, sazonada con la excelente imagen de su familia y las televisadas diabluras de su hija Riley, han convertido al MVP en el personaje mediático del momento. Pero entre tantas historias sobre él y sobre su primera final de la NBA, ha generado bastante debate una carta abierta que ha escrito en el Huffington Post un profesor de instituto de la Bahía de San Francisco. Matt Amaral, profesor de inglés y columnista habitual en varias webs de referencia en la educación estadounidense, habla sobre diferencias sociales y buenos ejemplos que pueden no serlo tanto en un artículo cuyo título es suficientemente explícito: “Querido Stephen Curry: eres el mejor pero por favor no vengas a mi instituto”.

Este es un extracto del texto que desde luego ha conseguido lo que pretendía: dar que hablar.

“Querido Steph: Soy aficionado de los Warriors. Siempre lo he sido y lo seré. Paso por delante del Oracle Arena cada día, camino del trabajo. Crecí viendo a Mullin y Hardaway y tengo una camiseta de los tiempos del ‘We Believe’, cuando jugaba Baron Davis. Cuando era un crío me encantaba repetir una y otra vez ‘Sarunas Marciulionis’. Nací en la Bahía de San Francisco y los Warriors son mi equipo. Y te quiero. Serías mi jugador favorito si no tuviera cierta afinidad hacia los chalados más inestables que me hace adorar a Draymond Green. Pero eres un jugador increíble y sé que también eres una persona increíble. Dicho todo esto, tengo que pedirte una cosa por favor: no vengas de visita a mi instituto.

Sé que la NBA hace muchas cosas por la comunidad y que los Warriors no son una excepción. Resulta inspirador ver cómo los jugadores os implicáis en campañas de caridad o cómo vais a los hospitales a visitar a los niños enfermos en Navidad. Eso tiene un claro beneficio en términos de concienciación cívica pero en institutos de barrios pobres, como en el que yo trabajo, todo eso no ayuda a los chicos. De hecho muchas veces empeora las cosas.

Sé que si vinieras te comportarías como eres: inspirador, humilde, simpático y siempre con las palabras correctas en la boca. Pero el problema no es lo que dices sino lo que no puedes decir. No puedes decir que prácticamente desde que naciste tuviste un entrenador que te ayudó a desarrollar tus capacidades. Tu padre, Dell Curry, fue un gran jugador de la NBA del mismo modo que tú has conseguido serlo. Eso conllevó para tu vida unos privilegios económicos que ninguno de mis estudiantes tiene. Y todo lo que eso conlleva: suficiente comida cada vez que te sientas a la mesa, una cancha en el jardín; Seguridad, un padre y una madre, posibilidades de educación… En realidad podrías venir de otro planeta por lo que a ellos respecta.

Tampoco podrás hablar de que en realidad eres un gigante aunque en las canchas no lo parezcas. Eres más alto que casi todos mis estudiantes, uno de esas personas a las que les tocó la lotería genética, al contrario de muchas otras a las que su tamaño impide plantearse siquiera hacer carrera en el deporte estadounidense. Vendrás, tirarás unos tiros, firmarás autógrafos… será genial. Pero la realidad es que ninguno de esos chicos tiene un plan B para cuando se den cuenta de que no van a poder ser como tú. Muchos quieren jugar en la NBA o la NFL y verte sólo hará que aumente ese deseo.

Porque lo que no se les puede decir es que no podrán hacerlo. No les dirás que ya es tarde o que si no han jugado a primer nivel para los 16 años, o antes, no tienen casi opciones de llegar a profesionales. Para esa edad tiene que estar ya en el radar de las universidades: ser el mejor de tu equipo, de tu ciudad, incluso de tu estado. Pero ellos sólo verán que están junto al MVP y esa noche en lugar de hacer sus deberes se irán a tirar triples pensando que cada vez que entra uno, aumentan sus opciones de hacer fortuna en unos años. Si viniera Beyonce, tampoco las chicas se irían después a sus pisos minúsculos habitados por dos familias a estudiar ciencias. Si Beyonce les dice que aprueben matemáticas, ellas piensan: “¿Eso te ayudó a ti a tener esa voz?”.

A nuestros chicos ya se les da muy bien soñar con ser ricos y famosos. Lo que necesitamos es que sean más realistas con las cosas que sí pueden controlar. Lo contrario les acaba haciendo daño. Y sé que es raro y quizá injusto que te diga esto Eres un gran tipo, un padre de familia. Un líder humilde. Realmente nuestros chicos necesitan conocer a gente así y por eso esta carta puede ser un error. A veces me preguntan si me sentiría como un imbécil el día que uno de mis estudiantes llegue a ser deportista profesional. Y les digo que no, porque aunque uno lo logre, quedará el otro 99,9%. Es más fácil que les toque la lotería, pero soy el único que se lo digo. De verdad, Steph, no tiene nada que ver contigo, no es en absoluto nada personal. Ni con los Warriors. Seguiré dando saltos y gritando cada vez que metas un triple en los playoffs. Se trata de mí, no de ti. Tú eres el gran hombre y soy un don nadie, sólo un profesor. Tú simbolizas aquello que la gente valora más en nuestro país, lo que se considera la cima de la humanidad: eres una estrella del deporte”.