NBA

Davis quería un Bugatti por San Valentín... y ganar al Candy Crush

Con 22 años tiene un título universitario, dos All Star, un oro olímpico y un contrato de 145 millones. Pero no soporta es que sus compañeros le ganen jugando con el IPhone.

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Davis quería un Bugatti por San Valentín... y ganar al Candy Crush

Anthony Davis era un chico esmirriado y cejijunto que acabó midiendo 2,08 con una envergadura que sitúan (entre la realidad y la leyenda) por encima de los 2,34. Con 22 años (11 de marzo de 1993) tiene el título universitario que ganó en Kentucky y desde el que saltó (2012) al número 1 del draft (New Orleans Pelicans, por entonces Hornets). Y tiene, claro, un oro olímpico y uno mundial con Estados Unidos, dos convocatorias para el All Star y una para el Mejor Quinteto de la NBA. Y desde el verano de 2016 tendrá un contrato de 145 millones de dólares por cinco años. El no va más en la NBA y muy arriba en los ránkings de toda la historia del deporte. La mezcla perfecta de la salida de su contrato de novato en plena revolución de los nuevos acuerdos televisivos y, por supuesto, un talento absolutamente único para jugar al baloncesto.

Sin embargo, quienes le conocen dicen que huye de la fama y que no le interesa nada que no sea el propio baloncesto. Una de sus escasas debilidades es jugar (constantemente...) con su IPhone, del Trivia Crack al Candy Crush, y vacilar -lo que no hace en los entrenamientos- a sus compañeros: “Me mandó un mensaje diciéndome que no le hablara hasta que no batiera su marca”, cuenta JRue Holiday. Eso, un toque supersticioso que le hace desconfiar de los viernes 13… y la pasión por los Bugatti, a los que llegó a referirse como “el regalo de San Valentín perfecto”.

Su unicejo se ha convertido en su marca registrada, como la barba de James Harden o los mordiscos a la camiseta de Kobe Bryant. Y su larguirucha figura cada vez más musculada es ya uno de los grandes terrores para el resto de la NBA. Anthony Davis se ha convertido en lo que casi todos creían que iba a ser antes de aquel draft de 2012: un jugador generacional. Lo sorprendente es que lo ha hecho a toda velocidad. En defensa es una referencia gigantesca cerca del aro y una pesadilla en la jugadas de bloqueo y continuación (“parece que él solo son dos defensores”, cuenta un rival). En ataque ha dejado de ser un jugador dependiente de las asistencias y el rebote en ataque gracias a un arsenal de movimientos y un lanzamiento desde media distancia que han evolucionado con una rapidez inaudita. Anthony Davis es, sencillamente, un jugador extraordinario. El único junto a Shaquille O’Neal y Dwight Howard que ha superado los 3500 puntos, 1700 rebotes y 450 tapones en la NBA a los 22 años. Y el líder en PER (ranking de eficiencia) de la pasada temporada por delante de los Westbrook, Curry, Paul y LeBron. Su 30,89, de hecho, rondó el tope histórico 31,8 de Wilt Chamberlain. Números descomunales a partir del que más aterra al resto de franquicias: tiene, todavía, 22 años.

Davis es la nueva NBA, inevitablemente. Y es ya de forma definitiva y con su nuevo contrato el rostro de los Pelicans y de Nueva Orleans, una ciudad especialmente necesitada de referentes tras el Katrina y una tierra orgullosa que quiere héroes que la sientan como suya: “Es más que baloncesto”, asegura el propio Davis sobre el vínculo que ya desarrollado con una ciudad en la que, gracias a él, el baloncesto vuelve a retar el domino de los Saints de Drew Brees (NFL). Esa herencia, la de los Jazz de Pete Maravich que se fueron a Utah, los fallidos Hornets y la LSU (los Tigers de Louisiana State) de Shaquille O’Neal, carga sobre sus hombros. Y él la lleva con orgullo: “No lo hago sólo para que los seguidores me quieran y sepan que quiero jugar en esta ciudad. Lo hago por todos esos chicos que crecen como crecí yo, sin saber si tendrán algo en la vida, pensando siempre en cuál será el siguiente paso que tendrán que dar. Lo hago desde lo más profundo de mi corazón”.