NBA

Robert Upshaw: de la adicción a las drogas a jugar en los Lakers

El gigante de 2,30 de envergadura y manos de 28 centímetros no fue drafteado por sus problemas personales. Ha firmado con los Lakers. En los Huskies promedió 4,5 tapones.

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Como mínimo, los Lakers están poco a poco reuniendo una base de jugadores jóvenes con la que ir recomponiendo la figura de una franquicia destartalada en la era post Phil Jackson: de D’Angelo Russell, Julius Randle y Jordan Clarkson a Jabari Brown, Anthony Brown, Larry Nance… y Robert Upshaw, uno de esos billetes de lotería que te encuentras en el suelo (y la metáfora no se aleja mucho de la realidad) pero que puede contener el premio gordo. Y también un ejemplo más de que muchas veces los jóvenes deportistas se encuentran con mucho demasiado pronto… especialmente cuando sus atributos son básicamente una cuestión de genética y no tanto de trabajo.

Bob Upshaw tiene 21 años y acaba de firmar por dos con los Lakers, sólo parte del primero plenamente garantizado. Lo hizo tras sostener la defensa al número 1 Karl-Anthony Towns en su primer partido de Summer League. Y tras quedarse sin draftear después de haber sido considerado carne de lotería (top 15) y después, y en el peor de los casos, elección del final de la primera ronda. Pero sus problemas con el alcohol y las drogas y la consiguiente expulsión de dos universidades pudieron más que sus 2,13 de altura real, sus 2,30 de envergadura, su 2,90 sin saltar y con los brazos estirados o sus descomunales manos de 28 centímetros. Sus medidas impresionaron en el draft combine y le abrieron la puerta de unos Lakers que han corrido el riesgo rápido, sin esperar a que otros compren el billete de lotería.

Pero el riesgo existe, claro. Upshaw tiene 21 años y ha vivido siempre bajo el escrutinio de los ojeadores y reclutadores de primer nivel (esos 2,30 de envergadura…). Criado en California se abortó su salto a Kansas State por la marcha de Frank Martin, su padrino. Optó por quedarse en casa pero sus demonios le impidieron ser todo lo que esperaban que iba a ser en Fresno State, de donde fue expulsado por violar las normas internas del equipo (sustancias prohibidas…). Sólo había promediado 4,1 puntos, 3,8 rebotes y 1,8 tapones por partido. Se marchó a los Huskies de Washington, donde desplegó todo su potencial (10,9 puntos, 8,2 rebotes y unos casi marcianos 4,5 tapones con sólo 2,1 personales por partido)… durante 19 encuentros. A la tercera violación del código interno y después de dos en cinco semanas, fue expulsado de un equipo que, sin él, languideció en un mal final de temporada.

Fuera de la Universidad, se concentró en su siguiente oportunidad. En la vida, no en el baloncesto: terapia, consejero personal, cambios radicales en su círculo de amistades y hasta una reunión en la casa de un Bill Walton que usó su expulsión de los Huskies como ejemplo de mucho de lo que iba mal en el deporte universitario y en la legislación sobre drogas y sustancias prohibidas. “Fue como entrar con Willy Wonka a la fábrica de chocolate”, contó después y sobre esa reunión un jugador que parece haber iniciado realmente un nuevo capítulo en su vida: “Me cansé de que se hablara más de lo que hacía mal que de que era el mejor taponador del país. Me he cansado de todo eso, ahora soy una persona distinta. He madurado, me relaciono mejor con los compañeros y los entrenadores y me estoy matando a trabajar. Ha sido un proceso largo, he tenido que aprender muchas cosas sobre el alcohol y las drogas. No he convertido en secretos muchas de las cosas por las que he pasado, toqué fondo cuando salí de Washington pero me di cuenta de que tengo 21 años y me queda una oportunidad. Voy a sacrificarme para que sea la definitiva”.

¿El billete de lotería? Upshaw es una descomunal presencia defensiva que todavía tiene que pulir su juego de ataque. Su producción llega básicamente a través del juego por encima del aro (alley-oops…) y el rebote de ataque. Pero tiene un par de movimientos al poste que usar como base de su desarrollo y está trabajando en su tiro a media distancia (con LaMarcus Aldridge como ejemplo, dice). También tendría que aprender a sufrir más en defensa, a trabajar en lo que la madre naturaleza no le ha dado. Acostumbrado a basarse en su descomunal envergadura y su capacidad de ser terrorífico como protector del aro, no tiene un juego de pies ni unos movimientos apropiados para, por ejemplo, defender bien ese pick and roll en el que hoy más que nunca se basa el juego NBA. El resto lo tiene: el cuerpo y la oportunidad. Y el peligro pero también la sabiduría de quien ya ha podido, al menos una vez, regresar de infierno. El mismo en el que, en lo deportivo, han estado los Lakers. Veremos hasta dónde llegan juntos.