Otra vez una inoportuna lesión, esta a priori de poca gravedad, se ha interpuesto en el camino de Ricky Rubio, que estaba firmando un notable arranque de temporada. De él y de sus Timberwolves, que han pasado una semana de pesadilla: cuatro derrotas seguidas en, precisamente, los cuatro partidos que no ha jugado Ricky Rubio. Y de un brillante 4-2 a su actual 4-6 que les vuelve a acercar a la zona del Oeste, donde han vivido instalados en los últimos años.

Ricky estaba promediando 13 puntos, 9 y asistencias y más de 4 rebotes por partido. Con él en pista, sus compañeros tiran mejor y su defensa encaja menos puntos. Si estos prometedores Wolves deberían ser el equipo de Wiggins y Towns, los dos últimos números 1 de draft, el base español ha pasado de rondar los rumores de traspaso a convertirse en motor y pegamento, uno de esos facilitadores que influyen radicalmente en el juego de su equipo.

De hecho esas cuatro derrotas seguidas (con un calendario brutal: cinco partidos en siete noches) sin él enlazan con doce de la temporada pasada, los últimos doce partidos de la Regular Season, en los que Ricky no jugó y los Wolves perdieron. Así que en total el equipo de Minneapolis ha perdido los últimos 16 partidos que ha disputado sin el español, que no ha tenido demasiada suerte con las lesiones y que ha jugado 208 de 322 posibles partidos desde que debutó en la NBA en 2011. En ellos, los Timberwolves están con un balance de 90-118 cuando ha jugado y 27-87 sin él. El dato habla por sí sólo: 23% de triunfos sin Ricky contra un 43% con él en pista.