CLIPPERS 117 - WARRIORS 124

¿Alguien puede parar a Curry (40-11) y los Warriors (13-0)?

Los Clippers llegaron a mandar por 23 puntos con un gran Chris Paul (35), pero a base de triples y con un juego de equipo, Golden State logró la mayor remontada del curso.

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¿Alguien puede parar a Stephen Curry y sus inmaculados Warriors? Esa es la pregunta que medio planeta se hace. La otra mitad ya no se la plantea porque ha encontrado la respuesta: en este momento no parece existir un solo equipo que pueda meter mano a los actuales campeones. Y eso que esta madrugada, los Clippers volvieron a ponerles contra las cuerdas. Pero el 112-102 a 5 minutos para la conclusión dio origen a un sobrenatural parcial de 5-22 que puso el definitivo 117-124 en el marcador. Un resultado que permite a Golden State seguir invicto y convertirse en el quinto equipo en la historia que abre una temporada con un 13-0 y dejar así el 12-0 logrado por los Bulls de Jordan en la 1996-97. Precisamente, esta próxima madrugada (04:30, League Pass) Pau Gasol y la franquicia de Chicago intentarán derrotarles en su fortín del Oracle Arena como ya hicieran hace un año. Un reto mayúsculo que, siendo realistas, se antoja casi imposible.

Un majestuoso Chris Paul (finalmente sí que jugó para irse hasta los 35 tantos y 8 asistencias en 32 minutos) lanzó a los angelinos con 18 puntos sin fallo en el primer cuarto aprovechando las dos tempraneras personales cometidas por Stephen. La dinámica no cambió varió en el inicio del segundo cuarto y los angelinos dispararon su renta hasta un escandaloso 50-27: +23 a falta de 9 minutos para el descanso. Por juego y sensaciones, Golden State parecía tener todo perdido. Pero no, no fue así. Como el resto del equipo (Klay Thompson fue el encargado de sostener a los de Oakland en plena tempestad), Curry fue entrando poco a poco en el partido. Y vaya sí se calentó: acabó con 40 puntos, conviertiendo 3 de sus 6 triples en el periodo decisivo y logrando un doble-doble merced a los 11 rebotes defensivos que capturó (su primer 40-10 en el que no intervienen las asistencias). Su sonrisa de pícaro mientras Rachel Nichols (TNT) le entrevistaba a pie de pista nada más completar su enésima actuación sobrehumana le delataba. Cuando un jugador de su calidad se sabe invencible, hay poco que hacer. Sólo queda disfrutar. Así hasta que llegue el día en el que podamos contarles a nuestros hijos y nietos que nosotros vimos jugar a don Stephen Curry. 

Y sí los pupilos de Luke Walton (probablemente el técnico interino más exitoso de todos los tiempos) volvieron a dar una exhibición de confianza y fe ciega en sí mismos casi desconocida hasta la fecha, los Clippers vuelven a quedar muy tocados anímicamente. Vale que no llevamos ni un mes de Regular Season y que el anillo no se empieza a decidir realmente hasta el mes de abril. Sin embargo, lo ocurrido esta noche en el Staples es de esas cosas que no te dejan dormir, que te acompañan durante varios días en tus pensamientos. Sobre todo si ya tienes encerrados en el baúl de los recuerdos fantasmas como el de la rocambolesca e inexplicable eliminación ante los Rockets de los pasados Playoffs. Ya lo decíamos antes del inicio de la temporada, el mayor enemigo de los de Doc Rivers son ellos mismos y su fortaleza mental. Y ya se sabe, los problemas de coco, son los más difíciles de tratar.

Y por si hubierda dudas, esta teoría volvió a hacerse efectiva en un encuentro retransmitido en directo por la television nacional estadounidense. Ambas franquicias no son sólo dos de las mayores potencias actuales de la Liga, sino que probablemente representen la mayor rivalidad que hoy en día vive la NBA. Aunque eso sí, con matices. "No diría que existe una rivalidad porque nosotros estamos intentando llegar a donde ellos están", concede un Blake Griffin (27-6-5) que fue de más a menos para acabar siendo una sombra en el último cuarto.

Un periodo al que los locales llegaron aún mandando en el marcador aunque con su rival pisándole los talones. No culminaron antes la remontada (desde el 2-3 del primer minuto de juego no se habían puesto por delante) porque la excesiva relajación en la circulación les hizo perder dos balones (¿importa de algo que cometan casi el doble de pérdidas: 10-19?) que dieron aire a la Lob City cuando Harrison Barnes (temporadón el suyo) se puso en el mismo modo que en el duelo de hace dos semanas ante el mismo rival: enchufando todo. Un déjà vu que tuvo su continuidad. En efecto, el testigo y la estocada final le correspondió a un Curry que se lo pasó en grande. Los Clippers lo intentaron y durante varios momentos les siguieron el juego para convertir el duelo en un concurso de triples digno del mejor All Star que se recuerde. Es más, un tiro desde más allá del arco de Paul Pierce (de momento, no es él que en LA esperaban) ponía el ya mencionado 112-102. El Staples, afligido por la tensión, estallaba de júbilo. 

Pero 5 minutos para un equipo como los Warriors es un mundo. Lo dijo Luke Walton tras ser barridos en el primer cuarto: "Lo mejor es que tenemos mucho tiempo por delante para volver". Y vaya si lo hicieron. Iguodala, quien cogió la capa de MVP de las Finales, y Draymond Green (partidazo para enmarcar pese a jugar con cuatro personales desde el primer minuto tras la reanudación) abrieron la traca final. La misma que cerró Gandalf, perdón, Stephen Curry. A veces pasan estas cosas, que uno confunde a esos magos que aparecen siempre cuando la situación lo requiere. Un triple suyo culminó, ahora sí, la mayor remontada vista en lo que va de año. El 115-116 supuso un mazazo insalvable para los angelinos. Los Warriors lo habían vuelto a hacer. Un equipo que te gana de paliza, controlando el ritmo, sesteando o remontando un partido que otros habrían dado por perdido. Es lo que tiene ser un equipo campeón. Un equipo (por el momento) invencible