SPURS 124-THUNDER 92 (1-0)

Paliza para la historia de los Spurs a unos Thunder perdidos

LaMarcus Aldridge y Kawhi Leonard dirigen una exhibición antológica de los Spurs, que llegaron a ganar de ¡43! en el inicio del último cuarto.

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NBA

El 27 de mayo de 1985, los Celtics ganaron 148-114 a los Lakers en el primer partido de aquellas míticas Finales. Aquella paliza, lo nunca visto en la rivalidad que redefinió la NBA, recibió el nombre de Memorial Day Massacre porque coincidió con la festividad que recuerda a los caídos en combate. En ese partido, Kareem Abdul-Jabbar anotó 12 puntos y cogió 3 rebotes. Los Lakers, que venían de perder la Final anterior ante los propios Celtics, ganaron el segundo encuentro y el anillo, 2-4. Por primera vez un equipo visitante salía campeón del Garden y Kareem, tras su horrible inicio, fue MVP tras promediar en los cuatro triunfos de su equipo 30,2 puntos, 11,3 rebotes y 6,5 asistencias.

Ese es el precedente para los Thunder, así de brutal fue la paliza que les propinaron los Spurs en el primer partido de una semifinal del Oeste de altísimos vuelos. A priori. Aquella, hace 31 años, ha sido la única vez en la que un equipo ha remontado una eliminatoria tras perder el primer partido por más de 30 puntos. Pero aunque sin duda hay algo de aquellos Celtics en estos Spurs, como mínimo en cuanto a genética ganadora, ahora mismo cuesta creer que haya algo de aquellos Lakers en estos Thunder. Ya se sabe: el axioma dice que nunca hay que sacar de quicio lo que sucede en el primer partido de una eliminatoria a siete. Pero cuesta mucho. Todo lo que sabíamos que funcionaba en los Spurs, resultó de una perfección casi inefable. Todo lo que barruntábamos que no iba bien en los Thunder, apareció con una crudeza indecorosa. Es probable que, como dijo Popovich (ejem) unos tuvieran un día especialmente bueno y otros lo tuvieran especialmente malo. De hecho, fue así. Pero no hay que caer en la trampa del genio de East Chicago: fue mucho más que eso. Tanto que cuesta creer que la diferencia entre ambas formas de jugar se pueda salvar durante cuatro (no uno, dos...) de sus próximos seis enfrentamientos. Tanto que esta es una de esas derrotas que pueden dejar a Kevin Durant más fuera que dentro de Oklahoma. Sí, fue para tanto.

Una montaña de números para la historia

El partido (124-92 final), la serie, comenzó con un tremendo mate de Kawhi Leonard tras dejar atrás a Kevin Durant. Y se había acabado (el partido, no la serie… esperemos) al final del primer cuarto: 43-20. Los Spurs había anotado 18 de sus 22 tiros (con un sobrecogedor 10/11 inicial), un 81,8% que les ponía por tercera vez en la era Popovich por encima del 80% en un solo parcial de playoffs (y son 1.001 cuartos...). Al descanso la ventaja (que alcanzó los 43 puntos: 109-66) estaba en 33 (73-40). Era la máxima anotación tras dos cuartos de los Spurs desde marzo de 2010. Y por entonces Kawhi (20 puntos con un 8/10 en tiro) y LaMarcus Aldridge (25 con un 12/16) sumaban cinco puntos más (45-40) que todos los Thunder. Esa diferencia, dos contra todos, era por fin positiva para los Thunder al final del tercer cuarto: 63-66, de milagro. En total, 105-66 con los Spurs rondando el 70% de acierto y los Thunder por debajo del 40. Se acercaba de forma inevitable la primera ventaja de más de 40 puntos en algún momento de un partido de playoffs para los Spurs en toda la era Popovich. Y era, otro dato tremendo, la primera vez que los texanos pasaban de 100 antes de terminar el tercer cuarto de un choque de playoffs desde… 1983. Y la primera vez (otra vez en eliminatorias) en que un equipo de Pops tenía dos jugadores en al menos 20 puntos al descanso.

¿Más? Más: fue la sexta ocasión (como siempre: en playoffs) desde que existe el reloj de posesión en la que había una ventaja de al menos 33 puntos al descanso. Y la primera desde 2006 cuando la alcanzaron ante los Kings… los Spurs, claro. Sobre ese descanso, el rating ofensivo de los locales era 146,3. El de los visitantes, 80,2. En todo el partido, los Thunder solo lanzaron una vez después de dar al menos cinco pases; los Spurs, ocho. En tiros sin un solo pase previo, 20-9 para los de Billy Donovan. Dos formas de jugar al baloncesto. Esta vez, una buena y una mala. Una hermosa y una horrenda. Una en aluvión, la otra en retirada.

Kawhi y Aldridge devoran las entrañas de los Thunder

Kawhi Leonard y LaMarcus Aldridge anotaron 63 puntos con un 28/36 en tiros. Kevin Durant y Russell Westbrook, 30 con un 11/34. Al partido, obviamente, le sobre casi todo el segundo tiempo, destrozado tras una primera parte antológica de los Spurs, una de las siete maravillas de la era Popovich. Y eso es mucho decir. Una exhibición que recordó a algunos de los mejores momentos de esa ya legendaria demostración de baloncesto que fueron las Finales 2014. Un mensaje de autoridad (¿definitivo?) a los Thunder y un aviso a los Warriors: más vale que Stephen Curry llegue al 100% si es que nos vemos en la final. Tras esa primera ronda en el balneario que fue la ejecución sumarísima de los Grizzlies, ningún jugador pasó de 30 minutos en pista y LaMarcus hizo la mejor anotación histórica (otra vez, desde que existe el reloj de posesión) en menos ese tiempo en pista: 38 puntos, 18/26 en tiros en 29:32. Leonard terminó con 25 (10/13), 5 rebotes y 5 asistencias… en 21:34. Tony Parker anotó 2 puntos pero repartió 12 asistencias (sin pérdidas) y sus compañeros hicieron en el primer tiempo un 8/8 tras pases que venían de sus manos: 7 de esos 8 tiros fueron completamente liberados. Danny Green defedió a Westbrook y se permitió un 5/6 en triples (18 puntos) y (al contrario de lo que hacen los Warriors) los Thunder no son capaces de evitar que Tim Duncan pase el tiempo que necesita en cancha para ser determinante en defensa. El ataque de los Spurs fue un prodigio, la defensa una obra de ingeniería casi alienígena. La paliza, un escándalo. Su baloncesto, pura perfección. En el planeta Popovich, un día muy bueno de unos y uno muy malos de otros es esto…

¿Y los Thunder? Se les supone ahora pensando mucho, que no es lo que se le da mejor a un equipo que vive demasiado de su instinto, tanto o más con Billy Donovan que con Scott Brooks. El duelo de banquillos también fue un abuso. Al nuevo (no novato) se le ocurrió poner de salida a Steven Adams con Aldridge (con el resultado ya expuesto) y a Ibaka con Duncan. No funcionó. La defensa, porosa, no tuvo ni energía ni paciencia ni fundamentos. Ahí naufragó Ibaka de forma espectacular (a pesar de sus transparentes 19 puntos) y ahí se le vieron carencias a Durant y sobre todo a Westbrook, un asunto en el base que ya resulta preocupante y que en la última temporada y media ha quedado ensombrecido por sus inhumanas ráfagas de triple-dobles. Sin soporte atrás y sin un ataque lo suficientemente sistémico para enfrentarse a una de las mejores defensas de la historia. Sin sintonía en sus estrellas y con un banquillo, otro asunto nada casual, que no aportó absolutamente nada.

Los Thunder solo han perdido un partido (eso sí, Popovich está 25-4 en series en las que se pone 1-0) y no pueden permitirse otra forma de verlo. Pero tienen que hacer cosas, hacer que pasen cosas, llevar la eliminatoria a otro terreno, el suyo si es que lo tienen ante un rival así. Tienen que hacer cosas que no han hecho durante toda la temporada porque generalmente no las necesitan. Esa es, parece que año tras año, la bendición y la maldición de este equipo rastrillado de forma histórica por el AT&T Center, una especie de noveno círculo del infierno en el que cualquier carencia es exhibida ante el mundo y sangrada por unos Spurs que fueron los Spurs de siempre, casi un greatest hits con lo mejor de todas sus épocas. Fue solo un partido, pero pareció mucho más. Y mañana lunes llega el segundo, con la cuenta atrás ya en marcha para los Thunder. Tic, tac, tic, tac