FINALES NBA | CAVALIERS - WARRIORS (1-2)

Jefferson: el niño misionero que canceló su boda sobre la bocina

A punto de cumplir los 36 años, Richard Jefferson ha dado un paso al frente en los Cavs, convirtiéndose en protagonista (inesperado) de sus terceras Finales.

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Jefferson: el niño misionero que canceló su boda sobre la bocina
JAY LAPRETE AFP

"Llegó a la Liga dos años antes que yo. Hace cuatro que me retiré, pero él sigue jugando al más alto nivel. Ha tenido un gran éxito a lo largo de su carrera". Al habla Luke Walton, el admirado asistente de los Warriors y próximo entrenador jefe de los Lakers. Los comentarios se los dedica al que fuera su compañero en la Universidad de Arizona, Richard Jefferson. Tras lograr el subcampeonato nacional con los Wildcats en 2001, los Rockets le draftearon con el número 13 del draft de aquel año. Poco después, la franquicia de Houston le traspasó a los Nets (por entonces aún en New Jersey). En dicho acuerdo, también se incluyó en el lote a Jason Collins, el pívot que años después pasaría a la historia al convertirse en el primer jugador de la Liga en reconocer su homosexualidad estando aún en activo.

Su llegada fue talismán para los Nets. En sus dos primeros años como profesional, el equipo que dirigía Byron Scott (en efecto, el último entrenador en la carrera de Kobe Bryant) alcanzó las Finales. Sólo los Lakers (en 2002) y los Spurs (2003) apearon de la cima a un grupo en el que sobresalían Jason Kidd y Kenyon Martin. Aunque según transcurrían las semanas, Richard Jefferson fue haciéndose un hueco hasta convertirse en titular indiscutible en su segunda campaña, en la que promedió 15,5 puntos y 6,4 rebotes. Precisamente, fue uno de los participantes en el concurso de mates del All Star de ese mismo año, celebrado en Atlanta y en el que Jason Richardson sumó la segunda de las tres coronas de matador que atesora. En 2004, disputó los Juegos Olímpicos de Atenas con Estados Unidos, logrando un decepcionante bronce.

Boda truncada

Como vemos, su impacto en la NBA fue considerable y precoz. Sin duda alguna, su mejor época la pasó a lo largo de sus siete primeros cursos. Los que pasó en los Nets, convirtiéndose en uno de los emblemas de la afición del Izod Center. Identificado al máximo con el equipo, fue allí donde conoció a Ni'Cole Nichols, una de sus cheerleaders. Entablaron una relación que devino en un compromiso que no se llegó a materializar por apenas unas horas. Momentos antes del enlace, Jefferson decidió cancelar la boda prevista para julio de 2009. Por entonces ya jugador de los Spurs (coincidió durante dos años y medio con Gregg Popovich, Tim Duncan y compañía) optó por dar marcha atrás. Sobre la bocina. Informaciones que datan de aquella época relatan que hubo algún que otro despistado invitado que llegó a presentarse a aquel lujoso evento (2 millones de dólares se presupuestaron). "Avisó sólo dos horas antes", explicó un amigo cercano. Como compensación, facilitó una de sus tarjetas de crédito para que al menos los asistentes —él ni apareció— pudieran guardar un buen recuerdo de aquella amarga y extraña noche. Podría haber sido peor con un "no" delante del altar...

Dejando a un lado esta extravagante historia, merece la pena bucear en la biografía de quien se ha convertido en uno de los protagonistas inesperados de esta final 2016. Nacido en Los Ángeles el 21 de junio de 1980, pasó su infancia en South Central, un área conflictiva de Phoenix, ciudad a la que trasladó con su madre y padrastro en el 87. “Un barrio severamente castigado por el crack. Era la época en que la 'epidemia' se encontraba en su apogeo”, recuerda el protagonista. Sin embargo, al tercer hermano de esta familia (los dos mayores son mucho más bajos que él) le salvaron de esta lacra la religión y su pasión por el deporte.

Enseñanzas que te marcan

Vayamos por partes. Sus progenitores, profundamente religiosos, fundaron su propia iglesia y comenzaron a desarrollar labores de misioneros en Kenia y Tanzania. “Les acompañé en una ocasión. Tenía 9 o 10 años. Me dedicaba a echarles una mano y observar su labor. Poder estar allí fue una experiencia realmente increíble”, rememora. “No teníamos demasiados recursos, pero mis padres se dedicaban a ahorrar dinero para ayudar a gente que tenía aún menos. Son cosas que se te quedan grabadas: que tengas tus zapatos destrozados y los niños se rían de ti en el colegio, pero que tus padres guarden el dinero para niños que ni siquiera los tienen”, explicaba en una entrevista para la web de los Cavs. Su madre continuó viajando al continente africano hasta finales de los 90. Ya no regresó más tras el bombardeo que sufrió la embajada estadounidense en Kenia: “Justo acababa de volver de allí hace una semana. Por mucho que te guste ayudar a los demás, tienes que recordar que te estás poniendo en peligro a ti mismo”.

Ahora, pese a haber ganado unos 110 millones de dólares (según datos de Basketball Reference) mantiene dichos principios intactos. “Siguiendo el ejemplo de mis padres, intento ayudar a las personas. Siempre se queda alguien con nosotros en casa hasta que es capaz de valerse por sí mismo de nuevo. Muchas de las bendiciones que uno recibe en vida son el reflejo de cómo trata al prójimo”, expone quien ahora es padre de un niño. Jefferson es un personaje público y comprometido con la comunidad. Se relaja practicando yoga y le gusta jugar al voleibol. En 2007 donó 3,5 millones de  dólares a la Universidad de Arizona para ayudar a financiar la construcción del nuevo pabellón. Como agradecimiento, esta instalación lleva hoy en día su nombre.

Infancia en la calle

El gusanillo por el baloncesto comenzó a gestarse en su interior durante las vacaciones escolares. Llegado el verano, sus padres tenían que trabajar, así que para no estar todo el día solo en casa salía al parque a jugar con sus amigos. “Aún no existía Internet y ese tipo de cosas. Los chicos no se quedaban encerrados con la consola. Yo sólo quería salir y jugar fuera, Y eso te lo permitía practicar el basket”, cuenta. Sin embargo, en sus inicios lo veía como una mera de diversión más que como una futura manera de ganarse la vida: “Simplemente jugaba, me encantaba hacerlo, pero no tenía una idea clara. Era la gente que tenía enfrente la que me marcó el camino”. Ya en el instituto, compaginó su pasión por el mundo de la canasta con el atletismo. Fue un buen velocista, pero mejor saltador de altura. Llegó a elevarse 208 centímetros en el Moon Valley High School.

Pero, afortunadamente, acabó decantándose por un deporte que tras unos últimos años como nómada (desde 2008 ha pasado por Milwaukee, San Antonio, Oakland —pasó curso y medio en los Warriors en la época de los tobillos de cristal de Curry—, Salt Lake City y Dallas) le ha devuelto al primer plano. El fiasco de 2015, hizo que LeBron y los Cavs se fijaran en este veterano de sobrada experiencia para reforzar el roster de cara a una hipotética nueva final. Dicho y hecho. Esta última madrugada y debido a la baja de Kevin Love por una contusión cerebral, Jefferson ha vuelto a disfrutar de la titularidad en las Finales 13 años después. Adaptándose a la evolución natural del juego (son los tiempos del small ball), lo ha hecho como falso cuatro o cuatro abierto. Compaginando dicho rol con un LeBron que aún era un chiquillo de instituto cuando Jefferson ya batallaba por el anillo hace 14 y 13 años. Las vueltas que da la vida: ha pasado de lidiar con Rick Fox, Devean George, Bruce Bowen o Danny Ferry a hacerlo con los Klay Thompson, Harrison Barnes o Draymond Green.

Protagonista inesperado

Siendo justos, se ha ganado los focos. Llegada la hora de la verdad, Jefferson ha respondido. Dio un paso al frente (fue el único en hacerlo) durante la masacre del segundo partido. En el tercero, ha resultado fundamental en los primeros compases dando confianza a los Cavs con su saber hacer. No obstante, los 33 minutos que Tyronn Lue le ha mantenido sobre el parqué suponen su mejor marca en Playoffs desde mayo de 2010. Por algo será.

A su notable y para muchos inesperado rendimiento, cabe añadir el papel cohesionador que desempaña. Es una de las claves que explica la buena química del vestuario. Tal es el buen rollo que impera en las entrañas de ‘The Q’, que este veterano se encarga de transmitirlo al resto del mundo haciendo uso de las redes sociales en las que predomina el público más juvenil. “Siempre es refrescante. Gracias a mis historias de Snapchat, la gente sabe lo bien que nos llevamos”, comenta. Una afición que no es casual: cuando se retire tiene la firme intención de convertirse en comentarista. Pero, visto lo visto en estas Finales, este momento aún parece lejano. Ya lo dice quien ahora le sufre y observa sus evoluciones desde el banquillo rival tras ser compañeros de universidad a principios de siglo: “Lo que está haciendo es impresionante”. Con ustedes, el renacido Richard Jefferson.