MOVISTAR ESTUDIANTES

Teresa y Natalia López, calidad más allá de las canchas

Las dos hermanas juegan en el Movistar Estudiantes femenino. La primera sufrió una grave lesión esta temporada. Además de destacar en la cancha, lo hacen en las aulas.

Madrid
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Teresa y Natalia López, calidad más allá de las canchas
JAVIER GANDUL DIARIO AS

Metropolitano y Ciudad Universitaria son el epicentro universitario de Madrid. Tanto en una zona como en la otra cohabitan los principales centros de estudios de la Complutense y la Politécnica. Son grandes moles de acero y hormigón, de dudosa belleza, que se alimentan de estudiantes procedentes de los institutos y colegios de la capital, pero también de fuera, de diferentes puntos de la geografía española. Chicos y chicas que tienen en muchas ocasiones su primera toma de contacto con Madrid entre los muros de un colegio mayor como el de Nuestra Señora de África, adscrito a la Escuela de Organización Industrial (EOI).

A primera vista no aporta ternura al alma. Su gran fachada gris es una continuación de la vieja arquitectura de la zona. Los grandes y luminosos ventanales de la primera planta no destacan tanto como el orden caótico del resto de ventanas. Parejas de ellas avanzan hacia el cielo sin juntarse con el resto de sus hermanas de cristal. El edificio, de todas formas, es algo más que una residencia, es un refugio para estudiantes con experiencias e historias diferentes. Algunas silenciosas. Otras relucientes y maravillosas como la de Teresa López, jugadora del Movistar Estudiantes femenino. Es leonesa y este 16 de julio cumple 20 años. Natalia, su hermana y compañera en el Estu, también está de aniversario ese mismo día, pero ella se eleva hasta los 23. Ambas esperan juntas en la residencia de Teresa y se muestran nerviosas. Algo pasajero. Entre ellas hay confianza y orgullo. Mucho de la pequeña a la mayor y mucho de la mayor hacia la pequeña. Natalia es la primera que demuestra ese amor fraternal, con la mano en el pecho, cuando se refiere a la grave lesión que su hermana sufrió esta temporada. “Me quedé muy preocupada porque sé que mi hermana no es de las que se quejan y cuando la vi en el suelo, que no podía levantarse… Se me partió el alma”, confiesa la base ante ese recuerdo.

Teresa y Natalia López, en el exterior del colegio mayor Nuestra Señora de África.

Teresa cayó fulminada el pasado mes de marzo ante Sant Adrià. El parte: lesión en la rodilla derecha, baja hasta septiembre. “En el momento que caigo y se sale la rodilla, oigo un crack… Supe que no podía acabar el partido”, recuerda la alero. “Pero ya estoy andando sin muletas. Poco a poco. Hay que tener paciencia”. No hay amargura en esas palabras que desprenden una seriedad poco corriente en una chica de su edad. Pero no es solo ella. Su hermana comparte esa gran madurez cada vez que habla. Los comentarios de las dos son claros, meditados. No existen dudas en sus afirmaciones. “Lo pase muy mal, pero mi familia, mis amigos y el club me ayudaron un montón, la verdad”, recuerda Teresa. Fue ella la primera en aterrizar en el Estudiantes en 2014. Al año siguiente llegó su hermana. El Aros fue su origen. No fue una decisión fácil, pero sí inevitable. “Estaba entre Madrid y Oviedo. Quería salir de casa porque al final León es pequeño y me apetecía un cambio. Tenía casi decidido Oviedo , pero hablando con mi padre dijimos: ‘¿Y si probamos con el Estu?’ No me arrepiento para nada”, comenta la pequeña. “Quería cambiar de club, llevaba toda mi vida en el mismo. Estaba muy bien, pero necesitaba un cambio de aires. Que estuviera Teresa ayudó mucho en mi decisión”, dice a su vez la mayor.

En esta última temporada el equipo fue de más a menos. Al acabar la primera vuelta, el Estu, un equipo muy joven (media de 23 años), se encontraba en cuarta posición en la Liga Femenina B con nueve victorias y sólo cuatro derrotas. Trece jornadas después, el balance fue 13-13 y el puesto, el octavo. “Uno de nuestros errores fue que no supimos controlarnos muy bien. Somos un equipo muy irregular y si no se tienen años de experiencia, te pasan factura”, comenta la benjamina.

El parecido entre ellas es visible, aunque no son dos gotas de agua. Natalia tiene el pelo algo más claro y las facciones de su cara más redondeadas. Teresa, por su parte, es más morena y más perfilada en sus rasgos. Sus semejanzas y diferencias también se ven en la cancha… y fuera de ella. Porque como no todo es básquet en la viña del Señor, las hermanas López destacan en lo académico. Son inteligentes y trabajadoras. Más que muchos jóvenes al tener que compaginar el deporte de primer nivel con los estudios. La base es licenciada en INEF y estudia un máster en educación que compagina, además de con el campeonato femenino, con los entrenamientos al benjamín por el placer de formar a los niños, no sólo en el deporte, sino también en la disciplina y el respeto a los compañeros. La alero, a su vez, se levanta cada mañana por la medicina. “Las dos lo tenemos claro, y nuestros padres siempre nos lo han dicho, que los estudios son lo primero. Que si podemos compatibilizar ambas cosas -algo que siempre hemos hecho- pues mejor porque se complementan muy bien. También depende mucho de la carrera porque INEF te exige menos que medicina”, dice Natalia antes de alabar a su hermana: “Sé que tiene que trabajar el triple que otros y lo valoró mucho… y ella no se valora lo suficiente. Eso es lo principal porque nunca sabes lo que te puede pasar”. “Con la lesión te das cuenta de que algo tienes que estudiar, tener algo más porque en una de esas… Todo al final se acaba y nosotras no podemos vivir de esto. ¡Hay que ser tan buena! Y no es el caso”, confiesa entre risas la chica que creció admirando a su hermana, a Kobe (“ese tirito hacia atrás…”) y a Sergio Rodríguez. Natalia admira a Lucia Pablos, también leonesa, también jugona, como a ella le gustan los jugadores.

"Me exijo mucho con la medicina, así que nunca digo que me va muy bien, pero la gente dice que lo llevo genial. Curro mucho y si no lo haces y no te organizas es complicado”, subraya una jugadora que lucha en un mundo académico español en el que las facilidades para los deportistas son limitadas, cuando no inexistentes. Admite que no tiene ayudas a la hora de cambiar fechas exámenes si le coincide con algún partido. De lo económico mejor no hablar. Por eso, la residencia le permite una cierta flexibilidad, además de cierto sentimiento de unidad. La soledad no es posible. “Tengo la universidad muy cerca y los lugares de entrenamiento. Y al final el entorno de un colegio mayor, en el que siempre estás con gente, con los chicos del Estu… Si estás mal tienes a tus amigas, no cenas sola, menos cuando llego de entrenar tarde", dice mientras ríe: “Todo eso viene muy bien para despejar la mente cuando llevas siete horas estudiando”. Un largo periodo hincando los codos que se detendrá momentáneamente durante este periodo estival. Continuará el próximo curso en las aulas, pero también en la cancha.

Teresa y Natalia López, a las afueras del colegio mayor de Nuestra Señora de África.