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Savovic deja el Bilbao Basket tras 12 años en primera línea

Fue jugador, presidente, responsable de relaciones externas y director general. "He dado mi alma por este club". Ahora emprende una aventura empresarial en Londres

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Savovic deja el Bilbao Basket tras 12 años en primera línea
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La anécdota es histórica. Gloriosa. Pedja Savovic, recién llegado a Euskadi, tras fichar por el Bilbao Basket, con su cara de guiri rubio lanzado desde Montegero a Hawai y de aquí a la horrenda Charleroi, se había perdido al poco de pisar suelo vizcaíno. Se había venido desde Serbia en coche. 2.500 kilómetros del ala. Él es así. "¿Dónde estás?", le preguntaron alarmados desde la entidad. "En Kontuz ('cuidado', en euskera: era simplemente una señal de tráfico). La carcajada fue general. Ese fue el primer paso de un hombre que ha pasado a ser un bilbaíno más, con sus cosas, las buenas y otras que no tanto. Corría el año 2004. Desde entonces hasta ahora ha pasado prácticamente por todos los puestos posibles del Bilbao Basket. De los 16 años de vida de la entidad, él ha cubierto una docena. Primero con la camiseta número 21 y luego, con el 11. Se ha despedido esta mañana en Miribilla sin un atisbo de lágrima pero con el sentimiento a flor de piel, con un discurso firme, plagado de tics irónicos, sin notas, improvisado pero con las líneas maestras muy meditadas y saliendo desde el corazón. Los nuevos tiempos, sus ataduras con la gestión de Arrinda y su espíritu inconformista y emprendedor le alejan de la ciudad en donde más raíces ha echado. Se va uno de los personajes con más formación y don de gentes que ha tenido el baloncesto ACB en mucho tiempo. 

Es uno de esos balcánicos multiculturales dentro de la antigua república socialista: nació en Croacia por cuestiones laborales de sus padres, que son montenegrinos de origen kosovar. Y él constó como serbio durante buena parte de su época como jugador, ya que Montenegro todavía no se había independizado. De hecho, el Partizán de Belgrado y el Beovuc –ambos serbios— fueron sus clubes antes de marcharse a Estados Unidos.

El tesorero Carlos del Campo hizo un repaso del currículo de Savo, arrancando con su licenciatura en Finanzas y Negocios Internacionales en la Universidad de Hawai, y agradeció el trabajo con él codo con codo. El exjugador montenegrino llegó a probar suerte en la NBA: militó en los Nuggets. De ahí pasó al Spirou Charleroi y entre 2004 y 2009 vistió la camiseta del Bilbao. Jugó 134 partidos en ACB (se vio salpicado por el escándalo de los 'matrimonios express' y logró la nacionalidad española). Nacido en Pula, se considera montenegrino y pese a no ocupar un papel estelar en el equipo (solía salir del banquillo para dar descanso a los primeros espadas y sacar a relucir su inteligencia en la pista), su carisma hizo que se ganara pronto al vestuario y a la platea. Tras colgar la botas (él sostiene que fue en un partido contra el Granca pero consta que fue contra el Fuenla, en su querida La Casilla, con cinco mil almas en pie coreando su nombre y luego llegó a jugar otro compromiso, de playoff, ante el TAU en el BEC), pasó al departamento de relaciones externas "porque borda la labor de relaciones humanas". De ahí escaló a presidente, director general y, en los últimos tiempos, manejaba el márketing y la labor comercial del club.

"Le consideramos un ilustre de Bilbao, porque así lo es", agregó Del Campo, quien destacó "la honestidad que ha mostrado en el trabajo diario, el carácter especial que fuiste capaz de darle a este club, el compromiso que has mostrado sobre todo en los malos momentos, y el esfuerzo personal, familiar y económico por este club", para acabar dándole las gracias: "Ha sido un placer trabajar a tu lado".

Predrag Savovic tomó la palabra con ese gracejo y picardía bilbaino-montenegrina que borda. Lo primero fue acordarse de Savo Vucevic, el entrenador que le dio la patada en Charleroi y permitió que se buscase las habichuelas en Bilbao. Y claro, en el capítulo de recordatorios, la lista era interminable. Empezó por el entrañable Txipi, eterno utillero y delegado de campo, "porque me vio en un partido contra el Estudiantes que metí 31 puntos y dijo: 'Este es el tirador que necesitamos". También se acordó de Álvaro Gómez-Rubiera, el preparador físico que guerreó con él por no ganar kilos. De Vidorreta aplaudió que "inyectó el alma de jugadores peleones".Enumeró a Arrinda y Cobelo, sus exagentes y jefes de todo en la anterior etapa; a Salgado, del que celebró su vuelta ("Me alegro muchísimo. Va a dar mucho al club, tanto deportiva como socialmente"); y al público, que le amó cuando veía que no podía meter 30 puntos "y estaba con la toalla". "Mucha gente no sabía ni qué hacía en el club, pero me querían por ser Savo. Cuando acabé mi carrera fue el momento más emocionante de mi vida, con todos de pie gritando mi nombre. Los de Bilbao nacemos donde queremos". Sus dos hijas hablan algo de euskera. Aplaudió de forma notable que pusiera en valor el anterior consejo su aportación en los despachos.

Se va a Londres, a un proyecto empresarial relacionado con el chocolate, una línea destinada a los niños. "El consejo me dio la oportunidad de ayudarles en este cambio (ha entrado una junta nueva, aún sin presidente). He dado toda mi alma por este club y cuando ves que no puedes aportar más es mejor hacerse a un lado; ahora no puedo dar ese paso más en cuanto a crecimiento y desarrollo". En estos dos últimos años, confesó, ha aprendido de sus limitaciones y de la estabilidad para salir adelante cuando vio la tormenta". Aquí se acordó de la gente anónima que trabaja en oficinas y de Eduardo Gárate, el director general. "Gracias, eskerrik asko (muchas gracias), Mucho amor y mucha alma", se despidió.