Tras un año terriblemente frustrante por las lesiones, el aroma a fin de ciclo pareció instalarse en Tennessee y así hubiera sido si, como se rumoreó, Mike Conley hubiera hecho las maletas rumbo a la Gran Manzana. Pero, pese al interés de Knicks y Nets, los Grizzlies amarraron a su base con el que en ese momento era el contrato más alto de la historia: casi 153 millones por cinco años. Desde luego una cantidad exagerada para un jugador, mucho más efectivo que espectacular, que no está entre las grandes estrellas de la NBA. Sin embargo, los Grizzlies acertaron. Enviaron un mensaje de estabilidad y continuidad, enseñaron músculo ante los pretendientes de sus mejores jugadores y, al fin y al cabo, amararon al mejor base posible para su estilo con una cantidad muy alta pero que las nuevas cotas del salary cap no hacen insostenible… siempre y cuando Conley siga produciendo a su nivel, que le hace bordear la categoría de all star.

Como un año antes con Marc Gasol, los Grizzlies retuvieron a un jugador clave, un éxito para el equipo de Memphis, un mercado menor en el que es muy difícil reclutar estrellas en el mercado de agentes libres. Conley, Parsons y Marc cargan con contratos de más de veinte millones anuales, y más arriesgada que la renovación del base parece la contratación del alero, de enormes posibilidades pero que decepcionó en Dallas tras salir de Houston. Sin embargo, la apuesta tiene sentido: en su mejor versión, Parsons es un tipo de jugador que rompería para bien muchas de las convenciones del estilo típico de los Grizzlies, una oleada de aire fresco que su nuevo entrenador, Fizdale, ha asegurado que quiere usar de la forma en la que utilizaban a LeBron James en Miami. Prometedor, salvando las muchas y obvias distancias…

Ampliar