La política de Denver Nuggets, más allá de su intento de hacerse con Dwyane Wade para recuperar a una afición demasiado acomodada, ha quedado clara durante el verano: pocos movimientos de profundidad y seguir apostando por la acumulación de talento joven. Eso tiene su lado positivo, en el sentido de que se puede hacer equipo, se puede crecer en conjunto, pero también un lado negativo muy claro: no se dan saltos de categoría de un día para otro.

La mayor cantidad de talento nuevo, en teoría, la ha de aportar Jamal Murray. El escolta de la universidad de Kentucky fue una de las sensaciones de la pasada temporada en la NCAA. Y por buenos motivos. No se trata sólo de que se le vean maneras de buen jugador, sino que lo hacen justo para lo que podría necesitar Enmanuel Mudiay a su lado: un auténtico creador de juego.

Murray, como todos los rookies, aún ha de demostrar si su juego se puede trasladar a la NBA. Más aún en el caso de alguien que gusta de tener el balón, de botarlo, de penetrar, de hacerlo con fundamentos más que con potencia y de ser capaz de manejar varias velocidades. La otra gran suma es la de Juancho Hernangómez, que, seguro, se convertirá en uno de los favoritos de una afición deseosa de aplaudir a alguien que respete los fundamentos del juego. Qué buena es la inclusión de un jugador del tipo de Juancho a una rotación interior que acumula tipos con tan buena pinta como Jokic, Nurkic y el siempre intenso Faried.

Los Nuggets, por lo tanto, no han hecho este verano más que subrayar sus puntos fuertes. El problema es que no han hecho nada en el apartado de la mejora instantánea de la plantilla, porque esa no va a venir de parte de jugadores muy jóvenes con todo aún por demostrar.

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