Pablo Laso acabó el partido resoplando y descontento, pero reponerse en días feos es una asignatura obligatoria de los grandes equipos. El Madrid sudó la gota gorda para mantener al colista a cero (cinco derrotas ya) y asciende a la segunda plaza, solo por detrás del ogro CSKA.

Empezó desajustado en defensa para crecer en la segunda parte. Pasó así de encajar 47 tantos a permitir solo 34. Llull y Rudy alimentaron la reacción. El base logró 13 de sus 23 puntos en el tercer periodo, los últimos once para cerrar el acto, y el alero fue clave atrás y también con tres triples al final.

El Galatasaray llegó a vencer por siete (34-41) y se quedó sin opciones a menos de cien segundos de la bocina, cuando Reyes, que sí supo echarle el lazo a Vladimir Micov, encadenó una canasta y un rebote de ataque con asistencia a Randolph: 85-79. El Madrid acabó agarrado a la barra del autobús y así seguirá porque llegan curvas: el Barcelona y el CSKA fuera de casa.

Tras el triunfo del Unics Kazán el miércoles en la pista del Fenerbahçe, los blancos pusieron su barba a remojo por lo que pudiera pasar. Ya solo quedaba un equipo por estrenarse en la Euroliga, y era el el Galatasaray de los diez fichajes. Los de Ataman salieron con hambre de victoria, pese a la baja de Austin Daye, su referente anotador. Pero también distendidos con el balón, intensos en el rebote y más atentos atrás que de costumbre. Perseguían un pulso encestador con poco roce físico: cinco jugadores abiertos y a marear al rival. Lo lograron durante bastantes minutos, casi con cuatro piezas intercambiables sin importar su posición, y con un solo pívot claro, y muy móvil: Tyus o Deon Thompson.

Como ala-pívots, en ausencia de Daye, valían puntualmente Schilb, Preldzic y un entonado Micov. El serbio estuvo cerca de firmar por el Madrid en el verano de 2014. La operación no se cerró y llegó Maciulis. Pues bien, Micov hizo daño a Randolph y enloqueció a Thompkins con la velocidad de un alero, lo que es. Aprovechó también la confusión local para liberarse y clavar cuatro triples. Una pesadilla.

“Nos ganan las batallas individuales”, decía Laso. Cierto. Y para eso salió Reyes mientras Ayón, Randolph y Hunter respondían en el rebote y lo que era un problema dejó de serlo (apenas una captura ofensiva visitante en la segunda parte). La entrada de Doncic dio solidez —y espectáculo: dos matazos— y liberó a Llull, que firmó entonces sus once puntos seguidos. Lo relevó Rudy. Tres triples, el más completo de todos. Hubo emoción, aunque poca aún para lo que nos espera. La hoja de ruta dice que este domingo toca Clásico en el Palau (18:30 #0).