A LeBron James no le gusta jugar en Salt Lake City, siempre una parada complicada en las giras de los equipos (por razones geográficas y muchas veces, como ahora, también deportivas) y una ciudad que va camino de ser maldita para él: seis derrotas seguidas en pista de lo Jazz, tres todavía con los Heat y tres de tres en esta segunda etapa en los Cavs. La última derrota llegó pese a que LeBron puso realmente toda la carne en el asador. De -15 en el descanso a +2 en el tercer cuarto tras un 0-17 impulsado por él… y antes de un 16-0 que devolvió el partido al bolsillo de los locales.

Que los Jazz tienen una de las defensas más físicas y duras de toda la NBA es bien sabido, también que LeBron ha sentido muchas veces en su carrera que se permite más contacto sobre él porque es un jugador muy fuerte y que finge muy poco. Así que, sumada la derrota, la situación era propicia para que el mejor jugador del mundo se acordara del arbitraje. Primero aseguró que la técnica que recibió en el primer cuarto fue por protestar una falta que no se pitó, y que le hizo Shelvin Mack, y después dejó claro que la frustración que expresó era por esa jugada pero sobre todo por los arbitrajes totales de los últimos partidos: “Sé que lo principal es ganar partido pero ahí está. Sí, ahí está”.

Dentro del vestuario de los Cavs se comparte la preocupación por el trato arbitral que recibe un LeBron que es el décimo jugador que más tiros libres (7,1 por partido) lanza en la actual temporada, en la que está finalizando en el aro más de lo habitual en su carrera (39% de sus tiros) aunque menos que la temporada pasada (44%).