Los Angeles Lakers, 2017: un saludo desde las alcantarillas

Como decía la vieja canción, hello from the gutter. Un saludo desde la alcantarilla: días malgastados, noches malgastadas, hipnotizados por el destello de las luces de la gran ciudad. Los Angeles Lakers han dado en 2017 con sus huesos en las cloacas de la NBA, otra vez. Como en los últimos años pero de forma en realidad muy diferente. Más allá de otros análisis, 4-8 en enero y 6-22 desde que estaban 10-10 y hasta parecían un disparo improbable pero no imposible con el octavo puesto del Oeste (escandalosamente barato) como diana. Los Lakers tienen el segundo peor +/- en diferencial de puntos solo por detrás de los Nets y el segundo peor diferencial de rating… solo por detrás de los Nets. Así que solo son indiscutiblemente mejores que los Nets. Sería muy difícil que el peor balance de la Regular Season se escape de Brooklyn, lo que recuerdo que no es un alivio para una franquicia varada en uno de los barrios más glamurosos del mundo (varada en ninguna parte, en realidad) porque su primera ronda, y la de 2018, pertenecen a los Celtics por aquellos fastos irresponsables de Mikhail Prokhorov que no arreglaron el presente y desmantelaron un futuro que ahora mismo no existe.

Los Lakers se repartirán el resto de opciones altas de cara a la lotería del draft con Heat, Sixers, Suns, Mavericks, Timberwolves y hasta Kings, un equipo que olisqueó los playoffs y entró en formato autodestrucción. Va en su código genético. Desde un punto de vista práctico es una buena noticia: la primera ronda de los Lakers vuelve a ser top 3 protegida: o es 1, 2 ó 3 o se irá a Philadelphia vía Phoenix por la llegada de Steve Nash. Llegados a este punto, capitalizar el próximo draft vuelve a ser, desgraciadamente, un objetivo práctico. Un draft del que se hablan maravillas pero en cuyo top-10 habrá al menos, o eso parece, seis guards. Así que hasta el regalo de un número 1 obligaría a replantearse ciertas cosas en la actual base que está, no lo olvidemos, regenerando una franquicia que lleva muy mal haber dejado de ser especial.

Ser el peor equipo de la temporada da un 64,3% de opciones de llevarse un top-3 en la lotería. Ser segundo, un 55,8%. Tercero, ya un 46,9%. A partir de ahí las opciones se van por debajo del 40%, así que parece claro el asunto. Los Lakers lo han hecho muy bien en los últimos draft, porque a los que critican que no eligieron a Porzingis en lugar de D’Angelo Russell hay que recordarles que elgieron a Russell en lugar de Jahlil Okafor. Pero no han tenido a tiro, por los pelos, a esos jugadores verdaderamente especiales como Towns y Embiid (veremos a Simmons...). En cualquier caso, y en una cocción previsiblemente lenta, la base Russell-Clarkson-Ingram-Randle-Nance-Zubac resulta absolutamente prometedora. A Ingram, por cierto, se le cuestiona porque no anota al ritmo que algunos esperaban pero ha enseñado ya lo suficiente en otro montón de cosas, pequeñas y no tanto, como para esperar muchísimo de él: los tiros entrarán, eso es lo que único que parece seguro.

Lonzo Ball y Markelle Fultz pueden portar ese este tipo de talento especial que todavía no se sabe si es Russell, un jugador de posibilidades extraordinarias en todo caso. Más allá de lo que sería un (bendito) problema para un backcourt en pleno desarrollo, la realidad es que el objetivo de los Lakers no era esta vez conservar ese pick de primera ronda. Hay un momento en el que ya tienes el suficiente talento joven, uno en el que hay que empezar a construir de verdad y en el que es más importante crear una cultura que impulse a los jóvenes ya en la casa que construir castillos de naipes con los que podrían llegar. Y en eso están los Lakers, que pese a desastres con el de Dallas han enseñado el suficiente músculo de futuro como para creer en Luke Walton y lo que se trae entre manos, una idea que tiritó por una plaga de lesiones y solo ha vuelto desde entonces (aquel 10-10...) a partidos, incluso a ratos. Si los Lakers consiguen mantener esa actitud lo suficientemente constructiva sin dejar escapar su pick, no sería desde luego lo peor que podría pasar. Pero, insisto, es una idea que se acepta a la fuerza de sacar lo mejor de aquello que finalmente viene y no como realización de ningún objetivo previo. Esta vez no lo era.

Este picado actual complica además las opciones de pescar en el mercado de agentes libres: siempre es así cuanto más te acercas a los primeros picks del draft. Pase lo que pase de aquí a abril, incluso con partidos como el de Dallas, los Lakers de Walton son algo que ni por asomo eran los Lakers de Byron Scott: un equipo más atractivo, más moderno y en un repunte hacia lo que podría ser un futuro que, si vuelve a pintar más lejos que cerca, volverá a obligar a moverse en el arco de los Deng y Mozgov y no en el justo superior (ni hablemos por ahora del, digamos, premium). Así que la situación actual, por mucho que toque ponerse en lo contrario, tiene más desventajas que esas bondades que viajan en un pick que en todo caso decidirá un guiño caprichoso en el sorteo. Pero es lo que hay mientras inevitablemente se vuelve a celebrar, cada vez menos de reojo, cada victoria de Phoenix Suns o Miami Heat. Lo que toca. Los Angeles Lakers, 2017: un saludo desde las alcantarillas.