CELTICS 107-CLIPPERS 102

Los Celtics despiden a Paul Pierce: la noche de La Verdad

Triunfo ante los Clippers en una jornada extraordinariamente emotiva en Boston. Pierce se despidió en su última visita a la que fue su casa.

0

Hubiera sido una tarde de Regular Season más de no ser porque fue cualquier cosa menos una tarde de Regular Season más. Era la noche de La Verdad, The Truth: Paul Pierce. El apodo, es curioso, se lo puso Shaquille O’Neal casi en la noche de los tiempos, en los albores de la resurrección de las Finales Lakers-Celtics (2008 y 2010, una para cada uno) mucho antes de que estas se produjeran. “Paul Pierce es la verdad”, dijo Shaq para separar al alero celtic de otros grandes jugadores del momento, casi todos con más hype que Pierce. The Truth. El tipo nacido en Inglewood, junto al viejo Forum, y criado como fanático de los Lakers que acabó siendo ícono inolvidable de los Celtics. El deporte. Las musas del Garden. La Verdad.

Las musas del Garden, donde Pierce (nadie ha anotado más en la vieja nueva casa del orgullo verde) jugó su primer partido un 5 de febrero de 1999. El último, en el año de su adiós, el 5 de febrero de 2017. 18 años exactos, quince de ellos vestido de verde. Los importantes, los que no olvidaremos nunca. Pierce volvió entre esa mullida sensación de que nunca se ha ido realmente, un luto verde que se convirtió en fiesta que seguía cada paso de un jugador aclamado en el calentamiento y en la presentación, con vídeo homenaje y titularidad otorgada por Doc Rivers, juntos fueron campeones en esa misma cancha, y bendecida por todo el vestuario de los Clippers. No era un partido de Regular Season sino todo lo contrario. ¿El resultado? Un instante eterno, y carne de gallina. Seas del equipo que seas: “Escalofríos, muchos escalofríos. Estoy nervioso así que ni sé cómo va a ser cuando salgamos a jugar”, decía antes de empezar Pierce. Todo lo que le dieron después los que fueron, son, sus aficionados, fue merecido. Instante a instante. Por las victorias, por el carisma, por los tiros ganadores, por el juego de pies, por las peleas con LeBron… por el orgullo verde.

Después, en pista, ganaron los Celtics, embalados en racha de siete victorias consecutivas (107-102), mejores que unos Clippers que siguen penando sin Chris Paul en cuanto aparece un equipo poderoso a la vista: 2-6 en los últimos ocho partidos. Unos se asientan como segundos del Este, asunto crucial para evitar a los Cavs hasta las hipotéticas finales de Conferencia. Los otros se ven, lesión va y lesión viene, en pleno barullo posicional de un Oeste en el que hay muchas cartas por barajar todavía.

El público no paró de reclamar a Pierce, que jugó unos minutitos al principio y se quedó después en el banquillo hasta casi, casi el final porque el partido no llegó a romperse nunca del todo. Los Celtics, eso sí, se escaparon en el tercer cuarto y manejaron ventajas en torno a la decena de puntos que eran seis a menos de minuto y medio (103-97). A falta de 30 segundos lograron la suficiente separación, por fin, para que volviera Pierce, entre el éxtasis de un público que cambió los gritos reclamándole por un rotundo “Thank you Paul”. Pierce, que nunca se ha quedado sin anotar en un partido en esa cancha, anotó un triple a falta de 11 segundos y para cerrar no un partido, este insignificante, sino una relación extraordinaria en la historia de la NBA: Pierce, el chico nacido junto al Forum, y el Garden. Tal para cual por las cosas del deporte.

Isaiah Thomas (28 puntos, 8 asistencias), ya es rutina, volvió a rematar la labor coral de unos Celtics que sintieron en los últimos minutos el efecto emocional de todo lo que les rodeaba. No tanto los Clippers, que sumaron como hormiguitas pero se quedaron cortos, con muy poco de Rivers o Redick (3 de 17 en tiros entre los dos), 23 puntos por cabeza para Crawford y Griffin… y 3 para Paul Pierce. 19 en su estreno en esa pista, 3 en su despedida. Y en medio 18 años, un anillo y un trocito de la historia de la NBA bajo la alargada sombra de una franquicia que casi la personifica. Fue, si se quiere ver así, una noche absolutamente perfecta. La noche de La Verdad.