COPA DEL REY | BASKONIA 99-REAL MADRID 103

El Madrid salva otra prórroga y luchará por su 4ª Copa seguida

Los blancos tiraron 13 puntos de ventaja y luego fueron capaces de remontar 8 tantos en los últimos 3 minutos. Doncic fue el mejor, pero entonces apareció Llull.
Real Madrid-Barcelona :Final Copa del Rey 2018

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Alguien dijo por ahí que la Copa sería un paseo para un Madrid líder de todo. Y sí, ya está en la final. Luchará por su cuarto título seguido, una hazaña, otro muro pétreo que asaltar en la ‘era Laso’, la de los récords. Hasta ahí bien para los pronosticadores, pero hay que contar el camino. Más minas que en la guerra. Porque a estas horas podría llevar desde el jueves viéndolo por la tele. Aquel día se autorescató de la debacle tras remontar 16 puntos al MoraBanc Andorra para sobrevivir más tarde a la prórroga. Este sábado, frente al Baskonia, con su grada coreando el ya famoso “era campo atrás”, creyó volar con las alas de Doncic y Randolph (37-50), pero justo entonces cayó a plomo en un agujero en el que no se vislumbraba escapatoria: 87-79 a falta de tres minutos, solo tres.

¿Y saben qué? Salió vivo. Escapó del socavón agarrado a Llull y a su capa. Salvador casi siempre, ‘El Increíble’ anduvo perdido muchos minutos. Pasó de la nada al todo. Siete tantos entonces, incluido el triple que forzaba la prórroga (89-89). Erró, eso sí, el tiro triunfal cuando convenía una penetración.

Tiempo extra, uno más, al que el Madrid sobrevivió de nuevo. Jerarquía ganadora. Ayón asomaba. Y Nocioni, puesto en cancha justo a tiempo para la remontada heroica. Veloz para meter la mano, para encimar al rival. Ahí, en las pérdidas finales, encontró el juez la prueba del delito que condenó al Baskonia. Su derrota, la de Voigtmann y sus manos blandas en el tramo vital. A Beaubois (27 puntos) le faltó ayuda. A Llull, no. De hecho, Doncic fue en general la figura (23 tantos con 9 de 12, 6 rebotes, 3 asistencias y 26 de valoración). Randolph, por su parte, la rompía por momentos (7 de 10, 20 puntos). Y Ayón a lo suyo, base desde la zona: 8 asistencias. Rehuyó algún tiro, pero un robo con mate y falta extra ya en la prórroga y poco después otro 2+1 orientaron la proa blanca rumbo a la final.

El Madrid no arrancó brillante, pero sí metido. No era el día de cuartos. Transmitía estar dentro, centrado, en labor de desgaste habitual amparado en su amplia rotación. Cuando ocho de sus jugadores habían visto ya aro, del rival solo cinco. Perdía inicialmente el rebote y su porcentaje en el tiro era pobre: 5 de 16 en el primer cuarto. Bargnani saltaba a la cancha con la manita caliente. Bola que tocaba, la lanzaba. Enchufó dos triples para dar un empujoncito a los locales: 17-12.

A 16 segundos para terminar el primer cuarto pisaba la pista Doncic. Majestuoso. De ahí al descanso acumuló 13 puntos y 16 de valoración. Se adueñó del partido, leía cada hueco de la defensa enemiga. Un escándalo. Randolph era su mejor socio. Entre los dos pusieron en órbita al Real. Varias acciones de campo abierto, rebote y contraataque. Y el Baskonia se desconectó. Apenas unos minutos, pero casi le cuesta el descabello: 33-44. Y con la inercia, 37-50.

El Madrid hizo cima y perdió la tensión, el control. Lo perdió con Doncic y Randolph en el banco. Cada segundo sin ellos en pista era un suicidio colectivo. Primero regresó el pívot y luego el chaval, pero el parcial (11-0 y 48-50) estaba hecho. Cambio de inercias, de decorado. La grada, rendida a Doncic, resucitaba. Carácter Baskonia, aunque los mejores minutos de Larkin habían pasado. Y cuando más cerca lo tenía (87-79) solo Beaubois aguantó el remo. Al bravo Hanga le faltó rematar. A este Madrid no se le perdona porque es un superviviente nato. Ganador eterno.