Sin antídoto de este mundo, el veneno mágico que salía de la muñeca de Damian Lillard en la noche del sábado corrió libre por cada junta del parqué sin dar opción alguna a los Utah Jazz. Tardó menos de dos minutos en anotar su primera canasta y menos de seis en dejar claro que la noche era especial: 11 puntos (tres triples) en un minuto y 40 segundos. Qué animal...

Lillard es uno de esos jugadores que tiene tramos en casi todos los partidos en los que se siente invencible, piensa que no puede fallar. El problema grave para los Jazz no fue que el base enseñara esa faceta de su juego, sino que ese habitual tramo de algunos minutos arrancó con el partido y mató antes de cerrar capítulo. 26 puntos en el primer cuarto (igualó su propio récord), nueve triples totales (igualó su propio récord) para 59 tantos que marcan desde hoy el techo de una franquicia que tiene estrella para rato.

Batió el récord de Damon Stoudemire (54) con un triplazo tras paso atrás y levantó los brazos al cielo antes de golpearse el pecho. El parqué era suyo. El pabellón era suyo. La ciudad y el mundo del baloncesto también eran suyos. La explosión de un jugador imprevisible que cerró su tarjeta con seis rebotes, cinco pases de canasta y sin perder un solo balón. Magia...

Eléctrico, Lillard llevó en volandas a unos Portland Trail Blazers que ponen pie y medio en los playoffs (partido y medio sobre los Nuggets a tres días del final de la temporada regular). Anotó 17 puntos más que todos sus compañeros juntos tirando 23 veces menos a canasta. Una noche muy, muy especial.

La derrota de los Jazz, unida al triunfo de los Clippers en San Antonio, deja a los dos equipos empatados en el cuarto puesto de la conferencia oeste (49-31), una situación de la que los angelinos saldrían con ventaja de campo en primera ronda al tener ganado el uno contra uno (3-1).

Los 59 puntos de Lillard son la tercera mejor marca de la temporada en la NBA tras los 70 de Devin Booker y los 60 de Klay Thompson.