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Caballeros contra Halcones: básquet en el estado amish

Dos equipos de baloncesto femenino de dos institutos de Holmes County están entre los más reputados de la región: “Aquí son como los Packers en Green Bay”.

Cleveland
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Caballeros contra Halcones: básquet en el estado amish

Cleveland tiene a Superman aunque Superman es de Krypton: Jerry Siegel y Joe Shuster lo crearon en Cleveland en 1933. Tiene el Rock and Roll (y su Hall of Fame junto al Lago Erie), que tampoco nació allí pero al que allí dio nombre el DJ Alan Freed en la emisora WJW, en los años 50. Y también tiene la mayor comunidad amish del mundo, aunque siempre se asocia con Pennsylvania a este grupo etnorreligioso que reniega de los adelantos y comodidades de la vida moderna y bebe de su propia interpretación del nuevo testamento y de unas raíces protestantes anabaptistas que se hunden en Centroeuropa: Alemania, Suiza…

Pero a unos 130 kilómetros de Cleveland, lejos del gigantesco lago y entre valles y colinas, se agrupan 52 asentamientos amish con más de 400 iglesias y 60.000 habitantes. Más de la mitad pueblan Holmes County, ahora mismo el gran centro mundial de la vida amish, firmemente arraigada en el old order (la variante más tradicional y extendida de su forma de vida) pero con espacio para movimientos innovadores (en la medida en que tal cosa es posible) como el new order y también para ultra conservadores como el Swartzentruber, extremadamente resistente a cualquier atisbo de cambio.

Los amish siguen a rajatabla los principios del Ordnung, un código ético y cívico que se basa en el concepto de demut (humildad) y aborrece el de hochmut (arrogancia). Todo se somete a la voluntad de Dios y al bien comunitario así que, entre granjas que parecen sacadas de otro tiempo y pequeñas fábricas artesanales de muebles, no hay sitio para el deporte con el más mínimo rastro de competición: del mismo modo que las fotografías están prohibidas porque potenciarían la altivez, el deporte se percibe como un camino irremediable hacia la inmodestia y un deseo de destacar completamente prohibido por el gelassenheit, una idea de calma que tiene más que ver en realidad con una aceptación sumisa y pasiva de la vida y sus circunstancias.

Y sin embargo, el baloncesto ha ido abriendo durante las últimas décadas un pequeño resquicio en este inhóspito entramado social porque es percibido como, algo es algo, un deporte en el que brillan especialmente el trabajo de equipo y el espíritu colectivo, algo esencial en una comunidad en la que, por ejemplo, nadie contrata seguros médicos y todos sus miembros contribuyen al pago de las facturas cuando uno de ellos cae enfermo. Los amish no juegan al baloncesto pero sí lo hacen los menonitas, una vertiente notablemente más abierta que también hace concesiones al vestuario moderno y permite conducir coches. Y desde luego lo hace el resto de la población, que no es amish pero en la que impregna su máxima de que el pasado sí tiene que repetirse. Y glorificarse.

En el corazón del condado de Holmes, el programa de baloncesto de dos institutos se ha convertido en el ‘orgullo permitido’ de la zona, una de las cosas que sí pasan en un lugar donde parece que nunca pasa nada. Especialmente los equipos femeninos de los Knights (caballeros) de West Holmes High School y los Hawks (halcones) de Hiland, que combinan un 76% en su histórico de victorias y ocho campeonatos estatales. Las primeras, además, conservan todavía el récord de más victorias seguidas en el baloncesto de Ohio: 108. Y sus duelos directos son un acontecimiento en una localidad que no tiene cines ni un centro comercial a menos de 50 kilómetros de distancia. Más de 3.000 personas llenan pabellones que también tienen su toque particular. Al de las Knights lo llaman Dungeon (la mazmorra) y su acceso está presidido por una enorme roca con una espada clavada al estilo Excalibur.

Las amish no juegan porque, además, o no van al colegio o lo tienen que dejar antes del instituto. Pero su influjo cultural es inevitable: el entrenador Dave Schlabach lleva trabajando en el equipo desde 1991 y solo ha conocido a dos jugadoras cuyos padres estuvieran divorciados. En 26 años y en un país donde el ratio de divorcios supera el 40%. Los partidos se emiten en streaming a través de Voice of Holmes County, modesta web de noticias del condado desde la que Mark Lonsinger explica la importancia de algo así en un lugar donde todavía se ven más carros tirados por caballos que coches: “Durante la temporada todo el mundo habla de estas chicas. Aquí son como los Packers en Green Bay o los Red Sox en Boston…”.

Schlabach presume de los beneficios sociales del baloncesto para la zona y exalta la figura de Petty Reese, un entrenador de raza negra que dejó tanta huella en una región donde más del 99% de la población es blanca que desde 2001, un año después de su muerte, toda la comunidad del baloncesto de Holmes County, jugadores y jugadores incluidos, está invitada al banquete anual que se celebra en su honor justo antes de que comience la temporada. Cada año, en el restaurante Der Dutchman, se comen platos amish (pollo frito, puré de patata, tartas de todo tipo…) y se escucha a los más veteranos contar unas historias de Reese que de esta forma se transmiten así de generación en generación. Como casi todo en ese rincón de Ohio.