Esta vez, sin Mourinho ni Guardiola

Otra vez Madrid y Barça frente a frente. Es la guerra que no cesa. Han jugado 227 partidos oficiales, y el balance a día de hoy es 90-48-89. Una victoria más para el Madrid, 48 empates. En la práctica, empate técnico. Eso habla de la insistencia de esta rivalidad, en la que ha habido periodos de dominio de alguno de los dos, pero luego la historia tiende a equilibrarles. Son dos colosos nacidos en la dos grandes ciudades de España, representantes, de grado o por fuerza, de la vieja disputa nunca resuelta sobre el modelo de Estado, si centralista o federal. Nacieron para incordiarse y en eso siguen.

Hace tres años jugaron esta misma final en el mismo escenario, pero tenemos que admitir que no es lo mismo. Entonces estaban Mourinho y Guardiola en sus máximos, y sus equipos también. Mourinho hizo del Madrid una máquina de guerra, coronada por Cristiano. Guardiola fabricó un Barça primoroso. Aquella final la jugó (y ganó) Cristiano, el Barça tenía centrales, su medio campo era un reloj. Eran, objetivamente, los dos mejores equipos del mundo en ese momento. Ahora han bajado un peldaño, no aterrorizan a Europa (el Barça ya ni está) y en España el Atlético se les ha subido a las barbas.

Pero siguen siendo ellos y nos pueden ofrecer una gran final. El Madrid, a pesar de la falta de Cristiano y del susto de Dortmund, llega más optimista. Le recibieron el triple de hinchas que al Barça, que viajó con sus tres centrales en la esperanza de poder contar con alguno de ellos. Pero con el que de verdad necesita contar Martino es con Messi, que anda ausente, como si la cosa no fuera con él. Menotti dice que no es la perspectiva del Mundial, que es fatiga mental, falta de pasión. Messi es la única carta ganadora del Barça a priori. Todas las demás las tiene el Madrid, aun sin Cristiano.