Nunca tantos le debieron tanto a tan pocos". Esa mítica frase de Sir Winston Churchill, pronunciada en los momentos más duros para Inglaterra en la II Guerra Mundial, refleja mejor que nada lo que para nuestro país ha representado el oro en el Mundial de Japón. Primero, porque hacía apenas dos meses el deporte español sufría, de nuevo, la decepción de la eliminación de la selección de fútbol en un Mundial, que también era la de millones de españoles. Segundo, porque parecía que el oro en Japón ya tenía dueño en la selección de estrellas de la NBA de Estados Unidos.

Pero un grupo de jóvenes jugadores con un líder indiscutible llamado Pau, que en cinco temporadas ha maravillado a todos en la NBA, empezó a ilusionar. Pau no estuvo en el Eurobasket de Belgrado y tenía una espina clavada que quería quitarse en Japón. El guión se cumplió hasta la semifinal contra Argentina, donde cayó lesionado. Pero Grecia acabó con las superfiguras de la NBA y el sueño español parecía más cerca, porque, con o sin Pau, nuestros jóvenes eran mejores. En apenas veinte minutos acabaron con los hombres de Giannakis. Pau estaba en el banquillo pero a cada tiro de Navarro, Garbajosa o Reyes parecía que una invisible mano mágica lo acompañase al aro. Quizás por ello todos dirigían la mirada hacia su compañero lesionado, hacia su líder, y su rabia era la de él postrado en el banco. En Japón ha nacido otra leyenda : la del "Spirit of Pau". Y seguro que va a durar.