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nba | playoffs | lakers 100 - spurs 92

La exhibición de Kobe vale el título del Oeste y el billete a la gran final

Pau Gasol será el primer jugador español que luchará por el anillo de campeón de la NBA. El pívot, irregular en ataque, aportó en tareas en las que brilló mucho más que en otros partidos y capturó 19 rebotes, 9 de ellos en ataque. Pero la gran estrella de la noche fue, una vez más, Kobe Bryant, que lideró otra remontada de los Lakers ante unos Spurs que fueron de más o menos de forma escandalosa.

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<strong>IMPERIAL.</strong> Kobe Bryant anotó 17 puntos en el último cuarto para conducir a los Lakers, por la vía rápida, a la final de la NBA.
Reuters

Los Lakers lucharán por el anillo con todo merecimiento. Sobran argumentos. Mejor equipo del Oeste en la temporada regular y campeón de su Conferencia después de batir al defensor del título, San Antonio Spurs, por 4-1. Hay más: han saldado las tres eliminatorias del Oeste con un balance de 12-3. En el Staples no pierden desde el 28 de marzo y su marca como local en playoffs es de 8-0. Además, en unas eliminatorias en las que el triunfo a docimilio se cotiza a precio de oro, han sumado cuatro. Dos ante unos impotentes Nuggets y otras tantas repartidas entre dos de las canchas más duras de la NBA, el Energy Solutions de Utah y el AT&T Center de San Antonio. En su camino han quedado los dos finalistas de Conferencia de la pasada temporada, y han logrado un 4-1 totalmente inesperado ante el defensor del título, unos Spurs que vuelven a quedarse de vacío en año par...

Pero hay una razón por encima de todas: Kobe Bryant. Divino, excepcional. En una de esas noches en las que su silueta parece transformarse en la de Michael Jordan. De forma gruesa, así se explican los hechos del quinto partido de la final del Oeste: Al final del primer cuarto, los Lakers perdían 15-28. Kobe sumaba 4 puntos. Al final del partido, los Lakers habían ganado 100-92 y Kobe había anotado 39 puntos. 26 en el segundo tiempo, 17 en el último cuarto. Ante eso, no hay defensa de Bruce Bowen que valga. No hay orgullo de los Spurs que resista.

Bryant lideró una nueva remontada de su equipo, menos espectacular que la del primer partido de la serie, pero quizá más difícil. Esta vez fue más larga, una caza lenta y agónica que se apoyó, cuando había pocas razones para creer, en la falta de fuerza de unos Spurs que no han ganado ninguno de los finales igualados que ha ofrecido la eliminatoria.

San Antonio silencia el Staples pero se olvida de rematar

Arrinconados y con la crítica especializada insistiendo en el peso de los años que sufren sus piernas, los Spurs salieron al Staples imperiales, con aroma de equipo inmenso. Durante casi dos cuartos, cualquiera hubiera apostado su dinero a que la serie volvía a cancha tejana con 3-2 y las dudas instaladas en la mente de unos Lakers que aparecieron en el partido pasados de revoluciones, con la ansiedad de sentenciar el partido desde el primer ataque. Un error fatal ante los expertos Spurs, concentrados en defensa hasta dejar a su rival en un ridículo 7/24 en el primer cuarto, y aprovechando con frialdad mecánica las rebajas que ofertaba la defensa angelina. Duncan, Parker, Finley, Thomas... todos aportaban y las ventajas alcanzaron en el segundo cuarto los 17 puntos (16-33) después de 15 minutos de exhibición, de paliza incontestable.

Pero ahí precisamente fallaron los de un Popovich que trató, sin suerte y a base de tiempos muertos, que su equipo se mantuviera en la misma línea de perfectamente medida intensidad, que no permitiera que los Lakers volvieran a creer. Pero no lo lograron, se metieron en una dinámica más perezosa y poco selectiva en ataque y dejaron crecer a un rival que, para su propia sorpresa y gracias al efecto dinamizador de los primeros buenos minutos de Kobe, se fue al descanso competamente vivo (42-48). Puro instinto de supervivencia.

Igualdad máxima hasta la explosión de Kobe

Ahí había empezado a perder el partido San Antonio, que no cumplió con su principal premisa: evitar que el partido llegara igualado a los últimos minutos, evitar entrar en el terreno de Kobe Bryant. Un 0-4 al inicio del tercer cuarto fue el último punto de inflexión favorable a los visitantes (42-52). A partir de ahí comenzó la caza mayor hasta que un triple de Radmanovic permitió a los Lakers llegar en ventaja al último cuarto (64-63).

La sensación en el Staples, a esas alturas, era que difícilmente se podía escapar un partido que había estado prácticamente perdido. No parecían tener fuelle suficiente los Spurs para anteponerse a unos Lakers más optimistas a cada minuto, más concentrados en realizar cada uno sus pequeñas tareas y dejar el trabajo de demolición para Kobe, que rompió el partido a base de canastas increíbles con pequeñas ayudas en forma de triples de Vujacic y Walton. San Antonio luchó hasta el 83-81. Quedaban más de 4 minutos y los Lakers habían perdido un colchó de siete puntos. Entonces se vivió el capítulo definitivo del partido y de la serie. Los tejanos enlazaron cuatro ataques en los que sumaron un punto, con Ginobili y Duncan fallando en los momentos comprometidos. Los cuatro ataques correspondientes de los Lakers se saldaron con... seis puntos de Kobe: 89-82 y todo listo para el carrusel de tiros libres finales que certificó el título del Oeste y el billete a la gran final de los Lakers, que ahora perderán, sea ante Boston o ante Detroit, la ventaja de campo.

La lucha de Odom y Gasol, fundamental

Por supuesto, hubo más que los 39 puntos de Kobe Bryant. Odom y Pau Gasol volvieron a compensar a base de lucha y energía su defícit de lucidez en el apartado anotador. El alero terminó con 8 rebotes y 13 puntos, algunos en momentos muy importantes, y Pau Gasol anotó 12 puntos y se quedó en 5/15 en tiros. Pero aportó nada menos que 19 rebotes (9 en ataque, algunos en momentos cruciales), 5 asistencias y 4 tapones. Sólo su irregular selección ofensiva ante Duncan le privó de completar una actuación totalmente estelar. En defensa fue de menos a más, y arregló a base de tapones y sobre todo rebotes sus problemas ante Duncan. En muchos momentos, los Lakers eligieron, con buen resultado, que Pau estuviera más desprotegido a costa de evitar pases extra y, sobre todo, penetraciones de Parker y Ginobili. Eso implicó que, obviamente, un jugador de la talla de Duncan, que será -ya es- historia de la liga, le sacara los colores en unos cuantos uno contra uno; Pero esta vez nada se puede achacar a Gasol en cuanto a sacrificio y actitud, y esos 19 rebotes son la mejor prueba.

Los Spurs terminaron hundidos. Y es innegable que resultaba conmovedor ver el gesto al final del partido de un guerrero maravilloso como Tim Duncan, que volvió a firmar malos porcentajes (7/19 en tiros de campo, 5/10 en tiros libres) pero que terminó con un triple-doble: 19 puntos, 15 rebotes y 10 asistencias. Parker, MVP de las últimas finales, alcanzó los 23 puntos pero abusó del tiro desde media distancia, limitado por la defensa angelina, y sólo repartió 4 asistencias. Ginobili mantuvo su mermada tónica de toda la eliminatoria con la excepción de sus demoledores minutos del tercer partido y, siempre renqueante, se quedó en 9 puntos. Así, el progresivo hundimiento de Finley y Thomas, la intermitencia de Barry o la nula aportación de Oberto fueron llevando al campeón al precipicio. Cuando quiso darse cuenta, estaba en la lona y, lo que es peor, sin más fuerza que el orgullo para tratar de levantarse, con mandíbula de cristal ante los directos de Kobe Bryant en el último cuarto.

En el duelo de maestros de los banquillos también volvió a ganar Phil Jackson, que siempre acaba tapando la boca de los que dudan de sus decisiones. Popovich es un grande, pero Phil Jackson es algo más, y tiene a estos Lakers en plena forma física y con una convicción ganadora que atraviesa murallas como la de los Jazz y conquista trincheras como las de los Spurs. El sueño ya es realidad. Junto a Jackson y Kobe, junto a Odom, Fisher y Vujacic, Pau Gasol luchará por el anillo de campeón de la NBA en una temporada que comenzó sumido en la depresiva fosa de los Grizzlies. El camino empieza el próximo jueves, en Detroit o, como añoran todos, desde los clásicos más puristas a los tiburones de la mercadotecnia, en Boston.