Paul Pierce dirige la demolición de los Lakers

FINAL NBA | CELTICS 98 - LAKERS 88

Paul Pierce dirige la demolición de los Lakers

Paul Pierce dirige la demolición de los Lakers

Europa Press

Comenzó la gran final de la NBA y lo hizo con triunfo local (98-88). El TD Banknorth Garden fue un incendio en el que se consumió lentamente el baloncesto de unos Lakers que acabaron viendo con impotencia como su rival se agigantaba, apuntalado por Garnett y dirigido por un Paul Pierce que fue decisivo en el segundo tiempo: aportó los puntos fundamentales y relanzó el espíritu de su equipo. Los angelinos realizaron un partido demasiado irregular, con Kobe mal y Pau Gasol apagado.

Los Lakers no sólo terminaron derrotados (98-88), terminaron abrasados, consumidos por un flujo de energía que fluía de forma constante entre la pista, donde los Celtics fueron muchos más intensos, y la grada del TD Banknorth Garden, febril, consciente de que 21 años son mucho tiempo y que regresar ha exigido recorrer un camino muy duro. La última vez que en Boston se jugaban finales y se decidían anillos, no había cheerleaders; Ahora sí. Un pequeño guiño del signo de los tiempos en medio de un maravilloso deja-vu, surgido de la colisión del blanco y el verde con el amarillo y el morado y de los gritos de "beat L.A." (batid a Los Angeles), que resuenan en Boston como en ninguna otra pista de la NBA...

Porque era una final de símbolos, de recuerdos y leyendas. Un choque primordial, casi atávico, entre dos instituciones que han escrito sus respectivas e incontables páginas de gloria en partidos como este. Y Boston ganó, entre otras cosas, porque supo entender mejor esto y jugó con hambre y fanatismo, gestionando mejor la tensión casi irrespirable bajo cuyo plúmbeo efecto se disputó el choque. Pero también ganó por Paul Pierce, y parece éste el mejor argumento para confirmar que fue un partido de símbolos. El de Los Angeles, convertido ya en ícono celtic, puso la calidad pero sobre todo la emoción del que ha vivido la travesía del desierto de esta franquicia, que incluye temporadas tan nefastas como la pasada, en la que el viejo orgullo del Garden quedó lobotimizado por una devastadora inercia perdedora.

Garnett domina el primer tiempo y Paul Pierce el segundo

Parecía obvio que si los Lakers superaban (tarea hercúlea) los 100 puntos en Boston, el partido sería suyo. Esa era la proyección al descanso y los angelinos ganaban (46-51) tras un muy buen segundo cuarto (23-30). Después del 2-6 inicial, los de Phil Jackson solventaron las primeras acometidas de los Celtics, todas lideradas por Garnett, con el espíritu de supervivencia que ya habían exhibido en rachas de vacas flacas ante San Antonio. De un 21-14 se pasó a un 21-21, y los Lakers navegaban a pesar del 2/8 de Kobe en un primer cuarto en el que Gasol sumó 6 puntos, pero sufrió, como en el segundo acto, la intensidad caníbal de Garnett, que llegó al descanso con 16 puntos y 6 rebotes, superando al español cada vez que éste le defendía sin ayudas.

La aparición de Odom y Fisher, el más centrado de los Lakers durante muchos minutos, y la producción ofensiva (12 puntos y 4 asistencias al descanso) de un Gasol que no reboteó en el primer tiempo, permitió a los Lakers disponer de unos minutos en los que pudo imprimir al partido algunas pinceladas de su estilo y ritmo de juego. Así, las perspectivas no eran malas al descanso, por delante en el marcador y con la baza de Kobe todavía intacta en el cargador.

Pero el segundo tiempo fue para Paul Pierce, que anotó 15 de sus 22 puntos en el tercer cuarto y que provocó el desequilibrio anímico definitivo. Lideró un 6-0 de salida con un 3+1 que hizo que el público olvidara en un instante las dudas del final del primer período. Después protagonizó, sin querer, la catarsis definitiva cuando Kobe amenazaba con adueñarse, una vez más, del partido. Con 58-62, Pierce colisionó con Perkins y se tuvo que retirar al vestuario entre gestos que parecían asegurar su adiós al partido e incluso al resto de la serie. Ese fue el momento en el que todo parecía de cara para los Lakers, y ese fue precisamente el comienzo de la combustión angelina.

Sin Pierce, Allen (no estelar pero sí muy participativo: 19 puntos, 8 rebotes y 5 asistencias) logró un triple revitalizante y, poco después, Pierce volvía a la pista. La ovación de la grada, en pie, quedará como uno de los grandes momentos de la temporada. Había vuelto Pierce y algo en la mente de todos, locales y visitantes, pasó del morado al verde, especialmente cuando The Truth regresó a la pista con dos triples consecutivos que sellaban el vuelco (75-71) tras dos destellos de Kobe (deslumbrantes como siempre, pero esta vez insuficientes).

Los Lakers, sin capacidad de reacción

El último cuarto fue un calvario para los Lakers, que se quedaron en 15 puntos y que fueron devorados por un ambiente infernal y por un rival más crecido a cada instante, reafirmado en defensa (con puntuales ayudas, en ningún caso decisivas, del inefable Bavetta) y con un convencimiento en la mirada que parecía borrado desde las derrotas en pista de Atlanta en primera ronda. Y eso quizá sea peor para los Lakers que la derrota en sí. Su rival ha recuperado la convicción y parece sentirse superior, otra vez intocable en su pista. Si lo confirman el domingo con el 2-0, la situación será muy complicada precisamente porque los Celtics tendrán asegurado regresar al Garden y podrán jugar sin apenas ansiedad en los (máximo) tres partidos a disputar de forma consecutiva en el Staples.

Boston ganó buena parte del partido en la lucha por el rebote (46-33). Terreno de Garnett, que capturó 13 y que, tras un segundo tiempo negado en ataque (24 puntos totales), reapareció en los últimos minutos para apropiarse de los rechaces decisivos, uno de ellos hundido de forma espectacular ante un Pau Gasol que se quedó en tres puntos (15 en total) en un segundo tiempo en el que mejoró en el rebote (8) pero en el que se fue desvaneciendo en ataque hasta pasar prácticamente desapercibido, incluso cuando Perkins se retiró lesionado y cargado de faltas. PJ Brown puso entonces músculo y experiencia, y al español le faltó convicción en algunas acciones, muy limitado también a la hora de participar en la distribución de juego.

Ese cortocircuito en la circulación de balón de los Lakers fue el gran triunfo de la defensa de los Celtics. Sin su fluidez habitual, los angelinos quedaron reducidos al impacto de las acciones individuales y no supieron manejar la guerra de nervios casi histérica que planteó Boston en el segundo tiempo. Los 15 puntos de Fisher y Gasol o los 14 de Odom no eran suficientes, la muñeca de Vujacic no resultaba esta vez letal (2/8)... y Kobe Bryant tuvo un día francamente malo, frenado en sus peores minutos por Pierce, que no sólo le defendió bien sino que le invitó a un duelo personal del que Kobe salió esta vez escaldado entre decisiones precipitadas y malos tiros (9/26 para 24 puntos y 6 asistencias).

Sin un día brillante de su gran estrella y con un papel demasiado irregular de Gasol y Odom, los Lakers terminaron reducidos su mínima expresión, con sensaciones negativas a pesar de que resistieron en el partido casi hasta el final (90-85 a falta de tres minutos). Lo bueno para ellos es que el próximo domingo les ofrece la posibilidad perfecta para la redención. Lo malo es que será de nuevo en la caldera del Garden, donde tienen que ganar para poder ser campeones. Sin duda pueden hacerlo, siempre y cuando consigan que la historia del siguiente partido, en apenas 72 horas, se escriba con otra caligrafía y con distintos protagonistas principales.