Hay dos sietes de España, Villa o Raúl según preferencias, y un cinco del Unicaja, Bernardo Rodríguez, capitán, heredero de una generación de gente de baloncesto que dignifica este deporte. Delante de Scariolo, el entrenador que exploró sus límites, jugó un partido celestial y, apoyado en el talento innato de Haislip, la determinación de Gomis y la clase de Welsch, condujo al Unicaja a las semifinales de la Copa, que para el Gran Canaria son un imposible. Qué pena, Granca, qué corazón le pone a la Copa. Y qué poco le da. Ayer sólo pudo soportar dos cuartos y al final se derrumbó. No por miedo escénico. Por pura incapacidad.

Unicaja masticó bien el partido, especialmente en defensa, donde estuvo aplicado y se sintió cómodo. Y luego se expresó como pudo en ataque. El Granca jugó a remolque, admitiendo cierta inferioridad que durante buena parte del partido no era cierta. Porque un triple de Norris mandó a los amarillos por delante al descanso (34-36). Y de pronto, el Gran Canaria dimitió, encogido, encerrado en las mil trampas que preparó Aíto, estratega de hoy y siempre, que desesperó a English y anuló al resto. Gran Canaria caminó hacia el final del partido loco por la bocina final, infiel al espíritu de la competición. Amargado. Y el Unicaja olió la gloria.

Aíto: "Aspiramos a más"

"La victoria se ha basado en una muy buena concentración desde el principio porque luego la mantuvimos en ataque y en defensa. Aunque hubo jugadores que no estuvieron a su nivel, hubo otros que sí aportaron más de lo que suelen. Ahora seguimos aspirando a más, a mejorar en todos los ámbitos y pelear porque no hay rival fácil".