Pedro Ferrándiz junto al pívot Bill Russell y al base Oscar Robertson, dos genios del baloncesto americano que coincidieron en éxitos con el entrenador alicantino en la década de los sesenta. Ayer volvieron a coincidir, y no por coetáneos, sino porque cruzaron saludos y admiración en la Fundación Ferrándiz, en Alcobendas, en la segunda ceremonia de ingreso del Salón de la Fama. El de la Federación Internacional (FIBA), inaugurado en 2007. En el otro, el de siempre, el estadounidense de Springfield, ya entró Ferrándiz hace dos años para acompañar a Díaz-Miguel. Ahora, al entrenador español más laureado de la canasta (4 Copas de Europa, 12 Ligas y 11 Copas al frente del Real Madrid), le ha tocado ser reconocido por su Hall of Fame, el que él mismo impulsó junto a su Fundación.
Pleno de personalidades del deporte y del baloncesto mundial para rendir tributo al gran Ferrándiz y a otras diez figuras de gran calado del mundo de la canasta, entre las que se hallaban Robertson (Russell no, porque ya fue reconocido en 2007) y, a título póstumo, su entrenador en los Juegos de Roma 60, Pete Newell.
Emotivo discurso de Ferrándiz, que en tres minutos repasó su trayectoria, repitió cómo se enamoró del baloncesto por casualidad, al entrar en un cine de verano para ver un documental un día de 1947, y acabó reconociendo: "Con esto he concluido, se han cumplido todos mis sueños". Y se lo agradeció a los que le han ayudado a conseguirlo, especialmente a Raimundo Saporta y Borislav Stankovic. Grande.
