Tiene sus peligros ir a buscar la bendición a Belgrado. Allí, donde hace poco humeaban los fusiles y ahora lo hacen los cigarros, no se conceden respiros. Por eso el Unicaja estuvo a punto de ahogarse en el Pionir, pero acabó resucitando y ganándole en un último cuarto de raza al Partizán (64-72). Porque, al principio, sus mudos pulmones pedían aire y dieron la bocanada sin preguntar debajo del agua. Le salvó que su corazón bombea sangre, sudor y lágrimas. Lo que haga falta. Y el Unicaja, que volvió a cometer sus pecados originales, purgó por ellos en la cancha que comparte vecinos con el infierno.

Su gran baza fue, al final, el propio Partizán que, para llevar el traje de ganador durante tantos minutos tuvo que emplearse a fondo. Los verdes recibían por todos lados, los árbitros lo veían y por eso los de Vujocevic tuvieron que ir levantando el pie del acelerador. Un triple de Carlos Jiménez apretó entonces un marcador que sólo atendía a la tiranía de los triples locales (Dekic, McCalebb, Kecman, Vesely...). Por primera vez desde el comienzo, había partido (49-46).

Comenzaba la remontada, pero el Unicaja sería el equipo del mundo que menos padecería si la FIBA ilegalizase los triples. Juega prácticamente sin tiro exterior y por eso sufre como un condenado cuando necesita dar un tirón en el electrónico. Ayer lo hizo el que volverá a hacerlo. Freeland clavó uno de los tres triples que hizo su equipo y puso por primera vez por delante al Unicaja. Primera victoria de la temporada.