Obra de arte con la firma de Messina

euroliga | panathinaikos 67 - real madrid 76

Obra de arte con la firma de Messina

El Real Madrid firmó un partido perfecto para dinamitar el grupo D de la Euroliga. Con las primeras dudas de la temporada tras dos derrotas seguidas, el equipo blanco desplegó línea por línea todo el manual de un Ettore Messina que esta vez ganó la partida a Obradovic. Ahora el Real Madrid, que mandó durante los 40 minutos, tiene en su mano terminar la primera fase como líder de grupo.

Quizá la mujer de Ettore Messina le siga recordando a éste que él es un gran entrenador pero Obradovic es el mejor... Quizá llegue la hora de la verdad y vuelvan a invertirse los términos, como en la final de la última Final Four. Pero esta vez, hoy, Héctor ganó a Aquiles, si se me permite el símil que el italiano creó con humor para hablar de la enorme rivalidad (y enorme amistad) entre los dos mejores entrenadores de Europa, once títulos de Euroliga lo corroboran. Fue además mucho más que una victoria. Fue una demostración, una exhibición de todo lo que puede llegar a ser el Real Madrid a las órdenes de 'Héctor' Messina. Un equipo de autor, perfectamente reconocible en todos los apartados y con una disposición ejemplar en cada uno de ellos.

En su primer amago de bache, ni hablar todavía de crisis, tras dos derrotas seguidas y con el estado físico de la plantilla en solfa, el Real Madrid se sacó de la manga su mejor partido de la temporada en pista del campeón de Europa, al que ya ganó en Vistalegre y al que tiene ganada la mano de cara al primer puesto del Grupo D. Cómo un equipo puede en cuatro días pasar del esperpento ante el Xacobeo al despliegue casi artístico en el OAKA es algo que queda para los insondables misterios del deporte y del baloncesto. ¿Y Obradovic? Mosca, seguro, pero tranquilo. En la pasada temporada el Barcelona también le zarandeó en la primera fase en la ida y en la vuelta. Después, en la Final Four, el campeón fue... Panathinaikos.

Pero en el OAKA, a fecha de 17 de diciembre, sólo hubo un equipo. Más allá de la frase tópica un equipo enorme asaltó, devastó y conquistó una de las guaridas de mayor alcurnia del baloncesto continental. Una, ya se sabe que con muy mal perder, que cerró el partido con botellazo a Messina mientras en la pista su equipo maquillaba a palos el marcador. En ese tramo ya de fogueo, prácticamente todo el último cuarto, Panathinaikos pasó a base de kárate-press de desventajas de más de veinte puntos (45-66 tras triple de Prigioni) a un menos aparatoso 61-70. El Real Madrid pasaba entonces de puntillas por el partido, evitando conflictos y cardenales en la medida de lo posible (Batiste se llevó por delante a Prigioni) con la vista puesta en la traca de fin de año en la ACB: Caja Laboral y Barcelona. Un par de acciones de Kaukenas cerraron un partido que en realidad llevaba cerrado muchos minutos. Demasiados para el orgullo de viejo campeón de Obradovic. Demasiados para la acaudalada plantilla del PAO, demasiados para su mal acostumbrado público.

La perfección y la respuesta constante

El Madrid articuló su mensaje a Europa ("aquí estamos") en torno a la firma inequívoca de Messina. Y lo hizo como los equipos grandes: golpeó de salida y después, con la herida abierta, controló cada zarpazo de su rival, anuló todos sus recursos individualidades y todos los intentos de su banquillo, al final desesperados. Si el primer cuarto del Real Madrid fue para enmarcar, sublime (8-22), tanto o más lo fue su solidez posterior y su sangre fría para contener cada acometida, pletórico Messina en el duelo de banquillos, bateando cada bola curva que le lanzaba Obradovic.

Todo lo que hizo el Real Madrid fue de manual. Su única laguna llegó en forma de 18 pérdidas, las mismas que un PAO que echó demasiado de menos a Diamantidis y que tuvo un día nefasto en el tiro exterior (8/24 en triples, la mayoría cuando ya era demasiado tarde), sin fluidez en ataque estático con un Spanoulis perfectamente defendido y un juego demasiado basado en cargar en el interior o bien a Pekovic o bien a Batiste, ambos minimizados por un Lavrinovic extraordinario, que firmó uno de sus mejores partidos más que por números (8 puntos, 8 rebotes, 3 robos, 2 tapones), por su intensidad defensiva, su lectura del partido y su ascendencia en momentos importantes.

El Real Madrid, desde su fulgurante inicio, nunca concedió puntos cómodos a su rival y siempre tuvo respuesta. Cuando hubo que moverse en un cómodo intercambio de canasta en el segundo cuarto y sobre todo cuando los atenienses se volcaron furiosos en el tercer parcial. Ahí, con 32-39 primero y con 40-50 después, surgió el puño de hierro de un equipo que comenzó entonces el festival de triples que mató el partido con Bullock como protagonista de la ejecución (45-66 al final del tercer cuarto).

El rebote fue blanco (28-32) pese a la carga final helena, el tempo del partido también pese a que Obradovic trató de aprovechar las limitaciones que implica la baja de Llull. Las sensaciones, todas, fueron para un Real Madrid que tras dos muy malos partidos se sacó de la manga lo mejor de su repertorio y que tiene en su mano el liderato de grupo. Velickovic también recuperó la figura y la nota negativa sigue siendo la difícil integración de Van den Spiegel y sobre todo Felipe Reyes (2 de valoración). Asuntos menores cuando la actuación coral es de tal calibre por parte de un Real Madrid que mira ya a Vitoria un poquito más cansado pero con la moral de nuevo por las nubes.