Ni el Unicaja está tan mal, ni el CSKA es lo que era, pero lo cierto es que ayer hubo partido donde antes no había nada. Los de Aíto amenazaron, por momentos, con derretir el hielo de Moscú con un baloncesto serio, poco pretencioso, pero efectivo. Tanto, que al final se marcharon a Málaga con un basket-average accesible para el Carpena. Ocho puntos (86-78) que pudieron ser menos, pero el equipo se quedó sin gasolina para superar la cuesta de los últimos cinco minutos.

Porque la victoria de los rusos se cimentó en sus figuras. Algunas menos que otros años, pero igual de letales. Siskauskas, Khryapa y Langdon sumaron entre los tres casi toda la valoración del Unicaja. Aun así, se vieron unos síntomas de recuperación ilusionantes. Archibald volvió a moverse con elegancia en la pintura y la muñeca de Dixon (totalmente confirmado) es un regalo. Además, Welsch metió tres triples que otro día no tocarían aro y Printezis asume cada vez mayor responsabilidad.

El equipo corrió, defendió y sólo dobló la rodilla por tres jugadas desacertadas al final. Tendrá la oportunidad de levantarse en Málaga.