Hogar, dulce hogar... por fin

acb | real madrid 67 - cajasol 60

Hogar, dulce hogar... por fin

Hogar, dulce hogar... por fin

El Real Madrid jugará las semifinales de la ACB ante Caja Laboral y lo hará tras ganar por primera vez a Cajasol un partido de playoff como local. Y tras sortear para hacerlo un día de presión máxima en Vistalegre, algo que le había fallado sistemáticamente a lo largo de la temporada. Otra vez se vio un Madrid ciclotímico que pasó de un buen segundo cuarto a un pésimo tercero en el que se complicó el partido con siete minutos sin canastas en juego. Pero esta vez sí encontró tiros decisivos y sí tuvo pausa, criterio e intensidad en los momentos calientes ante un Cajasol que no se rindió nunca.

Hogar, dulce hogar. Por fin y sin tiempo ni demasiadas ganas de disfrutar. Antes, en el nudo del partido, hubo motivos para sospechar que se avecinaba otro harakiri en Vistalegre. Como ante Maccabi, Barcelona, Caja Laboral... y como siempre que había jugado en playoff contra Cajasol como local. Al final primó la lógica del presupuesto: más profundidad de plantilla y más calidad. Ni Messina desarboló a Plaza ni el Real Madrid se sacudió del todo sus demonios. Se limitó a ganar y, con todo, un triunfo a priori obligatorio merece celebración porque la serie se había puesto en chino tras el primer partido y porque el Madrid, con sus sustos y sus contradicciones, ha sido capaz de resolver la papeleta. Lo siguiente es jugar por la final contra Caja Laboral: palabras mayores.

Como este Real Madrid extraño marcha según golpes de viento, el núcleo que superó el trago de Cajasol era improbable hace no demasiado, cuando el Barcelona cerró los cuartos de Euroliga en cancha blanca, por ejemplo. Un Madrid con Bullock y Lavrinovic en roles importantes, con Tomic disminuido y Velickovic establecido como alero. Con Jaric de turista accidental (1 de valoración), Felipe como resonancia espiritual y la experiencia de Prigioni y Garbajosa como garantía. De Almond no hay noticias y Llull juega a su ritmo de pura sangre pero deja sensaciones de agotamiento. El Real Madrid es cualquier cosa menos un equipo con estructura estable, con buena comprensión y dosificación de sus recursos, y llegará a semifinales con sus habituales dudas en la rotación y en el reparto de roles. Suficiente para superar a Cajasol, no sin sustos, veremos si escaso para las colisiones gigantescas que se avecinan a partir de ahora. De momento estará en esas batallas, la primera en Vitoria; cosa buena tras el temblor con el que vivió el equipo el viaje a Sevilla hace un par de días.

No fue por lo tanto ni una redención al estilo Disney ni un golpe de autoridad rotundo. El Real Madrid volvió a ser ciclotímico y alternó buenos momentos, sobre todo en el segundo cuarto y en el arranque del último, con desapariciones tétricas. Durante casi todo el tercer período se encaminó hacia el patíbulo impulsado por Cajasol, equipo anticlimático, en una revisión lastimosa de sus minutos finales en el primer partido. Lo mejor para el equipo de Messina, al que no le sobra absolutamente nada, es que supo esta vez jugar el partido que prononía el rival, manejarse en el barro y las trincheras. Tuvo energía para defender y para cargar el rebote de ataque. Tuvo experiencia para sobrevivir a sus propios miedos. Y tuvo calidad para hacer daño primero en la pintura y luego a base de triples que minaron la heroica resistencia sevillana en el segundo tiempo.

Sabido era que un arranque fulgurante era la mejor receta para el Real Madrid. Cada minuto que muriera sin movimientos sísmicos en el marcador era una inversión segura para Cajasol, cuyas opciones cotizaban al alza en la guerra de nervios, en el combate defensivo, en la utilización de la guerra psicológica y el aprovechamiento de la ansiedad de un Real Madrid que quiso de salida correr sin éxito. Con siete puntos casi seguidos de Savanovic, Cajasol se lanzó hasta un 6-10 pasado el ecuador del primer cuarto. Con el estrés espesando la atmósfera en Vistalegre, aparecieron los puntos de Velickovic y los dos primeros (y únicos) triples de Bullock (19-14).

Después, en el segundo cuarto, el Real Madrid pareció inclinar el partido por pura lógica. La distancia entre ambos equipos pareció entonces tan grande como una comparativa objetiva de recursos y nombres podría sugerir. Garbajosa (14 puntos, 5 rebotes) lideró un partical de 22-15 que dejó el marcador en 41-29 en el paso por vestuarios. Cajasol se desangraba por el poco cuidado del balón (17 pérdidas totales) y la concesión de rebotes ofensivos (16 en todo el partido) que inutilizaba sus largos ejercicios de concentración defensiva. En ambos aspectos mucho mérito para el Real Madrid, que entendió desde el inicio que el partido pasaba por responder al órdago defensivo del rival y por cargar con todo en la lucha por el rechace de cada fallo, clave para sumar y clave para controlar el ritmo del partido.

Tras un breve lapso de optimismo, el Real Madrid comprendió por las duras que la serie no estaba decidida. Del descanso salió un Cajasol impecable en defensa, con alternativas letales entre zona e individual, y con un Ellis heroico (17 puntos, 5 triples) que aportó los puntos necesarios para un 0-12 que empataba el partido (41-41) y revivía las peores pesadillas del equipo blanco, consumido por la angustia y sumergido en un carrusel de fallos y errores en el tiro. Durante 7 minutos vivió de un tiro libre de Velickovic. Entonces anotó Felipe y en la bisagra entre los dos últimos cuartos llegó el oxígeno: Garbajosa cerró el tercero con un triple, Lavrinovic abrió el cuarto con otro y una canasta más para un 56-44 que, tras tanto penar, devolvía las cosas al mejor lugar posible para un Real Madrid que ya no tembló y que si bien no despegó definitivamente (58-50 a falta de cuatro minutos) sí tuvo intensidad en defensa e inteligencia en ataque. Jugó con criterio y encontró un par de triples letales de Llull desde su esquina favorita. Disparos entre los ojos de un Cajasol que murió como vivió toda la serie: trabajando, ciñéndose a su plan, exprimiendo sus posibilidades.

Ahora pueden los optimistas pensar que el Real Madrid ha salvado un trance eléctrico de ansiedad y tensión y que jugará las semifinales liberado y en línea ascendente. Tiene opción de viajar a Vitoria a morder y recursos para recuperar el factor cancha. Pero los pesimistas notarán el delicado estado físico de algunos jugadores y el constante carrusel emocional de una plantilla en la que ahora sobresalen Bullock o Lavrinovic y retroceden Jaric o Tomic. Sin Almond, sin Vidal... Messina ha elegido una guardia pretoriana de nueve soldados con los que jugarse la vida en la lucha por el último y único título posible. ¿Será suficiente cuando aparece la figura tremenda de Caja Laboral y cuando asoma en el horizonte una sombra azulgrana, madre de todas las amenazas? La respuesta está próxima, la primera parada es Vitoria.