David devora a Goliat

acb | caja laboral 79 - barcelona 78

David devora a Goliat

David devora a Goliat

En un partido para la historia de las finales, Caja Laboral selló un 3-0 que supone una de las grandes sorpresas de la historia ante un Barcelona que se quedó en el boceto de la temporada perfecta. Hubo intensidad, lucha, ansiedad, polémica arbitral y una prórroga resuelta con un 2+1 heroico de San Emeterio, uno de los rostros de la final junto a Splitter, Marcelinho, Eliyahu... Para el Barcelona, otra vez desdibujado en ataque, queda poco más que la honra de haber luchado hasta el último segundo contra una derrota que le sacó definitivamente de la final.

Lo primero, el homenaje a Caja Laboral, a la postre justo campeón. Y el recado a todos a los que se nos llenó la boca con la cacareada liga bipolar. Intuíamos un Barcelona - Real Madrid, Real Madrid - Barcelona, hasta las últimas consecuencias. No hubo tal. Caja Laboral perdió a Prigioni, perdió a Mickeal, perdió a Rakocevic y hasta cambió de nombre. Pero no perdió su carácter competitivo, ese estandarte de incansable combatiente que le ha llevado a tantos lugares hermosos en los últimos años. Primero devoró al Real Madrid, en la clasificación de la Temporada Regular y en semifinales, después se aprestó a una de las mayores hazañas de la historia reciente del baloncesto europeo y desbancó al Barcelona, el campeón absoluto que marchaba hacia una temporada perfecta que se quedó finalmente en boceto. El Barcelona ha sido el mejor equipo de Europa pero el Caja Laboral ha sido el mejor de España. Así que es de justicia: perdón por dudar y felicidades.

El partido, el definitivo, fue una batalla para la historia de las finales ACB. Tuvo todos los ingredientes de los combates terribles, de las colisiones para el recuerdo. Se jugó entre cuchillos largos y bajo un ambiente tremendo, que caló la cancha como una fina lluvia de lava disparada por la grada y se cerró con un final del que se hablará y se hablará en los próximos días. Y del que se hablará durante muchos años.

Si se pueden telegrafiar las emociones y verbalizar las descargas eléctricas el resultado sería una película resumida más o menos así: tras otro final apretado, sobrecargado de ansiedad y presión, un triple de Pau Ribas ponía un 66-61 que parecía definitivo con un minuto por jugar. El Barcelona se rebeló entonces contra un destino inmisericorde que sólo le permitió doblar otra esquina más: un triple de Navarro y un mate de Morris empataron a 66 a falta de una posesión en la que el americano taponó de forma ilegal un gancho de Eliyahu sobre la bocina. Los árbitros marchaban hacia el paredón de la polémica absoluta pero el partido se reservó otro final épico en la prórroga. Splitter lanzó a Caja Laboral (70-66) y el Barcelona enroscó un 0-8 liderado por Ricky. 70-75 y cambio de papeles: Teletovic sumó de todas las maneras (un triples, una de dos, un tiro libre...) y Basile falló uno de sus lanzamientos de personal para dejar un 76-78 a falta de una posesión que fue una locura, un año de baloncesto llevado al filo y concentrado en nueve segundos. San Emeterio (hasta entonces sin el peso capital que cargó en el Palau) penetró con todo buscando oro (la prórroga) y encontró el paraíso. Morris, inexplicablemente blando, le lanzó a los libros de historia con una personal que no evitó la canasta del alero: 2+1, 79-78 en el último segundo. Final del partido. Final de la liga. Caja Laboral, David, campeón con toda justicia.

Goliat desarticulado

El Barcelona se resistió hasta donde pudo pero durante demasiados minutos rumió la sensación de que no era su final. A partir del ecuador del segundo cuarto encontró su defensa a base de amagos de zona y latigazos individuales. Secó la sangría vitoriana (22-18 en el primer cuarto) pero no tomó el mando del partido hasta casi el cierre del tercero: 50-51. Había necesitado muchos ataques, muchos tiros, muchos rebotes de ataque, forzar muchas pérdidas de Caja Laboral. Todo el esfuerzo se estropeaba por una ansiedad absoluta en la circulación, un otra vez pésimo 7/30 en triples (pese a dos salvadores de Lorbek y Sada en el último cuarto) y hasta un regular y al final punitivo 15/21 en tiros libres.

Mickeal sostuvo al equipo en el primer tiempo pero terminó cometiendo la quinta falta desesperado y desdibujado. Vázquez, sometido por Splitter, cometió cuatro faltas en once minutos y Navarro quiso la responsabilidad alternando destellos de cal con demasiada arena. Anotó 18 puntos pero con malos porcentajes, dio 2 asistencias pero perdió 4 balones. Ricky, otra vez inestable en el primer tiempo, resucitó en el segundo y la prórroga: 14 puntos, 8 rebotes, 4 asistencias, 5 recuperaciones. De su batuta salieron los mejores minutos de un Barcelona demasiado desdibujado en ataque, demasiado apartado de algunos de sus valores fundamentales. Demasiado ansioso. Un Barcelona al que la final se le echó encima demasiado pronto y a la que quiso volver cuando ya era tarde.

En un mundo infinitamente más feliz, Caja Laboral sobrevivió a la carga final azulgrana y cerró el campeonato sin esperar a la guerra total de nervios que hubiera supuesto un cuarto partido con el quinto (otra vez en el Palau) demasiado a la vista. El equipo de Ivanovic demostró que llegó en plena forma a la final y que ha jugado de dulce los tres partidos. Defensa asfixiante que no dejó entrar en ritmo a Navarro y que no permitió la circulación dentro-fuera del Barcelona y un partido de más a menos en ataque pero en el que siempre aparecieron soluciones. Con Marcelinho por fin bajo control, sobresalió Herrman en el tercer cuarto, Teletovic en la prórroga, siempre Eliyahu (18 puntos decisivos) y triples en momentos capitales: Oleson, English, Ribas... Y al mando, una vez más, Splitter. El gigante que devoró al Real Madrid y que cerró la final con un partido rocoso, intenso, de producción descomunal y constante: 14 puntos, 13 rebotes, 2 tapones, 4 asistencias. 36 de valoración. San Antonio Spurs se llevará (supongo) a un pívot que es NBA pura.

Acaba la liga y acaba con una sorpresa descomunal, fuera de toda predicción. Por el nombre del campeón y por el 3-0 final. Seguramente no tenía otra opción Caja Laboral que ganar así, como un huracán, ante un rival al que no dejó ser él mismo, un rival que ha sido superior a todos durante toda la temporada excepto en tres partidos que le han costado el último título y la defensa de la corona doméstica. Un cetro que vuelve a manos de un Caja Laboral que emocionó a su gente y obró un milagro de puro baloncesto, una gesta que es un grito a todos los que le sacamos de las apuestas, a los profetas de la liga bipolar. Nunca, jamás, hay que descartar de la pelea al Baskonia. Enhorabuena Caja Laboral, enhorabuena Vitoria.