El secreto para frenar a EE UU sería como una fórmula similar a la del hallazgo de la cuadratura del círculo: el juego estadounidense es un galope devastador, basado en la subida feroz de la intensidad defensiva. Eso acogota al rival, presionado para subir revoluciones a la desesperada, con constantes malos pases y tiros forzados. La defensa es una agresión imparable de fuerza, potencia e intensidad.

En cada corte de esos enloquecidos pases rivales, en cada rebote estadounidense nace una carrera en transición centelleante, como un tsunami. Y, si el tsunami no acaba engulliendo la canasta rival, el balón va al superclase Kevin Durant, mano de seda que asesta golpes de hierro, la mano que mece a la NBA.

Ahí nacen esos parciales como oleadas que arrasan. Ante Eslovenia, un 12-2 de apertura marcó el día. Al galope y con Durant en estado de gracia, EE UU sólo falló tres de sus primeros once tiros. Primer cuarto, 23-11.

Eslovenia olvidó sus planes de zona y, subiendo el ritmo en defensa y en los hombres altos (Brezec, Jagodnik), se acercó hasta el 28-23. Demasiado ritmo: ahí relampagueó Westbrook para encender un parcial de 12-2: 40-25, Descanso, 42-28. Los eslovenos volvieron a la zona y EE UU les sacó del mapa con una estampida de 17-2: 59-32, minuto 25. Gay (16 puntos), Iguodala (11) y Westbrook (11) eran estrellas fugaces sobre el desgarrado cielo de Eslovenia, que apenas podía montar la defensa tras perder el balón o tirar de mala manera.

El 67-46 del tercer cuarto ya no tenía apelación. Al fin, 99-77. Durant cerró con 22 puntos en 23 minutos: sin pisar la pista en el último cuarto. EE UU machacó en rebotes (50-25) y asistencias (22-12). Se buscan ideas contra el tsunami.